3. Cumplir promesas.

2K 90 2
                                    


Al ser un desconocido más detrás de una cuenta con la que nadie sospecharía de él, Alfred se tomaba la libertad de opinar sobre todo aquello que no se podía permitir al ser un personaje público.
Le hacía sentir bien, pero a veces se sentía un poco culpable, sobre todo cuando hablaba con gente a la que había cogido mucho cariño.

<<Hola, se te echaba de menos por aquí.>>
<<He estado muy liado.>>

Esa chica, o eso decía ser, pues por su nombre de usuario o su foto de perfil, una foto preciosa de él tocando el trombón en el primer concierto en el Palau Sant Jordi, no se podía saber si era real o no, le había acogido como anónimo desde el primer momento, había sido muy amable, le había incluido en las bromas, le había explicado quien era quien en ese mundillo twittero, siempre había sido respetuosa y cariñosa, por ello Alfred había entablado una "amistad" más profunda con ella que con los demás, empezaron a hablar por mensaje directo dos semanas después del concierto de Madrid, pero con toda la promoción de Eurovisión no habían tenido mucho tiempo para entrar, así que se inventó un trabajo y unos estudios para excusarse.

<<Lo sé, ¿cómo fue todo?>>
<<Salió perfecto, ¿Y tú?>>
<<Fui al concierto ayer.>>
<< ¿Y qué tal lo pasaste?>>
<<Increíble, ojalá hubieras podido venir>>
<<Ojalá>>

Dejó los dedos suspendidos sobre las teclas del portátil, ahí estaba, la culpabilidad por mentirle a una persona tan buena. Suspiró y decidió que por hoy ya era suficiente. Pero una idea nació en un rincón de su mente, una idea que no sabía las consecuencias que podía llegar a tener.

<<Estoy cansado, creo que voy a irme a la cama ya>>
<<Son las 8>>
<<Ya, pero ayer fue un día duro>>
<< ¿Vas a volver a desaparecer varias semanas?>>
<<No, te lo prometo>>
<<Espero que cumplas tu promesa.>>
<<Adiós>>
<<Un beso>>

Cuando se despertó no sabía ni qué hora, ni dónde estaba, ni siquiera sabía su nombre, la persiana de su habitación estaba bajada del todo y no entraba ni una sola gota de luz.
Sus ojos se acostumbraron a la oscuridad, veía todo borroso, pero ese era el pan de cada día de las personas que llevan gafas, hecho que nadie entendía si no lo vivía, se incorporó en la cama, se estiró haciendo que todos los músculos y huesos de su espalda hicieran "crack" y buscó las gafas encima de la mesa, cuando se las puso todo se volvió nítido, era una sensación muy agradable.

—¿Hijo?

María Jesús llevaba bastante tiempo despierta, cuando ella y Alfredo volvieron de casa de sus amigos encontraron a Alfred dormido sobre su cama, con el móvil en la mano y las gafas puestas, le acarició con suavidad la mejilla, dejó las cosas encima de su mesa, le bajó la persiana intentando hacer el menor ruido posible y le tapó con el edredón, Alfred ni se inmutó, estaba completamente dormido. Antes de salir de la habitación se quedó observándole y no pudo evitar sonreír.

—¿Qué hora es, mama?

Tenía la boca y la garganta secas, se bajó de la cama y abrió la ventana, el sol le dio de lleno y tuvo que entrecerrar los ojos antes de abrir la ventana para ventilar la habitación.

—Casi las cinco de la tarde.
—¿Por qué no me has despertado a una hora normal?
—Necesitabas descansar.

Alfred se acercó a su madre para rodearla con sus brazos, la quería tanto, dejó un beso en su pelo y se separó para mirarla a los ojos.

—Y ahora... ¿Desayuno, como o meriendo?

María Jesús soltó una carcajada y apoyó su cabeza en el hombro de su hijo.

—Lo que tú quieras.

Mientras se calentaba en el microondas su desayuno-comida-merienda, Alfred volvió a su habitación para hacer la cama y recoger un poco las cosa. Al terminar, sin cerrar la ventana aún, cogió su móvil y se fue de nuevo hacia la cocina.
Ignoró las redes sociales y entro directamente en whatsapp, demasiados mensajes sin leer, entró en el grupo que tenía con sus compañeros de concurso, todo lleno de emoticono se con caras tristes y llorando, empezaba bien la cosa, el grupo que tenía con sus amigos de siempre también tenía varios mensajes, iban a quedar esa noche en casa de uno de ellos, cerveza y pizzas, un plan que le apetecía más de lo que quería admitir, no dudó en poner que contarán con él.
El microondas pitó justo cuando iba a abrir el mensaje de Amaia, lo preparó todo en la mesa, llenó un vaso de agua y se sentó para comer.
El mensaje no era muy largo: "Te echo de menos.", a Alfred le encantaba ver como en la intimidad, cuando sólo estaban ellos dos, aunque fuera por un mensaje, expresaba cosas que delante de los demás no hacía. La respuesta fue un simple "Yo también.", pero que significaba más que la declaración más azucarada que hubiera en el mundo.

Su amiga Marta le llamó justo antes de meterse en la ducha, quedó con él para ir andando juntos a la casa de su otro amigo, querían ponerse al día, y a Alfred le apetecía andar por las calles de su pueblo como si hubiera vuelto atrás en el tiempo. Al salir de la ducha, no se peinó, se puso los vaqueros más viejos que tenía y su sudadera negra, no le apetecía tampoco ponerse las lentillas, así que se dejó las gafas.
Se despidió de sus padres y bajó al portal donde su amiga ya le estaba esperando, se abrazaron con cariño y se pusieron a andar.

—¿Cómo estás?
—Creo que he oído esa pregunta unos diez mil millones de veces en los últimos dos días.
—No seas idiota, hablo en serio.
—Estoy bien, un poco triste, pero bien.

Marta le acarició el hombro.

—¿Cuándo vuelves al estudio?
—Por mi mañana mismo, pero le he prometido a mis padres y a mí tío que iba a descansar unos días.
—Y no vas a cumplirlas.
—Ellos me han dicho que no vaya al estudio, pero nadie ha dicho que no pueda seguir haciendo cosas desde casa.

Giraron en una calle, casi no había nadie allí, las luces de las habitaciones de los pisos estaban iluminadas, de una de ellas, que tenía la ventana abierta, salía música, tanto Alfred como Marta reconocieron la canción, se miraron y sonrieron.

—¿Y Amaia?
—Va a estar en Mendillori unos días, después viene a Barcelona con su hermano.
—La echas de menos.

No fue una pregunta, sino una afirmación, Alfred se encogió de hombros, miró al suelo y en silencio continuó andando junto a Marta hacia su destino, con Amaia cantando "Miedo" de fondo.

RealidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora