56. Ya no tengo miedo.

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—Mamá...

Amaia miraba a Javiera desde una distancia prudencial, acaban de llegar al piso que había alquilado con las últimas cosas que les había pedido que la llevaran.
No iba a ser una viaje muy largo, Javiera y Ángel se habían plantado allí casi sin avisar, una semana antes, en una conversación sin importancia su hija pequeña les había dicho que se había olvidado varias prendas de ropa que quería recuperar, y esa fue a excusa perfecta para ir a visitarla, y más ese día.
No había pasado ni un mes desde que, subida a aquel escenario aún vacío y con lágrimas en los ojos, decidió que iba a aceptar formar parte del proyecto de Ana, la energía que había sentido allí no le había dejado lugar a dudas.
Volvió a la península con Aitana y Cepeda, que ayudaron, dentro de sus posibilidades de cantantes famosos, a toda la mudanza, Carlos estaba contento con la decisión que su mejor amiga había tomado y ayudó también en todo lo que pudo, habló con Raoul para retrasar se mudanza a Barcelona hasta que Amaia estuviera instalada por completo en Tenerife.
Su familia también acogió la noticia con entusiasmo aunque Javiera fue la más reticente, se alegraba por su hija, volver a verle el brillo en los ojos había sido algo increíblemente tranquilizador para ella, pero que se fuera tan lejos, ella sola... Tenía miedo, y esa faceta de madre sobreprotectora salió a la luz más de una vez en las semanas que tardaron en empaquetar todo lo necesario para irse.
Amaia tuvo sentimientos agridulces al despedirse de su trabajo en la tienda, fue una mañana extraña, llegó allí sin estar vestida con el uniforme negro, que llevaba en una bolsa después de que su madre se lo hubiera planchado como si acabara de salir de la fábrica, con el pelo suelto, sus compañeras y compañeros la miraron extrañados, los cuchicheos se extendieron cuando se acercó al despacho del dueño y entró. Después de firmar varios papeles, y de devolver el uniforme, salió del despacho con una sonrisa de oreja a oreja que se trasformó en una sonrisa triste al despedirse de dos chicos con los que mejor se había llevado al trabajar allí.  

Otro de los momentos más duros fuero la noche que Carlos y ella dejaron el piso.

—Dime que aunque estemos separados por kilómetros nuestra amistad no se va a acabar nunca.
—Nunca, niña, nunca.
—Me da miedo.

Lloraron, bailaron, bebieron, rieron y terminaron dormidos en el sofá rodeados de las cajas que iban a poner fin a una convivencia que, a pesar de que ella no había sido ella del todo, había significado mucho para ambos, nunca dejarían de ser los mejores amigos, pasase lo que pasase.

El piso de Tenerife no era muy grande, era ideal para vivir ella sola, venía amueblado, el dueño era de unos amigos del padre de Ana que trabajaban en el hospital con él, se lo habían dejado a buen precio, y cuando entro por primera vez sintió ese algo que le dijo que estaba en el lugar correcto.

—Mamá...
—No puedes dejar esto así, Amaia, es un desastre.
—Acabas de llegar y ya estás poniendo pegas, en cuanto te vayas dejó este piso y me voy a otro para que no me encuentres.
—¿Serías capaz de hacer eso?
—No me pongas a prueba, mamá.

Javiera dejó la guitarra donde se la había encontrado y siguió refunfuñando por lo bajo mientras iba hacia la cocina, Ángel, que la miraba sonriendo, se acercó a su hija.

—No se lo tengas en cuenta, está nerviosa.
—¿Y crees que yo no?
—Pues claro que si.
—No me ayuda mucho que aumente mis nervios cuando esta noche se inaugura el local de Ana...
—Tranquila, hija, todo va a salir bien.
—Ya lo sé, pero es que...

Javiera volvió sin dejar de murmurar y, cuando Amaia estaba a punto de saltar provocando lo que posiblemente fuera una pelea épica, sonó el timbre.

—Seguro que son Carlos, Javier y Ángela.

Efectivamente eran ellos, no podían perderse el debut de Amaia en los escenarios, aunque fuera en un local pequeño, era algo muy importante para todos.
Comieron en un restaurante toda la familia de Ana, Yadel, la familia de Amaia, Carlos y ellas dos, fue ameno, entre risas y emoción por la inauguración, todos conocían la historia de Amaia, todo sabían lo que había pasado.

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