Capítulo 1

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Nuevamente desperté en el escritorio, al lado tenía una taza de café y unos papeles.

Me froté los ojos y bostezé un poco. Había dormido terrible. Me recosté en el respaldo de la silla y empecé a moverme jugando con un lápiz.
El día anterior habíamos atrapado a uno de los tantos cómplices del peligroso traficante de todo Estados Unidos y estaba agotada.
Soy la agente Prescott, por tanto llevo mucha responsabilidad en mis hombros.

Me levanté de la silla y vi mi atuendo: llevaba una camisa blanca arremangada y una especie de overol negro.
Mis tacones empezaron a hacer ruido mientras caminaba hasta el despachador de agua.

Las oficinas ya estaban en funcionamiento desde muy temprana hora.
Serví el agua caliente y me dirigí a la sala de descanso en donde conseguiría café y azúcar.

-¿De nuevo dormiste en el escritorio?- esa voz podría reconocerla en cualquier lugar... era mi amigo y agente Noah Hill

-Claro agente Hill- levanté la cara para recibir el beso que vendría a plantarme en la mejilla.

-Debes de ir a descansar, te ves mal. Es el segundo día que haces lo mismo.- me acariciaba el cabello alborotado.

-Tienes razón, lo haré, iré a mi departamento porque me urge un retoque.

-Además recuerda que hoy corresponde este uniforme.- él señala su atuendo y yo me echo a reír.

-Lo sé, pero recuerda que las mujeres nos vestimos diferente.- le doy un ligero golpe en su nariz, nos echamos a reír y me levanté de la mesa. -Iré por mis cosas y regreso.

-Claro, recuerda que hay interrogatorio.- Al decir esas palabras baja la voz ya que habían más personas ahí.

-Ya sé. Ahora si me disculpas.- empiezo a caminar levantándole la mano a mi amigo y dirigiéndome a mi oficina.

Me paré en el marco de la puerta y vi mi estancia de trabajo: era todo un desastre.

Caminé hasta donde tenía una foto de mi familia: mi padre, mi madre y mis dos hermanos menores.
Sonreí al recordarlos, dejé la foto en su lugar y alcancé mi bolso para salir de la estación.

Caminé por la calle, la gente iba y venía.
Hacía un poco de frío en la ciudad, el aire golpeaba mi cara y yo solo me abrazaba para entrar en calor.

La gente caminaba rápidamente por la calle y eso que apenas y había amanecido.
Fui hasta la estación del metro para ir a mi casa.
Solo me quedaba caminar unas cuantas cuadras de la estación y estaría en casa.

Cuando estaba en la puerta de la casa, busqué mis llaves y entré a ella.
Todo estaba impecable, se notaba que casi no vivía en casa. Todo en su respectivo lugar.
Dejé mi bolso en el sofá y subí a darme una buena ducha con agua caliente.

Después de ducharme, busqué lo que sería mi uniforme de ese día: pantalones negros de tela de mezclilla, camisa de mangas largas negras, botas y una gorra.

Recogí mi cabello en una coleta alta y me maquillé un poquito.
Ese era mi uniforme favorito ya que el negro era el color que más me gustaba.

Bajé hasta mi cocina para ver qué comer.
Como nunca cocinaba ahí, todo estaba intacto.
Me decidí por un emparedado y un jugo de manzana, ya quería descansar del café.

Me senté para devorarme el emparedado.
Disfruté después de varios días el comer en casa. Entonces el teléfono empezó a sonar.

Me levanté algo molesta ya que no me gustaba interrumpir mi desayuno.

-¿Hola?- descolgué el teléfono.

-Hola mi vida.- era mi mamá.

-Ah, ¿Qué pasó mamá?- fruncí ligeramente el ceño. 

Agente PrescottDonde viven las historias. Descúbrelo ahora