45. NO ESTOY AQUÍ PARA HACER TRUCOS DE MAGIA.

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Era duro de admitir, pero había cometido un error, ese pequeño cálculo había fallado, con grandes consecuencias para él.

Estaba preparado, tenía un plan de contingencia, pero por ese error, había retrocedido mucho en el tablero de su propio juego.

Creyó que sería Tony quien iría a él, por eso no se había deshecho de su celular. El millonario caería en la trampa, actuaria solo como siempre lo había hecho, y entonces lo mataría, un solo disparo, una imagen que se encargaría que el mundo entero viera.

Claro que había una probabilidad de que los vengadores le siguieran, de que Hope volviera lista para atacarlo. Por eso había ocultado la bomba, por eso tenía preparados las bombas de gas, por eso había dejado el control de viaje en el tiempo en caso de necesitarlo.

Todo estaba bien planeado, el único maldito problema, fue que el castaño no se había aparecido en ningún momento, todos estaban ahí menos él.

Su az bajo la manga era la incapacidad de Tony por trabajar en equipo, cuando estaba bajo presión y la culpa le carcomía hasta lo más profundo de su ser. Pero no estaba.

Comenzaba a quedarse sin aliados, era el momento de una retirada, de desaparecer, como siempre lo hacía cuando alguien se encontraba cerca de atraparlo.

Pero esta vez no lo haría, si debía morir, que así fuera, pero desde luego que no caería solo, alguien le acompañaría hasta su tumba, estaba dispuesto a ello.

Antes no entendía como era que la obsesión de Moriarty lo había llegado a suicidarse si con eso Sherlock también moría, siempre había considerado esos actos como en extremo estúpidos, donde por obsesión, las mentes brillantes veían su caída.

Pero ahora era así, y no le importaba serlo, porque la ira ya nublaba su juicio, lo supo desde el momento en que tomo al bebé de Barton cuando escapo.

Los vengadores, el gobierno, el hechicero supremo, Watson, John, Deadpool... se había creado formidables enemigos.

Su juego de la vida tenía un final después de todo. Como la realidad en que vivían, el juego no podía durar para siempre, pues se volvía amargo, una sombra que poco a poco te engullía, hasta no dejar nada.

Su parte racional, lo que aún quedaba, maldecía el día en que decidió jugar aquello, deseando jamás haber empezado con el acecho, con aquel nuevo reto.

Pero no tenía tiempo de escuchar esa voz, pues lo único que ocupaba su mente ahora era como darle fin a aquello. Destruiría a tantos como pudiera, dejaría secuelas, cicatrices que servirán como hierro ardiente para los que queden, se aseguraría que jamás pudieran olvidarlo.

-nada personal, pequeño-murmuro, viendo casi enternecido la pequeña figura en sus brazos, envidiándole por aquel sueño tranquilo en el que se encontraba, sin ser consciente de que era la muerte quien ahora le cargaba en brazos.

Sin embargo, no era un ser sin sentimientos, aunque no quisiera, incluso él tenía límites ¿matar a un bebé a sangre fría? No, no, que tampoco era un completo monstruo.

Como un cariñoso padre lo había tranquilizado cuando estaba llorando, arrullándolo hasta que llego a ese estado de tranquilidad. Un pequeño y regordete niño ¿Quién desearía hacerle daño?

Nadie que fuera capaz de razonar lo lastimaría, y él no era la excepción, pues incluso le había llevado a casa, en aquella pintoresca granja cuya ubicación Clint había protegido tan celosamente.

Lo introdujo en la cuna con cariño, cobijándolo incluso, nunca había pensado en tener hijos, pero parecía una experiencia muy reconfortante.

-Tú padre sí que es muy descuidado, tener a un bebé en una zona llena de peligrosos animales ¿Qué no pensó lo probable que es que un alacrán se cole en la cuna de su bebé? O... tal vez una víbora-termino susurrando, observando con seriedad la cascabel que se había comenzado a arrastrar por sobre la madera de la cuna, bajando lentamente hasta la manta que cubría a Nathaniel.

4. DETECTIVES: ENCRUCIJADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora