54. Esa cosa.

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Ana se levantó del sofá en el que estaba, los primeros meses de embarazo habían ido bastante bien, no le habían impedido hacer nada, pero desde hacía unas semanas todo había cambiado, la tripa le estaba creciendo a pasos agigantados y, en una de las últimas revisiones, le habían recomendado reposo, podía supervisar las obras del local, elegir los elementos decorativos, pero no podía ponerse a cantar sus boleros toda una noche en otros sitios de amigos suyos como había hecho hasta ese momento, se sentía un poco impotente, pero la salud y la vida de su bebé eran lo más importante en ese momento.
El timbre de la puerta volvió a sonar, Aitana miró a Cepeda con el ceño fruncido, reconocía esa forma de llamar, pero no podía ser que ella estuviera allí, alargó la mano para acariciarle la mejilla y ella le hizo una mueca graciosa.

—¿QUÉ ESTÁS HACIENDO AQUÍ?

Aitana se levantó deprisa y fue corriendo hasta el hall de entrada donde se encontró a Ana y Amaia abrazadas, con cuidado para no hacer daño a Ana, se abalanzó sobre ellas para unirse al abrazo.

—Aiti, que me ahogas...
—Perdón, perdón...

Las tres amigas se separaron, sonreían porque hacía mucho tiempo que no estaban las tres juntas, lo cierto es que hacía más de cuatro años que no habían estado así, y la última vez fue en esa misma isla pero en unas circunstancias muy diferentes.

—No me avisaste de que venías.
—Es que... Hablé con mi hermano y... Ha sido una especie de impulso.
—Yo tenía pensado ir a verte a Pamplona cuando nos fuéramos de aquí y...

Cepeda esa se asomó por la puerta de la izquierda, y se quedó mirando con cara rara.

—¿Vais a quedaros ahí todo el tiempo?

Amaia sonrió, se acercó a él para darle un abrazo y los cuatro entraron en el salón, Amaia tuvo la misma impresión que cuando vio la casa por fuera, todo a su alrededor destilaba un toque con el nombre de Ana. Se sentaron y se quedaron en silencio durante varios segundos, Amaia miraba a su alrededor, no quería fijarse en las miradas que sabía que se estaban echando sus amigas por la sorpresa de haber aparecido por allí.

—Y... ¿Cómo es que estáis vosotros también aquí?

Amaia fijó su vista en Cepeda.

—He terminado de grabar el disco que va a salir en unos meses, Aitana volvió de la gira internacional y queríamos descan...

Aitana le dio una patada a Cepeda sin demasiado disimulo, Amaia frunció el ceño.

—¿A qué ha venido eso, Aitana?
—Bueno es que...
—Suéltalo.
—Creo que no te dabas cuenta, pero en los últimos años cada vez que alguien a tu alrededor hacía alguna referencia a...

Amaia se llevó las manos a la cara y suspiro.

—Lo siento, de verdad que lo siento...

Ana se volvió a levantar, aunque le costara, y se sentó al lado de Amaia, le pasó un brazo por los hombros y miró a los otro dos, preocupada.

—No tienes que pedir perdón.
—Si, si tengo que hacerlo, han sido unos años...
—Amaia no hace falta...
—Si hace falta, Aiti...

Las que fueron mejores amigas durante mucho tiempo se quedaron mirándose a los ojos.

—Si hace falta porque me he dado cuenta de muchos de los errores que he cometido durante todos estos años, de que me he perdido entre rencor, frustración y odio, pero eso se ha terminado, estoy cansada de ser una sombra de mí misma.

Ana sonrió, esa era la Amaia que quería volver a ver, la que fue buscando cuando fue a Pamplona para proponerle el proyecto, algo en ella había cambiado, el detonante fue la conversación con Alfred, estaba segura de ello, pero solo ella misma podía haber tomado la decisión de volver a ser quien siempre había sido.

