22. Aterrizaje.

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Javier la estaba esperando en la zona VIP del aeropuerto, había hablado con los jefes de seguridad y les había dicho a qué hora y en que vuelo llegaba Amaia, alguien la había visto en el aeropuerto de Madrid con un chico que él no conocí pero que le sonaba, lo más probable es que le hubiera visto en algún evento o en el último concierto.
La foto de Amaia con Carlos había hecho arder Twitter, ellos dos no se habían enterado porque habían ido todo el viaje hablando, ajenos al mundo entero, cuando aterrizaron dos agentes de seguridad se acercaron a Amaia.

—¿Amaia Romero?

Carlos miró extrañado al señor, que le estaba ignorando por completo, para luego fijar su mirada en los ojos de Amaia, la expresión le había cambiado, ya no era la niña relajada y divertida de los últimos tres días, incluso el último día, cuando volvieron de casa de Cepeda, cuando Amaia había roto a llorar entre sus brazos pidiendo ayuda sin querer dar ningún tipo de explicación, la Amaia que tenía ahora mismo delante era la Amaia profesional, la que se comía el escenario y hacía en el lo que le daba la gana.

—Si, soy yo.
—Su hermano la está esperando en la zona VIP, tenemos que acompañarla.
—Estoy con él—dijo señalando a Carlos— No voy a ir a ningún sitio.

El señor de seguridad parecía desconcertado, miró a Carlos, pero esté no había desviado la mirada de los ojos de ella.

—Mire, señorita, yo estoy aquí haciendo mi trabajo, su hermano la está esperando y me ha pedido claramente que la lleve hasta donde está él, a usted SOLA.

Carlos alzó la mano y acarició el hombro de Amaia.

—No te preocupes, niña, me voy a mi hotel, avísame cuando estés en el tuyo, vamos hablando.

Tras decir esto, cogió sus cosas y salió de allí, una cantidad ingente de personas, en su mayoría adolescentes, estaban apostados en las puertas del aeropuerto, cuando le vieron pasar se pusieron a cuchichear pero nadie se atrevió a acercarse a él para preguntarle algo, se subió al primer taxi libre que vio y le indicó la dirección del hotel mientras sacó su móvil para mirar las redes sociales.

Javier la vio aparecer con cara de cabreo y rezó a todos los santos y arcángeles que conocía para que la pelea no fuera muy grande.

—Hola, hermanita.
—Hola.
—¿Qué tal el vuelo?
—Bien, ¿me puedes explicar qué hacemos aquí y por qué me ha tenido que traer ese señor tan amable de seguridad?

El pobre hombre de seguridad salió de la estancia lo más rápido que pudo, no quería presenciar lo que se avecinaba.

—Creo que la respuesta la encontrarás si abres el puñetero Twitter.

Suspirando se sacó el móvil del bolsillo del bolsillo trasero del pantalón vaquero que se había puesto esa mañana. Se tiró cuatro minutos de reloj en silencio mirando la pantalla de su móvil mientras movía el dedo pulgar hacia arriba y hacia abajo, Javier la observó y se sorprendió cuando la expresión de su cara no cambió ni un ápice.

—Vale, ¿podemos irnos ya al hotel?

La frialdad con la que Amaia pronunció esas palabras solo podía significar que le pasaba algo, Javier la conocía desde que nació y sabía cuando su hermana estaba mal en serio o era un enfado tonto, y esta vez iba completamente en serio.
Llegaron al hotel más de una hora después, Amaia había decidió hacerse fotos con los fans que la esperaban allí, ante todos estaba amable y cariñosa, su hermano vio como toda la promoción de Eurovisión, todas las entrevistas, todos los actos, la gira del verano, todo había hecho que ella supiera disimular ante las cámaras y ante los desconocidos mucho mejor que al salir de la academia. Pidieron sus respectivas tarjetas para abrir las puertas de las habitaciones, la 345 y la 346, se subieron al ascensor en un silencio que podía cortarse con un cuchillo, arrastraron las maleas tras de sí cuando se abrió el ascensor y llegaron a la puerta de la primera habitación, Amaia decidió que esa sería la suya.

