La Salvación de Hámzterdan

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Los orcos seguían saqueando y destruyendo lo que quedaba de la ciudad, estaban decididos a no dejar piedra sobre piedra, pero el sonido de un cuerno se escuchaba en la lejanía, no uno cualquiera, sino uno glorioso, mágico, uno que haría que los buenos se sintieran revitalizados y que los malvados huyeran aterrados, que fue lo que sucedió en este caso.

Los orcos al oír el cuerno se escondieron, pero a los pocos segundos salieron porque pensaban que cualquier refuerzo sucumbiría ante su poderío.

Un ruido se escuchaba, sonaban como muchos caballos, pero se oía más pesado, los orcos sintieron curiosidad y se asomaron a ver que era, eran elfos, Frédek y Anglicabix lograron llegar a Elysium, los elfos estaban montando alces y estaban armados con lanzas de punta de diamante y protegidos con armaduras doradas.

Su Rey Elyosea se encontraba liderando el asalto contra los orcos montado un alce muy grande y una espada de cristal cuya punta se dividía en dos.

A Frédek y a Anglicabix les habían proporcionado armas y armaduras élficas.

Los orcos sienten aversión por todas las criaturas vivas, especialmente de los elfos, de donde provienen, (los orcos son aberraciones elficas, así como los trolls de los ents) rápidamente se organizaron para contraatacar.

—¡Llegamos tarde!—Exclamó Frédek con horror al ver la situación.

Veinte minutos antes de la llegada de los elfos, Merkel habia salido a la ciudad, los orcos luchaban con fiereza contra los últimos guardias, la torre Este ardía en llamas y los wyvernos daban vueltas a su alrededor.

Buscándolos con la vista, Merkel encontró la zona donde estaban antes de separarse, camino hasta allí, se volteó hacia la izquierda y vio a dos personas tiradas que reconoció: Javier y Diego.

Merkel se acercó a Diego y vio las heridas, rápidamente machacó la flor y vertió sobre el unas gotas de aceite salido de sus pétalos, las heridas sanaron como por arte de magia y Diego despertó.

—¿Estoy muerto?—Preguntó Diego mientras se levantaba.

—No, te encontré a tiempo—Le corrigió Merkel.

—Me imaginé que estaba vivo, porque esto no parece el Más Allá—Comentó Diego.

—No me hagas arrepentirme de salvarte—Advirtió Merkel.

Merkel aplicó el mismo proceso a Javier y sanó igualmente, despertó a los pocos segundos.

—¿Qué paso? ¿Ganamos?—Preguntó Javier.

—¡Tenemos que escondernos! ¡Luego les explico!—Prometió Merkel.

Los tres se ocultaron en el sótano de la casa donde Diego saltó del tejado, pero antes, movieron un mueble enfrente de la pequeña trampilla del sótano para que no se vea si alguien entra, cuando todos terminaron de entrar, escuchan un fuerte ruido, el mueble se cayo sobre la trampilla.

—¡Diablos!—Se quejó Javier.

—¡Estamos atrapados!—Exclamó Diego.

—Nos tendremos que quedar aquí unos días—Comentó Merkel.

—¿Por qué?—Preguntó Diego al no entender el razonamiento de Merkel.

—Porque si gritamos por ayuda los orcos nos escucharan—Explicó Merkel.

—¿Y porque unos días?—Dudó Javier.

—Solo decía...—Se disculpó Merkel al no encontrar respuesta inteligente.

Al llegar los refuerzos, los orcos hicieron una barrera y colocaron sus armas apuntando hacia los elfos, los alces bajaron sus cornamentas y arremetieron  contra los orcos.

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