23. En medio.

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Amaia quiso cerrar la puerta de la habitación ante la atónita mirada de sus dos amigas.

—¿Nos ibas a cerrar la puerta en la cara, Amaia Romero?

La dulce voz de Aitana sonó tan severa que hasta Ana se volvió hacia ella para mirarla. Amaia soltó un bufido como una niña pequeña y se acercó a la cama dejándose caer bocarriba.

—¿Qué estáis haciendo aquí?
—Hemos venido a verte antes del concierto.—dijo Ana sentándose a la derecha de Amaia.
—Eso, eso.—Aitana se tumbó en la misma posición que Amaia dejando su cabeza al lado de la de su amiga.
—Mentís fatal.

Se quedaron en silencio las tres, pero no fue un silencio incómodo, al contrario, fue un silencio necesario y en el momento justo, Ana observó a sus dos amigas, unos años más pequeñas que ella, pero tan grandes en corazón que no importaba la edad que tuvieran.

—Luis se quedó preocupado cuando te fuiste de su casa, me lo contó y yo se lo conté a Ana.
—Menos mal que me pilló aún aquí, iba a volverme a casa con Yadel ayer por la mañana, pero mi padre tuvo un problema con el coche y tuve que quedarme, han sido todo casualidades para coincidir las tres aquí estos días.
—¿Tú no te ibas a Los Ángeles otra vez, Aiti?
—Lo tuvimos que aplazar, al final lo que queda de disco voy a terminarlo aquí, aunque tengo muchas ganas de volver.

El móvil de Amaia soltó un pitido, ninguna de las tres se movió.

—Seguro que es Carlos, íbamos a ir a la playa a dar un paseo.

Ana y Aitana se miraron a los ojos.

—Amaia...
—No digas nada, Aitana.

Ana frunció el ceño y observó la expresión que Amaia tenía en la cara, algo le preocupaba, algo por dentro la estaba carcomiendo y debía ser algo muy gordo, porque nunca en todo el tiempo que la conocía la había visto así, ni en la academia en los peores momentos.
Amaia se incorporó y se quedó sentada en la cama, se recolocó la coleta baja que se le había chafado un poco al tumbarse y tras soltar un suspiro casi inaudible se levantó para coger el móvil, contestar al whatsapp de Carlos y guardarlo en bolsillo trasero junto a la tarjeta que abría la habitación.

—¿Os venís?

Las miradas de Ana y Aitana se volvieron a cruzar y, asintiendo, salieron las tres del hotel.

Carlos estaba nervioso, se acaba de encender el cigarro que tenía entre los dedos y ya tenía la necesidad de fumarse otro, le había mandado la ubicación a Amaia de donde estaba, entre varios edificios separados por una especie de muro en el que había decidido sentarse, llevaba los vaqueros oscuros con las rodillas rotas y una camiseta negra básica. Dio una calada profunda y repasó en su mente el discurso que iba a darle a Amaia explicándole todo, diciéndole que su hermana era Anahí, diciéndole que estaba trabajando en la empresa que llevaba los conciertos puesto por ella para que la vigilara, pero que él ya no estaba dispuesto a seguir el juego de su hermana, iba a avistarla de lo que Anahí quería de su novio, de lo que pretendía hacer con la carrera de Amaia si todo le salía bien...

Aitana y Ana bromeaban mientras Amaia permanecía en silencio, caminando, Ana conocía mejor la ubicación que Carlos le había mandado a su amiga, así que no tuvo que poner la aplicación de los mapas, cuando llegaron a la esquina y giraron, vieron a lo lejos al rubio, Amaia salió corriendo para subirse al muro y sentarse a su lado, Ana y Aitana cruzaron miradas por millonésima vez desde que estaban esa tarde con Amaia, más atónitas se quedaron cuando Carlos dejó un dulce beso en la mejilla de su amiga, ella le acarició el pelo y, acto seguido, le quitó el cigarro de los dedos y le dio una calada, ¿Amaia fumando? ¿Qué coño estaba pasando?

—Supongo que sabes quienes son.
—Hola, soy Carlos.

Carlos dejó que Amaia sostuviera el cigarro entre sus dedos, se bajó del muro y se acercó a las dos chicas para darles dos besos, lo primero que pensaron ambas fue que era altísimo y extremadamente guapo.

—Yo soy Ana.
—Aitana, encantada.

