Viaje Astral

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En la torre de centinelas tenía lugar un gran almuerzo. Pixie había encontrado unas reservas de pan extraño que olía bien y no sabía nada mal. Sin embargo se veía viejo.

—¿Qué diablos será esto?—Comentó Ludwig en forma de pregunta mientras comía un poco.

—Yo creo que un pan muy viejo que hará que nos enfermemos—Respondió Andrew sarcásticamente.

—De todos modos está muy bueno—Añadió Luis.

—Voy a realizar un viaje astral para ver el panorama—Anunció Alerión—No me molesten.

—Está bien—Afirmó María.

Diego abandonó la torre y desenvainó la katana de Ramen. En ocasiones perdía el equilibrio pero cada vez dominaba mejor el mismo. Con la katana cortó una rama fácilmente y luego la envainó. Posterior a eso, Diego hizo una pila de piedras.

—¿Qué estas haciendo?—Preguntó Ambarea.

—Es una tumba para Ramen—Respondió Diego—O al menos hasta que volvamos a Bern.

—Mira—Pidió Ambarea.

Ambarea congela el aire y levanta una columna de hielo de tres metros de altura que luego se convierte en una cúpula de cubre todo el monumento.

—Hermoso...—Comenta Diego—¿Eres una elfa gélida no?

—Sí.

—¿Por qué decidiste salir de Aiz?—Preguntó Diego—No creo que haya sido por sed de aventura.

—Aiz...—Comentó ella en un suspiro—Aiz está bajo la mira de Varione. Los dez, perdón, ancianos dicen que si Varione nos halla y nos obliga a formar lazos debemos de hacerlo.

—¿Y tu no crees eso?—Inquirió Diego.

—No—Negó Ambarea—Salí a ver si Varione es bueno y no es bueno.

—Alguna vez si lo fue—Añadió Diego.

—Relata—Pidió Ambarea.

—Antes del Imperio, el hambre, la guerra, la plaga y la muerte eran cosas comunes. Luego, en la ciudad de Aqua de Vita, un hombre llamado Solag llegó a ser rey y comenzó una campaña de conquistas que llevó a unir a casi todos los reinos de la humanidad en veinte años—Explicó Diego—No habían sucedido más guerras hasta ahora.

Mientras ellos conversaban. Alerión estaba utilizando la visión astral para observar Bern.

Los elfos estaban ahí para su sorpresa y Elemor estaba gravemente herido. Siguió observando y vió a algunos soldados del Imperio Varione huyendo a través del bosque, pero eso no era lo que estaba buscando. Fue mucho más lejos hasta que llegó a territorio de Montaña de Hierro y su percepción bajo. Se dió cuenta de que había llegado al límite de sus poderes. En el pasado no había tenido esos problemas pero ahora que sus facultades regresaron a los de un humano común si los sufría.

—¿Te ayudo?—Preguntó con gracia una voz detrás de el.

—¿¡Galaiz!?—Exclamó Alerión—¡No es posible entrar en el viaje astral de alguien más!

—¿En serio?—Dudó el—Al parecer te equivocas

Galaiz tocó el hombro de Alerión y el mundo se clarificó de un modo que Alerión jamás había visto. Podía ver el aura de cada ser vivo y su fuerza vital.

—¿Pero qué es esto?—Dudó Alerión—Tanta información... ¡Me abruma!

—Esto es lo que he alcanzado con mi potencial mágico—Respondió Galaiz—Y no es sino solo una centésima fracción.

Galaiz dió un paso al frente y avanzaron en menos de un segundo hasta el Monte Rojo. La ciudad en la falda de la montaña había desaparecido y la furia del volcán impregnaba el suelo de lava ardiente. De la boca del volcán no solo salía lava, sino que muchas criaturas del Más Allá surgían.

Rapidamente fueron a ver los alrededores y observaron como hordas y hordas de monstruos masacraban enanos fuertemente armados como si fueran nada.

—La Oscuridad Siempre Vuelve... Criaturas más antiguas que Gil-Garald también desean la Llama Eterna...—Murmuró Alerión.

—Aún hay tiempo para salvar el mundo.

—¿Estás seguro?

—Siempre hay una oportunidad.

—Que los dioses nos protegan entonces.

Ambos volvieron a sus cuerpos y anunciaron sus descubrimientos al resto.

—¿Tienen alguna idea de cuáles podrán ser los seres que Gil-Garald liberó?—Preguntó María.

—No. Eran extraños—Negó Alerión—Sin embargo, se de alguien que nos puede decir.

—¿Quién?—Inquirió Andrew.

—¿No estarás hablando de...?—Dudó Diego.

—El mismo—Interrumpió Alerión.

—¡Ramen nunca nos dijo dónde estaba!—Exclamó Diego.

—Habrá que encontrarlo—Replicó Alerión.

—¿¡Pero de quién demonios hablan!?—Exclamó Ludwig.

—De el Ojo—Explicó Galbam.

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