Capitulo 1 | Secuestro.
—Dulce cariño, ya puedes pasar.
Le sonreí a la recepcionista antes de levantarme con esfuerzo sosteniendo mi abultado—pero pequeño— vientre y entrar al minúsculo, pero acogedor consultorio.
— ¿Ecografía, no?—pregunto la doctora mientras me saludaba—. Bien cariño, vas a recostarte y levantarte esa remara, hoy vamos a conocer a ese retoño tuyo.
La sonrisa que adornaba mi rostro era gigante, la podía ver atravesó del enorme espejo que adornaba la habitación, me recosté en la dura camilla y levante la remera suelta que traía. La imagen de mi abdomen elevado por los tres meses de embarazo que tenía me dio la bienvenida.
Amaba ver eso.
Un escalofrió me recorrió cuando la doctora me paso el aparato con gel en el sobre mi abdomen. Pronto la habitación se llenó con ese hermoso sonido del pequeño corazón de mi bebe, mientras la doctora me decía todo con respecto al tamaño y peso, no escuche mucho, pero algo entendí.
—Espero verte dentro de un mes para tu próxima ecografía—asentí tomando el papel que me tendía—. Normalmente en estos casos no hay ningún problema, pero es por precaución—me sonrió—. ¿Tú pediste los datos para conocer?
—No—negué antes de acariciar mi vientre—. Este bebe es solo mío, no creo que conocer a quien dio el esperma sea algo bueno para mí—me encogí de hombros—. No quiero que si lo vuelvo a ver, se convierta en algo incómodo—medite.
—Entiendo—asintió—. Muchas madres hacen eso.
Le sonreí antes de empezar a despedirme y salir de la habitación. Mientras tomaba el ascensor le mande un mensaje al chofer para que me recoja en la entrada, tal vez tenga ganas de ir por algo dulce y le pida que me deje en el centro comercial.
Lewis me había mandado hace unos días que estaba gastando más de lo usual, que debería controlarme. Claramente lo único que hice ante eso fue clavarle el famoso visto, era mi dinero después de todo.
— ¿Señorita Coleman? —Me detuve en frente de la entrada y gire a mirar a la recepcionista—. ¿Dulce Coleman? —asentí acercándome, la pequeña morena frente a mí me miraba nerviosamente.
— ¿Si? —pregunte después de que no hiciera nada más que mirarme.
—Yo—miro a su alrededor antes de respirar profundamente—. Vera hubo un error con su caso—alce mis cejas—. Y la clínica no puede hacerse cargo en esta situación—trago duro—. Verdaderamente lo siento mucho—empezó a balbucear.
—Disculpe—la intente parar—. No entiendo de lo que me hablas.
— ¿Dulce Coleman? —solté un chillido cuando una mano dura y grande me tomo por el codo para girarme.
El pecho de alguien me hizo elevar la mirada, unos ojos marrones me dieron la bienvenida, el hombre frente a mi era grande, enorme era la palabra correcta, no debería de tener mas de cuarenta años.
—Soy yo—musite intentando soltar mi codo de su mano, dándome cuenta que detrás de él había como seis hombres y que justamente la entrada estaba vacía de gente excepto ellos.
Mierda.
—Deberá acompañarme—me removí con más fuerza—. ¿Puede tranquilizarse, por favor? —me miro con altanería.
—Suélteme—chille.
—Escúchame niña—abrí mi boca dispuesta a gritar cuando sus manos me tomaron por mis hombros y me sacudieron un poco—. Esto no es un juego, vendrás con nosotros—ordeno antes de empezar a arrastrarme detrás de él.
Hice un par me movimientos hasta que lo tuve frente a mí, no sé qué mierda hice, pero logre pagar mi rodilla a su entrepierna, no pase mucho escuchando sus lloriqueo cuando otro hombre me quiso agarrar y mi puño voló a su mejilla, eso de usar anillos servía, pero también dolía para la mierda. No había ido a defensa personal por tres años por nada.
Creo que logre pegarle un puñetazo a alguien más y pegue una patada en la rodilla de alguien antes de que me agarraran de a tres y no pudiera moverme, el rostro rojo del primer hombre fue lo primero que vi.
—Mira niña—gruño—. Iras con nosotros por las buenas o por las malas.
—Prefiero la segunda opción—chille levantando una de mis piernas intentando golpearlo, claro esta vez fue listo y se movió rápido.
—Pues yo prefiero la primera—murmuro alejado de mí.
Fruncí mi ceño cuando me dio la espalda con un móvil en sus manos, parpadee varias veces cuando mis ojos se intentaron cerrar.
—La tenemos—creí escuchar, mientras luchaba contra el horrible sueño que me estaba agarrando.
Claro fueron solo segundos, antes de que la oscuridad me recibiera.