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Aáron

Me molesta como el demonio encontrar salir como un maldito loco del demonio detrás de esta mujer para salir y encontrarla hablando con un desconocido.
¿Qué tal si le pasa algo por estar hablando con extraños?

Ahora el idiota me mira como lo que es...repito UN IDIOTA; no se mueve del maldito sitio, como si no estuviera hablando con él en lo absoluto.

Miro a Paige quien al parecer está estupefacta al verme; la reto con la mirada y es ahí cuando su rostro cambia de sorpresa a ira en un solo segundo.

-Tenemos que hablar, dile que se valla.- suelto.

-La señorita y yo estábamos hablando muy a gusto, no creo que esa sea la manera de venir a interrumpirnos.- aprieto mis puños -¿Lo conoces?- le pregunta a Paige señalándome.

-¡Escúchame bien! A mí no me importa lo que estaban y a ti mucho menos debe de importarte si me conoce o no...LAR-GA-TE- siento la furia crecer en mi interior cada vez más.

-Aáron, el no tienes que estar aquí eres tú. Déjanos.- definitivamente ahora el sorprendido soy yo. -Cómo dijiste que era tu nombre, le pregunta con una sonrisa.- esto tiene que ser una maldita broma de mierda.

-Stanley- contesta.

Ahora me ignoran, es como si fuera invisible ante sus ojos.
He de tener los nudillos blancos y las uñas marcadas en la palma de la mano, de tanto contenerme.
No sé qué demonios me está sucediendo, pero como odio esto joder.

Paige lleva su mano derecha hasta su brazo.
-¡Vamos!- ¿Enserio piensa ignorarme?
Comienza a caminar, tomada del brazo del tal Stanley.

Mi cuerpo no puede estar más rígido, y jamás de los jamases me había sentido tan airado en toda mi vida.

No sé en qué momento he tomado a Paige del ante brazo, jalándola hacia mi...Cuando la mirada del cabrón se encuentra con la mía, hago que mis ojos cambien de color.

-¡Aléjate de ella!- le digo con un tono de voz que ni yo mismo conocía.

Su rostro de pronto cambia, mostrándome el pánico que ahora mismo siente. Me lleno de satisfacción al ver cómo sale despavorido hacia la casa dejándome solo con esta mujer, que a logrado sacarme de quicio.

-¿Qué demonios ha sido eso?- pregunta ahora, la dama detrás de mi.

Cierro los ojos, en busca de calma, de relajación, de paz interna. Cuando al fin logro controlar mi respiración es que decido voltear.

-No quiero hablar.- de pronto dice.

-¡Oh claro que lo harás!- me desespera que se comporte así.

-¡Suéltame!- sonrío al escuchar su orden. -¿De que te ríes?- pregunta furiosa -¡Suéltame o empiezo a gritar!- me amenaza.

-¡Tenemos que resolver esto Paige! Deja tu actitud de niña recién nacida, porque somos adultos.- creo que son las palabras más racionales que por mis labios han salido jamás.

Me acerco a ella.
No puedo evitarlo, está preciosa.

-No te acerques- dice con la voz entrecortada.

-¿Si lo hago que?- pregunto acercándome aún más.

-¿Qué quiere? Debo ir con Bruno.- dice arruinando nuestro momento.

-Si pudiste salir es porque ya no te está poniendo la atención que mereces.- afirmo

-No te metas en lo que no te importa. Ahora suéltame que me haces daño.- esto confirma mis sospechas.

Mi Alpha, Mi HombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora