Bandidos y Duendes

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Alerión, Galbam y Onmund, Montañas Azules...

Los ruidos de la pelea de los gigantes de piedra se seguían escuchando a lo lejos. Ya habían atendido a Alerión y se preparaban para partir.

—¡Hey!—Les llamó Alerión la atención—Ya que no tenemos a los caballos y desde aquí observamos otro pico de la montaña, podemos transportarnos allá.

—Buena idea—Respondió Galbam antes de transportarlos al otro pico—¿Ahora a cuál Onmund?

—A ese de allá hemos de dirigirnos —Respondió Onmund señalando otro pico hacia el Sur.

Después de teleportarse dos veces Galbam se detenía a descansar, ya que la teleportación múltiple era agotadora.

En un par de horas llegaron al último pico, luego comenzaron el descenso, el cual fue muy díficil por que Alerión estaba herido. En seis horas bajaron una distancia que se podía bajar en treinta minutos.

—Si se voltean a su derecha verán la ruta por la que debimos de haber descendido de no ser por el Concilio Oscuro—Comentó Onmund—Ahora nos dirigiremos a Hevnaraz.

En dos días llegaron a Hevnaraz, fueron recibidos por una patrulla de guardias que hacía sus rondas por la zona.

—¡Hey! ¡Onmund!—Llamó uno de ellos, cuyo nombre era Ernest—¿Quienes son ellos?

—¡Saludos amigos!—Le saludó Onmund—¡Estos también son amigos y uno está herido!

—¡No se hable más!—Puntualizó Ernest—¡Cualquier amigo tuyo es amigo mío!

Ernest se mostró muy amable y llevó a Alerión en su caballo.

Hevnaraz era una ciudad pequeña, casi todas las ciudades tenían nombres extraños debido a  que esos eran los apellidos de los fundadores; las casas eran de madera y hacía mucho frío. En el centro de la ciudad había una plaza y un minimercado y alrededor de esta se encontraban las casas y tiendas.

El lugar donde residía el Rey de la ciudad, el Rey Andrel, era ostentoso en comparacion al resto, pero humilde al lado de otros palacios y castillos.

A Alerión lo atendieron en la casa de un alquimista llamado Samuel.

Galbam intentó contactar a sus compañeros por medio de la magia, pero ya se habían salido del alcance de su poder mágico.

Luis, Marc y María, Montaña de Hierro...

Después de una noche de descanso, el trío de amigos de dirigieron a la ciudad enana de Frott.

—¿Hacía donde queda Frott, Luis?—Preguntó Marc.

—Hacia el Oeste—Explicó María antes de que Luis pudiese siquiera pensar su respuesta—Llegaremos como en dos días.

El primer día lo pasaron sin ningun altercado, pero al segundo fueron rodeados por un grupo de treinta y dos bandidos, dirigidos por una cara muy familiar: Vag.

—¿¡De verdad creían que los dejariamos ir por lo que les hicieron a mis chicos!?—Preguntó Vag sarcásticamente—Sin embargo, ahora vine más preparado.

Los jinetes que acompañaban a Vag sacaron y apuntaron a nuestros protagonistas con ballestas, mientras que Vag desenvaino una espada élfica, seguramente robada.

—¡Disparen!—Ordenó Vag.

Mientras los bandidos cargaban sus ballestas, María y Luis habían tomado disimuladamente unas pociones de invisibilidad hechas por María y ya estaban teniendo efecto.

—¡Hasta el final!—Gritó Marc antes de darse cuenta de que sus amigos habían desaparecido—¿A donde fueron?

—¡¡¡DISPAREN A TODOS LADOS!!!—Ordenó Vag desesperado.

Los bandidos estaban tan preocupados por María y Luis que habían olvidado a Marc por completo.

Luis lanzó una piedra entre unos bandidos, los otros dispararon asustados, pero solo consiguieron matar a dos de sus compañeros.

María degolló a otro silenciosamente y rapidamente se alejó.

Marc aprovechó la confusión y el miedo para irse sigilosamente.

—¡No-No pueden es-es-esconderse para siempre—Tartamudeó Vag antes de dar un grito que asustó a los caballos.

El plan de Vag había funcionado: al asustarse los caballos habían levantado tierra y esta se pegaba a María y Luis, revelando su posición.

Estos sin perder tiempo, se abalanzaron sobre los bandidos sin darles tiempo de reaccionar.

Marc estaba en un combate muy reñido con Vag, este era muy bueno con la espada, pero Marc tambien lo era con hacha y cada uno bloqueaba el ataque del otro.

Uno de los bandidos disparó a Marc por la espalda, dandole oportunidad a Vag de herirlo, sin embargo, este solo pudo darle un feo corte donde se une el brazo derecho y el torso antes de que un kunai de María se le insertará en el muslo.

Vag se dió cuenta de que podían matarlos, pero que sería una victoría muy cara: diesciseis de sus hombres habían muerto ya, así que hizo lo más inteligente, huir.

—¡Volveremos con más hombres y armas!—Amenazó Vag—¡Mantenganse alerta, que nadie escapa de los Bandidos del Hierro!

Después de que Vag y sus hombres se fueran, María atendió a Marc: La herida era profunda y Marc no podía mover el brazo, además de que sangraba mucho.

Luis cogió la ropa de uno de los bandidos y le realizó un torniquete mientras María le daba de la poción que le dió a Luis cuando lo hirieron.

Ramen, Diego y las ondinas, Río de las luces nocturnas...

Ya habían encontrado a Hael, solo faltaba el otro caballo y podrían seguir su camino a Bosque de Galen.

—¿Escuchaste Luminia?—Preguntó Meridia—Son risas de duendes.

—Entonces estamos cerca—Dijo Ramen.

Unos pocos metros más adelante los vieron: Los duendes intentaban montar al otro caballo, el cual sin mucho esfuerzo se los sacaba de encima.

—¡HEY!—Gritó Diego— ¡DEVUELVAN NUESTRO CABALLO!

—¡¡¡JAJAJAJAJA!!!—Se burlaron los duendes a la vez —¡Gente grande creer que nos manda! ¡Nosotros dormir a la gente grande!

Meridia y Luminia formaron la silueta de un dragón de agua con el agua del río.

—¡Huyamos del monstruo!—Gritaban los duendes asustados—¡Dragón comerse a la Gente Grande no nosotros!

—Muchísimas gracias—Agradecieron Ramen y Diego a las ondinas—Sin ustedes no se que habríamos hecho.

—¡Pues nada tontitos!—Se rieron inocentemente las ondinas—¡Estarían flotando río abajo como un par de troncos!

Después de un rato se despidieron y siguieron su camino; ahora que las ondinas se habían ido todo estaba más tranquilo, y aunque ni Ramen ni Diego lo quería admitir, es que las echaban de menos.

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