—Oye, Amaia...

Sin hacerle caso abrió la puerta de la habitación, un Javier atónito y muy preocupado observó como su hermana pequeña metía su maleta, la mochila y la guitarra dentro de la habitación y antes de cerrar la puerta le miraba a los ojos para decirle:

—Me dijiste que el ensayo de mañana, las pruebas de vestuario y maquillaje son a las doce, te veo allí, no me busques esta noche, voy a salir.

El portazo le dolió tanto como la indiferencia y la frialdad que tenía Amaia hacia él, suspirando y sin saber muy bien que hacer Javier tiró de sus maletas y se metió en su habitación.

Carlos estaba en su hotel, era de muchas menos estrellas que al que había ido Amaia, pero él no necesitaba ningún tipo de lujo, desde que se habían separado en el aeropuerto no había dejado de darle vueltas a lo que estaba sintiendo y lo que había sentido esos días con ella, por fin había encontrado el lugar exacto, por fin... Su móvil empezó a sonar con el único tono de llamada que no quería oír, descolgó y se tiró en la cama.

—Hola, nene.
—Hola, Anahí.
—Madre mía, menudo entusiasmo.
—Acabo de llegar a Tenerife.

El silencio se hizo al otro lado del teléfono, al que siguió un bufido que Carlos sabía qué significaba problemas, había visto las fotos en las redes sociales.

—¿Me puedes explicar que coño estás haciendo?

El silencio ahora fue por parte de Carlos.

—Creo que te acabo de hacer una pregunta.
—Si dejas de hablarme así, pues a lo mejor te contesto.
—¿Quién te crees que eres para hablarme así, Carlos? Soy tu hermana mayor, no me jodas y explícame que cojones estabas haciendo con la niñata esa en el aeropuerto como si fuerais los mejor amigos del mundo de la piruleta.

Un nudo se le hizo en la garganta y cerró los ojos intentando tragarse todo lo que de verdad quería decirle.

—Coincidimos en el aeropuerto, me reconoció de los ensayos y del concierto, se dio cuenta de que íbamos en el mismo vuelo y estuvimos charlando un rato, al aterrizar ella se fue por su lado y yo por el mío.—mintió.
—No te encariñes mucho con ella, en cuanto consiga separarles nos vamos a centrar exclusivamente en la carrera de Alfred, le tengo que llevar a lo más alto, incluso te diría que si todo sale bien quiero hundirla...

Carlos abrió los ojos y se incorporó en la cama.

—¿Qué dices, Anahí?
—Lo que oyes, si ella triunfa y sigue en el mundillo Alfred volverá a ella una y otra vez, la quiere y es de ese tipo de amor asquerosamente puro.
—Anahí...
—Me vas a gastar el nombre, nene, ¿no quieres el puto dinero para largarte al voluntariado? Pues hazme caso.

Amaia se estaba preparando, hacía un rato que Carlos le había dicho que al final no le apetecía ir de fiesta ni a tomar algo, pero que necesitaba despejarse y salir un rato a andar, le contó que conocía una playa no muy conocida ni concurrida y menos por la noche, se puso unos pantalones cortos pro de tiro ancho vaqueros, unas sandalias y una blusa negra atada a la cintura, se había recogido el pelo en una coleta baja y se estaba pintando un poco los labios cuando alguien llamó a su puerta. Sus puso que era su hermano así que con todo el ímpetu del mundo se acercó a la puerta.

—¿Qué coño quieres Jav...?

Ana y Aitana la miraron con las cejas alzadas y expresión preocupada.

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Esta tarde tendréis otro capítulo ¿a qué hora preferís que lo suba? Decídmelo en los comentarios, ya sabéis que adoro leeros e interactuar con vosotros, ver lo que vais pensando y analizando de la historia.

Estoy muy enganchada a la trama, tengo mil ideas (y mil maldades jajajajaja).

El capítulo de esta tarde y el siguiente son los "últimos" desde el punto de vista exclusiva de Amaia, pronto vamos a viajar con Alfred y Anahí a Estados Unidos, ¿Estáis preparados?.

Miss T. Girl.

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