50. El juicio.

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Estaba nervioso, frente al espejo del baño de la habitación de hotel que sus padres y él habían decidido escoger para pasar la noche anterior al juicio, se acaba de dar una ducha con agua fría, a pesar de que en las calles de Madrid el clima hiciera pensar que de un momento a otro iban a aparecer por cualquier esquina de cualquier calle un grupo de pingüinos, necesitaba despejarse.
Había pasado menos de una semana desde la llamada de Amaia desde el móvil de Ana, con su decisión de autorizar que utilizaran las pruebas. Cuando su abogado habló con los del fotógrafo, y les dio la información que Carlos les había proporcionado, tuvieron que adelantar todos los movimientos para conseguir que Anahí no saliera del país a pesar de que su madre no le había dado el dinero que le había pedido, todos tenían claro que podía conseguirlo por cualquier otro medio.
Y, como siempre, si tienes amigos hasta en el infierno, el fotógrafo había aprendido de la mejor cuando estuvo bajo su servicio, puedes conseguir que se celebre un juicio, que a cualquier ciudadano normal le hubieran costado meses o incluso años, en unos días.
Y allí estaba, colocándose la camisa oscura e intentado imaginar en su cabeza todas las posibilidades que podían darse en el juicio, su abogado les había dicho que era público, podían acudir, así que las familias García Castillo y Romero Arbizu al completo se reencontrarían en un lugar al que nunca hubieran imaginado tener que ir todos juntos.
Un pitido en su móvil le hizo salir de su cabeza para volver al mundo real, terminó de abrochar los botones y fue a ver quién era.

"De Dana: Mi amor, hoy es un día importante para los dos, mi último examen aquí y el juicio en el que se va a hacer justicia de una vez. Quiero que sepas que aunque no esté allí contigo estaré pensándote. T'estimo."

Una sensación cálida le recorrió el cuerpo, la mañana anterior, antes de que se fuera a recoger a sus padres al Prat, se había despedido de Dana, se había perdido en su piel y se habían fundido en un solo ser. Desde su viaje express a Pamplona algo había cambiado, un pequeño matiz que ambos habían notado y que estaba haciendo que el poco tiempo que les quedaba juntos tuviera una pátina de tristeza que se quedaba atascada en la garganta, ir allí, haberla visto a ella, recordar, sentir... El adiós se había hecho tangible y había caído sobre ellos como una pesada losa, ninguno de los dos quería eso, no querían que sus últimos días juntos fueran así, pero era inevitable, Dana lo tenía tatuado a fuego en la mirada.

"T'estimo, pequeña, muchísima suerte en el examen, te veo mañana por la tarde, todo va a salir bien."

Silenció el móvil y lo guardó en el bolsillo de sus pantalones, volvió al baño, terminó de peinarse y ponerse las lentillas. Varios minutos después, María Jesús, Alfredo y él ya estaban en el taxi que les llevaría a los juzgados dónde se celebraría el juicio.

Amaia suspiró mientras se ponía las medias negras.

—Mamá, por favor...
—Ni por favor ni nada, te tienes que poner esa chaqueta y punto.

Ángela se estaba riendo mientras presenciaba la escena, en cuanto estuvo todo arreglado con los abogados Amaia se tragó su orgullo y llamó a su hermana, horas al teléfono y unas cuantas lágrimas después, se habían reconciliado, ese mismo día también llamó a Javier, dos días después estaban todos en Mendillorri planeando cómo ir al juicio, su madre le había dicho que María Jesús y Alfredo también iban a ir, que se iban a reunir todos allí.

—Que no, que yo me pongo el abrigo y punto, que allí habrá calefacción.
—Eres muy cabezona.
—¿A quién habré salido?

Javiera se acercó a su hija pequeña y le plantó un beso en la mejilla que les hizo sonreír a las tres mujeres que estaban en esa habitación.

—Date prisa, en media hora hemos quedado con todos en la puerta de los juzgados y NO vamos a llegar tarde.

Las dos hermanas se quedaron solas, Amaia se terminó de poner las medias y los botines, llevaba un vestido bastante serio para su gusto habitual, pero muy adecuado para la situación, era de color gris marengo, con un escote cuadrado, se había hecho un recogido en el pelo que dejaba al aire su cuello, iba preciosa y elegante.

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