6. Teclas y playas nocturnas.

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Discutir con tu familia porque quieres ponerte a trabajar en tus proyectos es la cosa más surrealista del mundo, aunque no era la primera vez que le pasaba a Alfred. Dos días después de la llamada nocturna con Amaia se sentía tan encerrado en su casa que sin pensarlo dos veces cogió su guitarra, su cartera, el móvil, se puso las gafas de sol y fue a salir por la puerta.

—¿Dónde te crees que vas?

Su madre le interceptó en el pasillo, le miró de arriba a abajo y negó.

—Sabes donde voy, mama.
—No has aguantado ni tres días, hijo.
—Lo necesito...
—Tienes que descansar, han sido unos meses...
—Me lo habéis repetido muchas veces, pero no puedo más, se me caen las paredes, necesito seguir con mi música.
—Pero tie...
—Me voy, supongo que volveré a la hora de comer o por la tarde. Si pasa algo importante llámame, sólo si es importante.

María Jesús le miró preocupada, conocía a su hijo muy bien, sabía desde aquel instante en el que ella, su marido y más miembros de su familia le dijeron que tenía que descansar que no iba a hacerlo, que tenía música en su mente que necesitaba liberar, y que para él eso siempre había sido lo principal. El portazo resonó en toda la casa.

Cuando llegó al estudio había poca gente por allí, era demasiado temprano incluso para él, pero no podía más, entró en la sala que había reservado, cerró la puerta y dejó que todo fluyera.
Componer para él era constancia y esfuerzo, era liberación, era paz, era libertad, era arte, lo era todo. Grabar las maquetas de sus composiciones para 1016 estaba siendo mágico, un sueño que se cumplía.
Horas y muchos arreglos después decidió crear un poco de hype, sacó el móvil, vio que tenía varios mensajes de sus amigos y su madre, decidió leerlos después, abrió instagram y grabó cuatro stories cantando. También entró en Twitter y puso una de esas frases misteriosas suyas, no pudo evitar sonreír cuando empezó a leer las respuestas al tweet hasta que vio la de su amiga twittera. Había vuelto a incumplir su promesa de entrar más a menudo.
Salió de su cuenta oficial y se metió en la que él llamaba "cuenta anónimo-stalkeadora", retwitteó a bastantes personas y escribió un tweet con un trozo de la letra de la canción que acababa de cantar en sus stories. Rápidamente le saltó la notificación de un mensaje directo de su amiga:

"¿ESTÁS EN EL PRAT DE LLOBREGAT?"

Alfred se quedó helado.

"¿Por qué preguntas eso?"
"Mira la ubicación de tu último tweet, anda."

Siempre desactivaba la ubicación en esa cuenta, incluso lo comprobaba varias veces, pero en ese momento estaba tan eufórico por haber estado de nuevo en el estudio con su música que se le había pasado.

"Debe ser algún error..."
"¿Error? ¿En serio? Te conozco, te vas a ir, siempre lo haces, pero bueno, espero que algún día me expliques por qué ocultas tantas cosas, ni que fueras Alfred."

Dejó el móvil encima del piano, se pasó las manos por la cara y se tocó los mechones de pelo del flequillo. Era una chica muy maja, siempre había demostrado ser coherente con lo que decía, a veces no estaba de acuerdo con sus actos y lo exponía con respeto, le apoyaba como la que más aunque ni era la más ruidosa ni la más radical.

—Joder...—dijo en voz alta antes de coger el móvil.

"Yo tampoco quiero tener más secretos contigo, me caes muy bien, eres muy buena persona... Una vez me dijiste que eras de cerca del Prat, que lo conocías porque tu familia y tú habíais venido alguna vez a la playa... Puede que la esté cagando muchísimo, pero te espero esta noche allí"
"¿Crees que tengo seis años? No puedo confiar en un desconocido así porque sí. ¿Y si eres un loco depravado? Lo que me faltaba, que a mis 28 años me engañen..."
"No soy nada de eso, llevamos meses hablando y lo sabes."
"Me estás poniendo en un compromiso."
"Ven esta noche, sobre las 23:00, estaré en el último banco del paseo marítimo, entenderé si no apareces. Siempre nos quedará Twitter."
"En el remoto caso de que decida ir, ¿cómo se supone que voy a reconocerte?"
"Lo harás"

Terminó la conversación, cerró la sesión de esa cuenta, y decidió llamar a dos personas.

