Desiertos, Volcanes y Templos

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Ludwig, Camino a Aqua de Vita...

Ludwig estaba en una carreta conducida por un caballo y el hombre al que le había comprado el pasaje. Desde donde estaba se podía ver el final de la comitiva imperial con sus amigos prisioneros. La herida le dolía y hacía mucho frío.

El hombre que conducía la carrera se llamaba Gregorio y a Ludwig le daba mala espina; no sabía por que, pero sentía que si no permanecía alerta le robaría hasta la ropa.

Gregorio era un hombre callado, en todo el trayecto que llevaban recorrido no había dicho ni una sola palabra.

Ludwig le había ordenado a Gregorio que se mantuviera a cierta distancia de la comitiva; que los pudieran ver, pero no reconocer.

En tres días ya habían abandonado el horrible frío de Páramo Congelado y entraban en Páramo Desolado, el cual por ahora no tenía nada de desolado.

La transición de una región a otra era algo peculiar: simplemente se acababa la nieve y comenzaba un mar de arena cubierto de oasis.

Páramo Desolado era algo digno de contemplar: Los caminos eran de piedra pulida y de una muy alta calidad, palmeras crecían rítmicamente a ambos lados del camino y la arena reflejaba el sol.

El calor que hacía era tan horripilante como el frío y Ludwig tuvo que improvisar un turbante para protegerse del sol.

En todo el camino Ludwig había comido y bebido lo poco que había logrado comprar antes de partir.

María, Marc y Luis, Camino a Dæ...

El Monte Rojo estaba humeando y el viento comenzaba a soplar, arrastrando polvo y ceniza.

—¡Cubranse los ojos!—Advirtió María—

Luis sacó una sábana que les habían dado los enanos y la abrió en toda su amplitud.

—¡Abajo de la sábana! ¡Rápido!—Ordenó Luis—

Pasaron un largo rato debajo de la sábana junto a los caballos (Que de nada sirve un caballo ciego) hasta que sintieron que el viento se detuvo.

—Creo que estamos enterrados bajo la ceniza—Opinó Marc tras intentar levantar la sábana—

—Voy a verificar eso—Dijo María mientras perforaba un huequito en la sábana con su arma, por el cual cayó un poquito de ceniza—

—¿Ves luz por el agujero?—Preguntó Luis—

—Si—Afirmó María—

—Entonces no es mucha—Dijo Marc—

Los tres empujaron al mismo tiempo y lograron a salir, pero un montón de ceniza les cayó encima.

Después guardaron la sábana y se montaron en los caballos y siguieron su camino rumbo a Dæ. Calculaban su llegada dentro de dos días.

Ramen, Diego y Pixie, Templo de Khabalhea...

Estaban en completa oscuridad rodeados por los adoradores.

—¡Todos hagan silencio!—Ordenó Nicole—

Los adoradores hacían mucho ruido, así que cuando falla la visión, se recurre a la audición.

Ramen decapitó a uno que estaba muy cerca y Diego apuñaló al que le había hecho caer la antorcha. No obstante, los pequeños seres comenzaron a apedrearlos y clavarles sus lanzas.

—¡Tengo que hacer algo!—Se repetía Pixie a si misma—¡Ah! ¡Ya lo tengo!—

—¡Cierren los ojos!—Advirtió ella—

Pixie salió de la vaina y subió hasta el techo e incrementó su luz rapidamente, cegando a los adoradores y siendo una luz para todos los demás.

—¡Bien pensado pequeña hadita!—Felicitó Nicole—

—¿¡A quién le dices pequeña hadita!?—Replicó ella—

En pocos segundos mataron a los adoradores. Sin embargo Diego estaba herido y muchos monjes tambien.

—Ahora debo realizar el ritual de sellado de Khabalhea—Explicó Nicole—Quédense aquí—

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