--4 años después--Se bajó del escenario después del último bis, uno de los técnicos de sonido le ayudó a quitarse todos los cables, los pinganillos y demás parafernalia electrónica que utilizaba para sus conciertos. David se acercó a él y se fundieron en un cálido abrazo, era parte de su banda desde los primeros conciertos, nunca se habían separado, a pesar de todo.
—Ha sido increíble.
—Si, amigo, lo ha sido.En el backstage de la sala en la que acababa de actuar, una sala no muy grande, como las que siempre le gustaba recorrer en sus giras, estaban sus padres, Manu Guix, su amigo Nil Moliner, Marta y Eric, después de secarse un poco el sudor y mientras los demás miembros de la banda se bajaban del escenario y los técnicos empezaban a desmontarlo todo, fue uno a uno dándoles un abrazo, su presencia allí, esa noche, era muy especial.
—Mi niño...
—Mama, por favor, que estamos rodeados de gente...
—¿No puedo estar orgullosa de ti?
—Claro que si, mama.
—¿Te da vergüenza?
—Ya me conoces.
—Ay, hijo...María Jesús volvió a colgarse a su cuello y él la abrazó, cerrando los ojos, adoraba a su madre y nada ni nadie cambiaría eso.
Las luces del backstage se apagaron, Alfred se separó de su madre, que tenía una sonrisa amplia y luminosa, al igual que los ojos llenos de lágrimas, se giró para mirar hacia la puerta de donde salía un punto de luz, la bajista, una de las mujeres más talentosas de panorama musical y que él había descubierto al darle una oportunidad en aquel primer tour pre-disco de verano hacía ya tantos años, tenía una enorme tarta de cumpleaños con forma de micrófono entre las manos, dos velas con muchísima purpurina la coronaban, un 25, un cuarto de siglo, ya tenía un cuarto de siglo de edad, no pudo evitar sonreír mientras todos a su alrededor cantaban y él, acercándose, sopló las velas, entre risas, aplausos y vítores.
Aquel catorce de marzo no iba a olvidarlo en su vida, su cumpleaños, rodeado de casi toda la gente a la que amaba, y el final de la gira de su primer álbum después de su vuelta a los escenarios, estaba pletórico.Amaia apagó la colilla del cigarro que tenía entre sus manos contra la suela de su zapatilla, ¿cuándo había empezado a fumar? No lo recordaba, la verdad, miró al cielo, estaba a punto de ponerse a llover, no quería mojarse, no tenía ganas de ponerse enferma, se cerró el abrigo hasta arriba y empezó a andar.
Acababa de salir de trabajar, odiaba la tienda con todas sus fueras, odiaba a sus compañeras y odiaba a la jefa, pero de momento no tenía otra opción.
Giró automáticamente por una de las bocacalles que la llevaban directa a la calle donde estaba su casa, sacó las llaves de su bolso y abrió la puerta del portal, decidió subir las escaleras en vez de coger el ascensor, cuando llegó al cuarto piso, casi sin aliento, metió la llave en la cerradura y entró dentro.
No era un piso muy grande, pero era perfecto, con un diseño abierto la cocina y el salón compartían estancia, separados por una barra americana de color negro, la decoración era sobria, colores nítidos con un predominio del negro y el rojo, dejó el bolso y el abrigo colgados en un perchero que estaba colocado cerca de la puerta de entrada, no sin antes sacar el paquete de tabaco, el mechero y el móvil.
Encendió la televisión, no le apetecía que el silencio se le metiera debajo de la piel, dejó un canal al azar, un documental en el que comparaban la fuerza que tenía el mordisco de un león actual y el de un diente de sable, le valía.
Se descalzó y dejó las zapatillas en cualquier sitio, fue hasta la habitación, se sentó en la enorme cama de matrimonio y empezó a desnudarse, dejó el uniforme negro encima de la silla, menos mal que ese fin de semana no trabajaba, lo echaría a lavar, no quería ni verlo en pintura, se quitó también el sujetador, odiaba que la obligarán a llevarlo, llegó al armario y cogió una camiseta de él al azar, tocó una gris, se la puso y se fue a la cocina, se encendió un cigarro y sacó los ingredientes para hacer la cena, era tarde bastante tarde, pero le daba igual, mañana no tenía ninguna hora a la que levantarse.
El móvil dio varios pitidos, dando una calada y dejando una de las ollas de cualquier manera, lo cogió y sonrió, ya no le quedaba mucho para volver a casa, tenía muchas ganas de verle, no le gustaba estar sola.Alfred guardó el móvil y se giró hacia Manu, estaban los dos en la terraza, sus padres se habían ido hacía ya un rato, estaban cansados, suficiente que habían ido al concierto, él salió porque necesitaba un poco de aire, había dejado de fumar hacía más de dos años, pero cuando su profesor, amigo y mentor, le dijo que iba a echarse un cigarro no dudó en acompañarle.
—¿Qué tal tus hijos, Manu?
—Muy bien, haciéndose mayores, miedo me da cuando entren en plena edad del pavo, no estoy preparado.
—No exageres.
—Ya te lo contaré, ya.
—Para eso queda mucho, acabo de cumplir 25...
—Nunca se sabe, niñato.Ambos sonrieron y miraron la negrura de la noche.
—¿Cómo estás?
—Bien, hoy ha sido...
—Alfred...
—Bien, de verdad, esta vuelta era lo que necesitaba, los escenarios son mi casa.
—Lo sé, tío, lo sé.El silencio se hizo entre ellos, solo sus respiraciones y el humo que salía del cigarro les acompañaba.
—Oye, Manu... ¿me disculpas con la banda?
—¿Te vas?
—Quiero llegar a casa.
—Que empalagoso eres cuando estás enamorado.
—Te quiero, Manu.Las calles vacías le acogieron, le gustaba andar por la noche, cuando el mundo estaba dormido, sus pies le guiaron, parecía que iba a ponerse a llover, le gustaba la lluvia, giró en la bocacalle de siempre para llegar a su casa.
El timbre sonó y Amaia dejó la copa de vino encima de la barra, tenía la otra preparada, igual que los dos platos para cenar juntos, se acercó a la puerta para abrir.
Alfred subió en el ascensor, estaba cansado del concierto, no le apetecía subir por las escaleras, llegó a la puerta y tuvo que llamar al timbre, era un auténtico desastre, se había olvidado las llaves, seguramente estuvieran dentro.
Amaia abrió la puerta y se abalanzó sobre sus brazos.
Alfred notó como unos brazos se agarraban a su cuello y unos labios carnosos se pegaban a los suyos.
Carlos dejó a Amaia en el suelo, dejando un beso dulce en sus labios, y entró en la casa que compartían en Pamplona desde hacía tres años.
Alfred se dejó llevar por los besos de Dana, y entraron en la casa que compartían en Barcelona desde hacía más de un año, empezando a desnudarse.
![](https://img.wattpad.com/cover/144929140-288-k943353.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Realidad
FanfictionAlfred, Amaia y sus catorce compañeros de concurso han terminado la gira de Operación Triunfo 2017. A partir de ahora empieza el verdadero camino. ¿Conseguirán mantener todo lo que han construido juntos? ¿Se desvanecerá todo como en un sueño?