Amaia observaba el humo del cigarro entre sus dedos cuando notó la mano de Carlos en la suya para que se lo devolviera, ambos sonrieron, el rubio le dio una última calada, lo apagó contra el muro y guardó la colilla en el paquete medio vacío para tirarla luego y no en mitad de la calle.
No ganaban para sorpresas cuando vieron como Carlos acariciaba la rodilla de Amaia y la cogía de las caderas para bajarla de allí, quedándose pegados el uno al otro en un abrazo. Era incomodo verles, parecía que estaban siendo espectadoras de algo que no deberían ver y que no estaba bien ¿dónde había quedado Alfred en esa ecuación? ¿Por qué Amaia no había hecho ni una alusión a él, no sólo esa tarde-noche, sino en los últimos días? ¿Qué había pasado entre ellos?

—Chicos, ¿vamos a cenar o a tomar algo? Conozco un sitio muy bueno aquí cerca.—intervino Ana.

Él tenía otras expectativas para esa noche, quería contarle todo, quería abrir su alma y desnudar sus sentimientos para Amaia, pero obviamente con sus dos amigas delante no iba a hacerlo, en silencio se miraron a los ojos y asintieron.

—Vale.—dijo Amaia— Después nos iremos a la playa.

Esta última frase iba dirigida exclusiva y únicamente para Carlos. Aitana se estaba poniendo muy nerviosa, tenía que intervenir, pero no era el momento.
El sitio al que fueron era muy familiar, Ana conocía a los dueños de toda la vida y allí no tendrían problemas con fans o prensa, la velada fue tranquila y familiar, cuando Amaia se relajó parecía que todo había vuelto a la normalidad, tanto Aitana como Ana se dieron cuenta que Carlos y ella se parecían muchísimo en forma de ser, pudieron notar ese algo que no sabían ni ellas ni Cepeda explicar, se cercioraron de que era un buen chico, que no había maldad oculta en él. Carlos tuvo que ir al baño y se quedaron las tres amigas solas.

—Amaia...
—Aitana, no quiero que me vengas con sermones, no creo que esté haciendo nada malo, no me vengas con moralísimos, Carlos es mi amigo, puedo tener amigos.

Las tres sabían que tenía razón, pero algo había detrás que se les estaba escapando, tenían que sacárselo.

—Nadie ha dicho lo contrario, Amaia.
—Entonces dejad de poner caras extrañas y de miraros de reojo cada vez que me acaricia la mejilla.

Joder con Amaia, las había pillado.

—¿Y Alfred?—soltó Aitana.
—¿Qué pasa con Alfred?
—Amaia, no te hagas la tonta, llevas días sin hablarme de él o lo que hace, de lo que te ha contado cuando te ha llamado desde la puta Nueva York...

Amaia sonrió de una manera dolorosa, triste, y alzó la mano para que su mejor amiga dejara de hablar.

—Has dado en el clavo, Aiti, puede que no hable de él ni de nada de lo que hace porque lleva sin llamarme ni ponerse en contacto conmigo varios días...—cerró los ojos y agarró con fuerza su servilleta— Y cuando intento ponerme en contacto con él me coge el teléfono su asistente, si, esa mujer increíblemente preciosa, más mayor y más interesante que os conté.

Ana, como siempre, tenía una expresión atónita que no pudo ocultar, se tapó la boca con las dos manos, Aitana por su parte fue a intervenir cuando un ruido muy fuerte llegó desde el otro lado del reservado, una pelea, voces, un cristal roto, Amaia se levantó rápidamente cuando reconoció la voz de Carlos entre los gritos, Aitana y Ana fueron detrás y se encontraron on una escena que no esperaban: un hombre casi igual de alto que Carlos, bastante más musculosos, con el pelo largo y una barba espesa castaña, con gafas de sol y vestido con vaqueros y chupa de cuero.

—¡¡NO ME JODAS, CARLOS, NO ME JODAS, DIME DÓNDE COÑO ESTÁ TU HERMANA ANAHÍ, DIME DÓNDE PUEDO ENCONTRAR A ESA HIJA DE PUTA QUE ME ARRUINÓ LA CARRERA Y LA VIDA!!

Tenía a Carlos cogido por los hombros, parecía que iba a darle un puñetazo cuando Amaia, sin pensarlo dos veces, se metió en medio.

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