49. El dato que hizo explotar su interior en mil luces.

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--Pamplona. Mismo día. Misma hora.--

Entraron al piso hablando tranquilos, Ana le estaba contando a Carlos cuándo tenía la próxima revisión del embarazo, Yadel y ella habían decidido que no querían saber el sexo del bebe, pero su padre, que trabajaba de enfermero en el mismo hospital en el que la estaban llevando, ya se había enterado y quería montarles una fiesta de esas en las que cortas la tarta y dependiendo del color que sea la masa el bebé es un niño o una niña.
Dana fue la última en entrar en el piso, cerró la puerta tras de sí y buscó a Alfred con la mirada, le encontró, en la zona de la cocina mirando a los ojos de Amaia en silencio, ella parecía acabar de decir algo, tenía los labios entreabiertos y parecía que había soltado todo el aire de sus pulmones. Tuvo que desviar la mirada y tragar saliva.

—¡¡No os habéis matado, mis hermanitos!!

Con ese grito, Ana se acercó a ellos y los abrazó a la vez, Amaia se aferró a su amiga con fuerza y Alfred sonrió iluminando todo el piso, Carlos también se acercó a ellos.

—Pensábamos que íbamos a tener que llamar a al policía, a los bomberos y a las ambulancias.
—Qué exagerados sois...
—Di que si, Carlos, que también hemos estado mirando la web de IKEA por si destrozabais algún mueble.
—Ay, Ana...

Los cuatro empezaron a reír, todo se sentía tan natural que parecía que nada hubiera pasado, Ana se separó de ellos y sintió que volvía a estar en aquella sala del piano, en aquella cocina o en aquella habitación donde habían pasado más de tres meses.

—¿Cómo vamos a acabar en comisaría Amaix y yo?
—Cierra el pico.

Amaia le dio con la mano en el hombro y ambos volvieron a reír.

—¿Os queréis quedar a cenar?—sugirió Carlos.
—Podemos pedir algo, unas pizzas o algo...

¿Sabéis esa sensación de estar viviendo algo pero viéndolo desde fuera como si fuera una película a la que no pertenecieras y fueras invisible a los ojos de los protagonistas? Dana se llevó una mano a los ojos, no quería llorar, no quería sentiste así, no quería que ese sentimiento lo tiñera todo.
Alfred la buscó con la mirada para preguntarle si le apetecía quedarse allí a cenar, ella no se había acercado tanto como Ana y Carlos, permanecía al margen, estaba bajando la mano para meterla en uno de los bolsillos de sus pantalones y tenía una sonrisa triste en los labios, buscó sus ojos, pero estos miraban al suelo, ¿Desde cuándo ella sonreía triste y bajaba la mirada? ¿Desde cuándo ella parecía tan pequeñita que parecía haber desaparecido?
Amaia notó la preocupación de Alfred incluso antes de qué él se apartara de su lado para ir con Dana, vio cómo llegaba al lado de ella, como con una de sus manos le acariciaba la mejilla para que sus ojos se encontraran, cuando lo hicieron algo invisible e intangible les rodeó, ¿Era eso lo que veían los demás cuando les miraban a ellos mientras habían estado juntos? Ana hizo que desviara la mirada hacia ella con un toque en el brazo, las amigas se miraron y Ana se dio cuenta que algo había cambiado en ella, que había una chispa muy tenue, una chispa que solo ella misma podía avivar o dejarla morir.

—Muchas gracias, pero nosotros nos tenemos que ir, no teníamos pensado hacer noche aquí, vamos a volver a casa esta misma noche.
—El tren sale pronto, no nos daría tiempo.

Todos asintieron, Ana se despidió de ellos con efusividad, arrancándoles una promesa de que irían a verles a Tenerife cuando dejaran de ser dos para ser tres, Carlos les dio dos besos, Amaia se acercó a Dana primero, se quedaron mirándose en silencio, se dieron dos besos y la italiana, con la ayuda de Carlos y Ana fue a recoger su maleta y la mochila de Alfred, todo estaba listo en la puerta.

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