30. Cuando la tensión se corta con un cuchillo muy afilado.

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—Amaia...
—No me puedo creer que dudes de mi.
—No dudo, joder...
—Claro que dudas, Javier, claro que dudas...

Acababan de llegar al hotel en el que se alojaba su hermano; cuando el abogado, después de una charla en la que les había pedido por activa y por pasiva decir la verdad, seguía sin creerla, se enfadó y salió medio corriendo hacia la calle para pedir un taxi, unos unos minutos después llegó su hermano y salieron de allí en silencio. En la habitación del hotel de Javier solo tenía una pequeña mochila, la reunión y la denuncia les había pillado de improviso y él estaba en Barcelona viendo a su novia antes de tener que trasladarse a Madrid.

—¿Has leído la denuncia? ¿Has escuchado los detalles?
—¿Me has oído tú a mí?

Amaia se sentó en la cama y se tapó la cara con las manos a punto de echarse a llorar, y en ese momento lo recordó, la voz de Carlos rota por las lágrimas aquella noche en su hotel antes de aquel abrazo y aquel beso.

—Ha sido ella.

Javier se giró para mirar a su hermana sin saber a lo que se refería.

—¿De qué estás hablando, Amaia?
—Ella, ella lo ha planeado todo, me quiere joder la carrera y la vida...
—Amaia... No sé de qué estás hablando y me estás poniendo muy nervioso.

Amaia se levantó y se secó las pocas lágrimas que al final habían conseguido derramarse. Se acercó a la mesilla de noche donde había tirado el móvil nada más entrar y tecleo durante varios segundo que a su hermano se le hicieron eternos.

—¿Me puedes explicar...?
—¿Confías en mí?

Javier la observó bastante preocupado.

—Claro que confío en ti, eres mi hermana pequeña.
—Llama al abogado, aplaza la reunión con los demás unos días, el máximo tiempo que puedas...
—Pero, Amaia...
—Confía por una puta vez en mi sin tener a nada a lo que agarrarte, Javier, por favor.

Amaia le miraba a los ojos tan segura de sí misma, tan adulta, tan... Javier asintió y se acercó a ella para abrazarla, la quería proteger de todo lo malo que había en el mundo y en la última época no lo estaba consiguiendo, se estaba refugiando en otras personas antes que en él, se hacía mayor, su pequeña, su Amaia.

—De acuerdo, haré lo que pueda.

Amaia sonrió y se separó de sus brazos para dejar un beso en su mejilla.

—Voy a ir a casa de Ana, lo más probable es que me quede a dormir con ella y con Aitana.

No pensaba decirle a su hermano que en realidad iba a ir a casa de Carlos y de allí luego a casa de su amiga.

Ana estaba preparando la cena en la cocina mientras un Alfred, recién duchado, con las gafas y con ropa mucho más cómoda que la que llevaba en el viaje trasteaba intentando ayudarla, Aitana, por su parte, estaba sentada en la encimera, principalmente molestando.

—Tengo sueño.
—No te puedes ir a dormir aún, intenta aguantar, aunque lo más probable es que esta noche te despiertes y no puedas dormirte, cuando volví de Los Ángeles me pasó durante un par de días.

Le habían explicado que Amaia y Carlos solo eran amigos, que la prensa había sacado de contexto aquellas fotos, pero que las explicaciones se las tenía que dar Amaia, que ellas no podían meterse en un tema tan importante entre ellos, Alfred se tranquilizó un poco, sus amigas tenían razón debían solucionarlo a solas, ellos dos.
El timbre sonó, Aitana se bajó de la encimera y fue corriendo para abrir la puerta. Alfred se acercó a Ana y observó lo que estaba haciendo.

—Alfred, tengo que contarte algo, antes de que...
—¿Qué pasa?
—He visto como abrazabas a tu asistente, a Anahí...
—Es mi amiga.
—No estés tan seguro de eso.

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