Poder Consumado

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Los informes de las regiones lejanas empezaban a llegar de forma mucho menos continua hasta que repentinamente dejaban de llegar. Un general enano llamado Laudrin se encontraba muy consternado por eso.

—Mis compañeros... Masacrados por monstruos... Y yo aquí...

Nadie podía hacer nada para consolarlo.

Un día simplemente dejaron de llegar refuerzos, suministros y mensajes del Imperio Varione y poco después de los enanos. El fin estaba cerca y el trío de magos aún no podía descifrar como ir a Darruzal. Al menos los elfos de Elfenheim seguían llegando. Elfos, enanos y humanos sumaban dos millones de tropas. Aún siendo la fuerza de combate más grande reúnida en toda la historia el ambiente estaba plagado de desesperación.

A setenta kilómetros de la muralla se encontró y asesinó a un grupo de trasgos. Faltaba muy poco para que el ejército de monstruos llegaran a la muralla, la cual aún no estaba completamente terminada.

—¡Debemos estar en alerta máxima ante cualquier enemigo! —Ordenó Sesmar a sus hombres antes de dirigirse a Ambarea —¡Ve a las ciudades y busca a todos aquellos dispuestos a luchar!

Ambarea llamó a un grupo de ochenta elfos y partió. Sesmar supuso que se dividirían e irían en diferentes direcciones.

—Toda una maravilla de la ingenería —Comentó la voz de Elyosea detrás de Sesmar.

—¿Cómo dice?

—La muralla. En todo mi tiempo de vida jamás he visto que se construya algo tan grande en tan poco tiempo.

—Pero aún no está terminada.

—Dudo que algún día llegue a estarlo, de todos modos lo que ya se hizo es hermoso.

Las palabras de Elyosea, "Dudo que algún día llegue a estarlo" calaron muy hondo dentro de Sesmar, el cual ahora se sentía deprimido e impotente.

En Bern, Alerión, Yiovenni y Galaiz habían buscado más información y experimentado con las espadas de la que era humanamente posible en el tiempo que llevaban, y con todo y eso aún no lograban ningún avance.

—¡Maldición! —Exclamó Alerión al lanzar un cuaderno de apuntes por ls ventana. El ruido del cuaderno al golpear el arbolillo plantado para sustituir al Arbol Milenario se escuchó en toda Bern.

—¡ESO ES! —Gritó Yiovenni lleno de júbilo levantándose de su asiento —¡YA LO ENTENDÍ!

—¿¡DE VERDAD!? —Preguntó Galaiz —¿¡QUÉ ES LO QUE FALLA!?

—¡LO ESTAMOS HACIENDO TODO BIEN!

—¿Ah? —Dudaron Alerión y Galaiz a la vez.

—¡Lo que nos faltaba es hacerlo en el lugar correcto! ¡El arbolillo se plantó justo donde murió Gil-Garald y es donde se abre el pasaje!

—¡Tienes razón! ¡Apurémonos a realizar el ritual! —Exclamó Alerión cogiendo un saco con las espadas.

—Era tan obvio, ¿Cómo se nos escapó? —Se preguntó Galaiz a si mismo.

Los tres bajaron y quemaron el arbolillo para poder hacer el ritual; un hombre llegó corriendo enteramente asustado y los interrumpió.

—¡Dichosos... Mis ojos... Al... Hallarte... Galbam...! —Masculló el hombre antes de caerse al el suelo, completamente extenuado.

—¿Onmund? —Dudó Galaiz, pero Onmund no contestaba.

—¡Se ha desmayado del agotamiento! ¡Mírale las piernas! ¡Ha estado corriendo por kilómetros! —Exclamó Alerión antes de proceder con un hechizo extremo de curación.

Las piernas de Onmund estaban desgarradas y parecían sufrir de necrosis, su respiración era tan débil que parecía que no tenía. Pasó media hora antes de que pudiera despertar.

—¡Diábolicos seres... Arrasaron... mi ciudad! ¡Dragón...! ¡Tenía... Que avisar...! ¡Vienen por... Montañas...!

—¿Gil-Garald? —Preguntó Yiovenni.

—Corrí por el... Atajo... Ventaja... Un día... Monstruos... Tardar más... Camino... Común...

—¿Qué dice? —Preguntó Alerión a Galaiz.

—¡Dice que corrió todo el camino que usamos nosotros desde su ciudad hasta Bern y les sacó a Gil-Garald y a su ejército un día de ventaja! —Explicó Galaiz.

—¡Si vienen de Páramo Congelado entonces la muralla es inútil! ¡Todo el esfuerzo ha sido en vano! ¡Es imposible que las fuerzas en la muralla lleguen a tiempo a Bern! ¡ES IMPOSIBLE QUE ABRAMOS EL RITUAL A TIEMPO! —Gritó Yiovenni cayendo en la desesperación.

Onmund dejó de respirar a los pocos minutos. Galaiz calculó que había tenido que correr el aproximado a setecientos kilómetros sin descansar a través de las montañas. Era físicamente imposible que eso se pudiera lograr.

—Fuerza de Voluntad —Atribuyó Alerión cerrándole los ojos a Onmund —Su esfuerzo nos ha dado una oportunidad.

—¿¡Pero qué dices!? —Exclamó Yiovenni —¡No hay forma de que abramos el pasaje antes de que seamos calcinados a cenizas por el fuego del dragón!

—Si tan solo tuvieramos un ejército aquí que resistiera el tiempo suficiente para que hicieramos el ritual —Se quejó Galaiz con pesar —Ni siquiera yo con todo mi potencial mágico soy capaz de teleportar a tanta gente.

—Ustedes encarguense del pasaje, yo haré el resto—Dijo Alerión antes de teleportarse.

María y Luis estaban almorzando bajo la muralla una sopa que Andrew había preparado. Andrew decidió que si moría fuera en la muralla luchando y después de que todos hubiesen probado su comida. Alerión apareció sobre un tazón de sopa.

—¡Hey! —Exclamó Luis cubierto de sopa.

—¡TODOS AQUÍ! —Gritó Alerión con la intención de que todos los escucharan.

—¿Alerión?—Dudó Diego levantandose de la sombra de un árbol junto a Anaid.

—¡ES UNA TRAMPA! ¡GIL-GARALD ATACARÁ BERN DESDE PÁRAMO CONGELADO! ¡TODOS ESTÉN QUIETOS!

—¿Qué haces Alerión? —Cuestionó Sesmar al ver que Alerión comenzaba a levitar.

—¡TELEPORTARÉ A TODOS LOS QUE PUEDA A BERN! ¡EL RESTO TENDRÁ QUE CORRER! —Explicó Alerión con una voz de ultratumba.

—¡NO! —Negó Diego —¡YO SE QUE ESTÁS HACIENDO! ¡ANGLICABIX HIZO LO MISMO QUE TÚ!

—Nos volveremos a ver en Lexodia —Se despidió Alerión antes de liberar una esfera de luz blanca.

Todos los tocados por la esfera de luz aparecieron en Bern instantáneamente.

—¿Cómo? —Dudó Galaiz viendo como trescientas mil personas aparecieron a su alrededor.

Elemor encontró quemadas en el suelo las ropas que Alerión llevaba puestas. Se había desintegrado.

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