—Mama, voy a pasar el día con Marta, te llamo luego.
—Vale, hijo, ¿estás bien?
—Si, no te preocupes, y siento haberte hablado esta mañana así...
—Hijo...
—T'estimo, mama.

Colgó y se levantó, empezó a dar vueltas por el estudio y realizó la segunda llamada.

Allí estaban, Marta y Alfred en su coche, ya era de noche, no había mucha gente por allí, era miércoles, sólo pasaba algún que otro deportista corriendo.

—¿Puedo matarte, Alfred?
—Si.
—¿Cómo se te ocurren estas cosas? Eres famoso, FA-MO-SO, no puedes quedar con desconocidos.
—No sabe que soy yo.
—Me da lo mismo, imagina que viene y es una loca.
—Llevo meses hablando con ella, no es una loca.
—¿Quién más sabe esto?
—Nadie.
—¿Ni Amaia?
—Lo más normal del mundo es decirle a tu novia que te has hecho una cuenta anónima para meterte dentro de tu fandom y poder comentar cosas sin la presión de ser quien eres.
—Si la chica esta viene tienes que decirle a Amaia lo que has hecho.
—Nunca pensé que me vería en esta situación.
—Para algunas cosas eres muy meticuloso y cuidadoso, para otras parece que eres un adolescente puesto de metanfetaminas, Alfred.
—Soy un poco kamikaze.

Ambos amigos se echaron a reír justo cuando el reloj de la muñeca de Marta pitó avisándoles que ya eran las once de la noche, se miraron a los ojos.

—Estamos a tiempo de irnos de aquí, te invito a cenar y después nos vamos a tomar una copa.
—¿Un miércoles?

Marta se pasó las manos por la cara y suspiró

—Estoy aquí todo el rato, con el motor arrancado, si te ves en peligro ven corriendo, ¿entendido?

Alfred sonrió, le acarició la mejilla a su amiga, le guiñó un ojo y salió del coche con la guitarra en la mano, estaban a unos metros del banco, se sentó y se puso a tocar, no cantaba, sólo tarareaba. Marta vio cómo a los pocos minutos apareció un coche negro que aparcó no muy lejos de donde ella estaba.

Anahí no sabía que coño estaba haciendo ahí en ese momento, estaba nerviosa, no podía negarlo, no le había dicho a nadie dónde iba, no se llevan a muy bien con las dos chicas con las que compartía piso y tampoco es que tuviera a mucha gente de confianza cerca, sus padres habían vuelto al pueblo de Málaga del que emigraron de jóvenes, pero ella y su hermano se habían quedado en Barcelona, al principio vivieron juntos, hasta que a él le concedieron una beca Erasmus por la que en ese instante estaba en Bélgica, ella tuvo que buscarse la vida como pudo dejando como última opción irse con sus padres al sur.
Justo al volver de trabajar se armó de valor y decidió ir, desde el minuto uno aquel desconocido le había caído bien, ¿por qué no conocerle? ¿Qué tenía que perder? Se dio una ducha y se puso unos vaqueros negros ajustados, una blusa azul y sus botines favoritos, dejó que el pelo se le secara al aire y que su larga melena rubia se llenará de rizos.

Alfred terminó la canción cuando notó que alguien se había acercado a él, levantó la vista y se encontró con una mujer, porque no era una adolescente ni un chica, era toda una mujer, bajita y delgada, con una melena rubia preciosa y unos ojos verdes que le miraban de arriba a abajo escrutándole.

—¿Me estás diciendo en serio que llevo hablando meses con Alfred García?

El acento andaluz le hizo sonreír.

—Sorpresa.

[Nunca he sido de escribiros en los capítulos, siempre os contesto en los comentarios y hablo con vosotros, si queréis, por privado, pero me he visto en la necesidad de aclarar que este capítulo NO es el principio de un dramOT como en mi otra historia, no os imaginéis cosas extrañas, Alfred no se va a liar con Anahí, ni Anahí va a intentar seducirle, ni cosas así, sé que no tengo que justificarme porque es mi historia narro lo que quiero en ella, pero a la vez sé que mucha gente se quejó de esto y abandonó el barco de "Un punto sin fin." Por eso me gustaría aclararlo, esta historia NO es como la otra, de la que por cierto me siento muy orgullosa y escribí con todo el cariño del mundo.
Supongo que no debería haber escrito nada de esto, lo siento, hoy no es un buen día para mí.
Cariñazos.
Miss T. Girl]

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