—Habladme de la gira, del disco, de todo lo que vosotros queráis, aunque haya estado dormida, la música siempre ha sido mi pasión y mi todo, quiero intentar volver a encontrarme con ella,

Después de mantener una charla bastante amena donde Cepeda despotricaba sobre un productor que había intentado engañarle y Aitana les contaba las maravillas de cada uno de los piases en los que había estado, entre todos prepararon la comida, Ana les contó que Yadel estaba haciendo un bolo en Madrid con un grupo de amigos suyos, que iba a salir en la tele y que estaban muy contentos, pero algo preocupados por el embarazo, también notaron que Mimo estaba un poco raro, pero el veterinario les había dicho que era normal si notaba cambios en su ambiente, como la habitación del bebé o la preocupación de todos.
Amaia se sentía especialmente a gusto allí, le recordaba a cuando estaban en la academia entre clase y clase, volvía a tener diecinueve años y la inocencia del aquel momento.

—Oye, Ana...
—Dime.
—¿Podemos ir a ver el local?

Los obreros se habían ido hacía ya rato, era casi de noche, pero habían preferido ir a esa hora para que nadie los viera, no podía arriesgarse a que alguien reconociera a Aitana o a Cepeda y cientos de personas fueran a verles.
Ana fue la primera en entrar, abrió con cuidado la puerta trasera del local, por donde les iba a entrar toda la bebida y demás material para la zona del bar, La última en entrar fue Amaia, todo estaba a oscuras hasta que Ana encendió las luces.
Era un local de un tamaño mediano, la barra ocupaba un lugar bastante pequeño en una de las esquinas cercanas a la puerta de entrada, era justo allí donde estaban las herramientas del obreros, parecía que Ana quería ampliarla un poco y hacerla más a su estilo. El suelo y las paredes eran oscuros y a la luz daban una sensación de ambiente cálido y tranquilo, había marcas en el suelo.
 
—Aquí van a ir las mesas y...

Ana empezó a contarles las ideas que tenía para la decoración y para el proyecto en general, pero Amaia no la estaba escuchando, miraba todo intentando sentir eso que le había dicho su hermano, se acercó a una de las paredes y paso las yemas de sus dedos, empezó a andar sin quitar su mano de allí, había varias más marcas en las paredes, Ana le explicaría más tarde que eran para unos cuadros y unas luces más tenues que quería poner allí, el techo no era muy alto y le daba seguridad.
Y llegó al lugar donde, con una plataforma un poco elevada del suelo, estaba el escenario, era bastante amplio, más de lo normal comparado con otros locales con el mismo concepto, dejó de tocar la pared y miró la plataforma imaginando cada detalle de cada elemento que iría allí encima, micros, amplificadores, guitarras, bajos, algún instrumento de viento, no pudo evitar pensar en uno en concreto, pero no quiso centrarse en eso, porque en ese momento lo importante era ella y lo que sentía,
Quería subirse al escenario, pero le daba miedo, mucho miedo, aunque estuviera vacío y el local aún a medio hacer, aunque delante de ella no estuvieran más que sus amigos, cerró los ojos, dejó la mente en blanco y dando un paso hacia delante se subió al escenario...
Lo sintió, allí, dentro de su pecho, encima de su piel, ese hormigueo, esa cosa inexplicable que sentía siempre antes de un concierto, y daba igual que el público fueran más de veinte mil personas como en la gira de Operación Triunfo de hacía más de cuatro años, o fueran veinte como en el último cumpleaños de su abuela cuando acabó llorando y negándose a volver a toca fuera de su casa, estaba allí, aún estaba dentro de ella.
Amaia no se había dado cuenta que Ana había dejado de hablar y que, junto a ella, Aitana y Cepeda la miraban con curiosidad desde el otro lado del local, allí arriba, subida, con los ojos cerrados y una sonrisa que significaba todo, una lágrima le resbaló por la mejilla, abrió los ojos, se limpió con una mano y clavó su mirada en la de Ana.

—Aquí voy tener mi piano.

Había vuelto.

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