capítulo 50 ✔

762 41 5
                                    

Días y más días transcurrían y Rick no regresaba de su asignación. Siendo ambos agentes especiales era muy difícil frecuentarnos, a veces me ponía a pensar en cómo le hacía para siempre decirme algo, buscarme, y me sentí un poco mal por rechazarlo.

Elijah y Shannon entablaban amistad, pero igual que nosotros dos, siempre estaban ocupados pero hacían sacrificios por estar juntos en ocasiones.

Una tarde en la que al fin me desocupé, pude levantarme de esa silla a la que estuve atada cuatro días seguidos, pues estaba investigando y planeando una operación para enfrentar a la mafia rusa y sus cómplices, los culpables de la muerte de mis amigos...

Me paré frente a la ventana y admiré el paisaje que se contemplaba de lejos.
En ese momento me puse a reflexionar en lo que había sido mi vida, ya tenía 31 años. Los mismos que pasaron sobre mi y de cada experiencia vivida había sacado una lección valiosa de cada una.

Pasé mi cumpleaños dentro de la oficina, sobreviviendo a los desvelos a base de café, entre cuatro paredes y una montaña de papeles sobre mi escritorio. Entre armas y drogas confiscadas el mismo día de mi cumpleaños. Esa mañana, apenas pisando la oficina me llamaron para llevar a cabo una de tantas operaciones en mi agenda, así que nada más llegué por mi equipo y salí a realizar mi trabajo y volver hasta el anochecer. No fue hasta hoy temprano que revisé mi buzón de mensajes que leí los mensajes de mis amigos felicitándome, incluso de Rick, diciéndome que estaba bien y que pronto volvería.

Sonreí al recordar su texto.

Realmente yo era una persona feliz, pero gracias al trabajo y con poco tiempo para relacionarme con mis seres queridos. Pensé: ¿qué hubiera sido de mi si no regresaba al FBI? Mi futuro en España era incierto, mi vida perdería sentido y se volvería monótona, pero estando aquí haciendo lo que más me gustaba era lo que de verdad le daba ese sentido a mi vida.

Pero en partes reflexionaba de las personas que me había perdido por estar encerrada trabajando: de buenos momentos con mis amigos y familia, de su compañerismo y de sus descargas de cariño hacia mi. Extrañaba a mis padres, sí, pues gracias a ellos soy quien soy, la persona de principios como nos criaron. Sin duda Daphne Collins y Harold Prescott habían sido unos padres maravillosos y sin duda me sentía muy afortunada por tenerlos a mi lado, le agradecía a dios por la oportunidad de dármelos a mi como mis padres, y aunque ellos se esforzaron por criarnos bien, lo más recto posible, cada uno de nosotros decidimos a dónde ir, y al menos nosotros dos fuimos los únicos que no decepcionaron a mamá y papá. Audrey ya era una persona lo suficientemente grande como para saber las consecuencias de sus actos. Y tanto mi hermano como yo, nos propusimos no defraudar a nuestros padres. Por eso yo me esforzaba por hacer siempre las cosas bien, y si ellos se enteraban a profundidad cómo se habían dado las cosas entre Wyatt y yo, los decepcionaría, y eso no quería.

Seguí contemplando el atardecer, era hermoso.

Recordé las palabras de papá cuando éramos pequeños y nos llevó a un día de campo.
—"Niños, siempre que puedan observen el atardecer y refexionen en qué pueden agradecer, admiren el paisaje pues ningún atardecer vuelve a repetirse".

Sonreí al recordar esas palabras, yo tenía 9 años, Audrey tenía 5 y Bentley 4. Es increíble cómo el cerebro puede almacenar los buenos momentos que pasamos con los familiares, cómo rememorar esas ocasiones te invadía de felicidad por un fugaz tiempo, pero te hacía sentir bien.

—Prescott— la voz de Wade me sacó de mis pensamientos.

—Dime Baker— me giré.

—Entrenamiento— me señaló su reloj.

—Cierto— dejé de observar el atardecer y seguí a mi compañero.

Y es que según ciertos informes recientes, a Audrey se le vio en una casa abandonada a las afueras de Kansas. Lo que indicaba que era una prófuga impredecible.

Agente PrescottDonde viven las historias. Descúbrelo ahora