Capítulo 30

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Abrí lentamente los ojos y vi pura obscuridad. A mi lado escuchaba unos gemidos, sentí que en mi boca tenía algo pegajoso, quizá era cinta.

El quejido seguía y vi una bota que me golpeaba para voltear. Volteé y por su cuerpo reconocí que era un chico.
No podía verle el rostro por la poca visibilidad.
Una puerta se abrió y vi una franja de luz llegar a mi pie. Intenté mover las manos pero éstas estaban amarradas. ¡Había sido secuestrada!

Entonces vi que una silueta entró a donde estábamos y cerró la puerta tras de sí.

—Ya despertaron gusanos— dijo la voz de esa mujer... podría reconocer esa voz, ¡ERA AUDREY!

Empecé a moverme y quejarme junto con el chico que estaba a mi lado. Ella prendió la luz y efectivamente era mi hermana, vestida toda de negro y con el cabello teñido de rojo, ella era la chica misteriosa que abordó el taxi hasta donde recordaba.

Se acercó a mi y quitó la cinta de mi boca mientras conservaba un pañuelo de tela.
—¡Auch!— grité debido al dolor intenso que había dejado alrededor de mi boca. —Audrey, ¡¿pero qué locura es esta?!— le grité aterrorizada.

—Tú eres la menos indicada para hablar, maldita resbalosa— me dio una bofetada y una patada en las costillas. Subí un poco mis piernas por el dolor.

—Pero... ¿yo qué demonios te hice? ¡Siempre traté de ayudarte! ¡eres una malagradecida!— alcancé a decirle.

—Me jodiste la vida existiendo estúpida Riley— su voz se escuchaba con rabia, sus ojos transmitían lo mismo.

—¡Explícame!— estaba confundida y tenía ganas de estrangularla en ese momento.

—Bien, empezaré por el principio... ¿recuerdas a Liam?

—Sí, sí recuerdo a ese cabrón, ¿qué con él?— estaba tan enfadada que los insultos salían con facilidad de mi boca.

—Pues tú me lo quitaste, siempre te empeñaste en joderme, quitarme a los chicos que yo me buscaba, zorra maldita.

—¡Por favor Audrey! ¡Liam ya es cosa del pasado!

—Sí, sí lo es, pero ¿recuerdas a Wyatt?

—¿Qué con él?— sentí como un bajón dentro de mi.

—Resulta que yo soy su esposa.

—¡¿Qué demonios dijiste?!— entonces comprendí el porqué jamás aparecía quien era la maldita esposa de Wyatt.

—Como lo escuchas, yo jamás estuve en coma, y ustedes— ríe psicóticamente —pobres estúpidos, preocupándose por mi, empezando por ti y el idiota de Kenny.

—¿Cómo...? ¿cuándo...?— estaba tan confundida que no podía articular palabra alguna.

—Sí, como lo escuchas, hice mucho y llevabámos planeando esto desde hace tiempo con Wyatt, me costó demasiado— se giró y continuó hablando —necesité de doctores, personal, inteligencia... de muchísimas cosas.

—Entonces... ¿tú siempre supiste que Wyatt era el asesino? ¿nunca tuviste miedo alguno?

—¡Por favor Riley!— tenía una sonrisa de satisfacción en el rostro —¿Cómo puedes ser tan estúpida? ¡Por supuesto que sí!— extendió los brazos y soltó una carcajada.

—No puedo creerlo... nos viste la cara...

—De estúpido e inútiles.

—Si tan solo pudiera, en este momento te mataría— dije con rabia, sentía que la sangre se me calentaba por dentro y que mi corazón latía cada vez más fuerte.

Agente PrescottDonde viven las historias. Descúbrelo ahora