Camino a Máshandrûk

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Sesmar lideraba la marcha de su pueblo a través del bosque. Jamás en toda su vida se había sentido tan mal.

Solo mil soldados quedaban repartidos entre los treinta mil civiles. Debían estar alerta por si el enemigo aparecía repentinamente.

La sensación de impotencia estaba devastando a Sesmar, en solo un día perdió a su reino, sus riquezas y seguramente a su mejor amigo. Y no podía hacer nada, absolutamente nada. A Sesmar le pesaba mucho que de todos los que había conocido durante su infancia en Bern solo quedaran cinco con vida. Y la verdad no estaba muy seguro.

Pero Sesmar no podía decaer, porque al final del día Sesmar seguía siendo el Rey y el líder de su gente. El líder que los estaba llevando a Mashándrûk donde seguramente los matarían y colgarían sus cadáveres desmembrados como advertencia.

¿Pero que estaba pensando? Si los orcos no habían causado más problemas desde que se les dió esa porción de tierra.

Ramses sabía que la ciudad tenía otro nombre en el idioma de los orcos, pero como no se acordaba le seguría diciendo Mashándrûk.

El bosque era muy extenso, con árboles muy pegados uno del otro y con ramas por todos lados. Se tenía que caminar con mucho cuidado para no tropezar con una raíz o rasguñarse el rostro. La atmósfera era muy pesada y hacia calor, pero del tipo asfixiante que se te pega a la piel y hace un sudor pegajoso. Lo peor de todo eran los mosquitos, habían como cinco para cada una de las personas presentes y después de bastante tiempo en el bosque todos empezaron a oler muy mal.

La velocidad con la que avanzaban era mínima, con apenas unas centenas de metros cada veinte minutos.

No tenían comida y ninguna agua más que la que llevaban en sus cantimploras.

—Señor Sesmar—Se dirigió Yiovenni a Sesmar con una reverencia—¿El Imperio Varione sabe que los orcos poseen una ciudad?—

—Espero que no—Contestó Sesmar mientras seguía avanzando—¿Conoces la teleportación?—

—No—Negó Yiovenni—Ese conocimiemto está guardado para usuarios muy selectos de la magia—

—Pero Alerión y Galbam la conocen—

—Alerión es el Archimago, pero no se me ocurre ninguna idea de donde la aprendió y es imposible que Galbam la conociera—

—Galbam la conoce, la he visto hacerla—Argumentó Sesmar recordando cuando Galbam, Alerión y Anglicabix los teleportaron junto a otros soldados a la ciudad donde conocieron a Windeol—

—Galbam comenzó a aprender magia hace doce años y es imposible que la hiciera a menos...—

—¿A menos que...?—

—A menos que fuera un Mereván—

—¿Qué es un Mereván?—

—Un Mereván es algo muy extraño visto en muy pocos casos; basicamente es un usuario mágico provisto de poderes inimaginables y solo algunos elfos pueden detectarlo—

—Lo veo dificultoso, Galbam no sabía siquiera hacer una simple chispa hasta lo de Gil-Garald—

—Muchas veces sus poderes quedan en un estado de hibernación hasta que los descubren—Explicó Yiovenni—También puede ser que si los usara y no lo supiera—

—¿Cómo no va a saberlo?—

—Puede haber tenido Visión Nocturna, o una curación increíblemente rápida—

—Galbam tiene excelente visión—Reflexionó Sesmar acerca de su huida de Bern en el ataque de Gil-Garald y de como sanó con rapidez cuando las sirenas lo salvaron—Y aprendió magia con demasiada rapidez... ¿Qué tan poderoso sería?—

—Alerión quedaría como un niño tonto a su lado—

Sesmar siguió reflexionando sobre esto mientras continuaban con el viaje a Máshandrûk. Si esto era así, cuando todos volvieran del Más Allá podrían usar esto para vencer al Imperio Varione. Si es que sobrevivían a la ejecución.

Al caer la noche durmieron en el suelo y cometieron la imprudencia de no dejar vigías. Al amanecer descubrieron que habían dormido doce horas.

Se despertaron doloridos y continuaron el camino.

La luz apenas se filtraba entre las copas de los árboles y comenzaban a pensar que si había un bosque encantado era ese. Menos mal que Sesmar había ido una vez a Mashándruk, cuando buscó la tierra que se les podría dejar a los orcos para que no molestaran.

—Sesmar—Saludó Anaid—Bien sabes que me salvé de la tragedia de Bern por haber estado en Páramo Desolado y te puedo decir que no se mucho de los orcos, así que te pregunto ¿Qué tan probable es que estos orcos nos reciban?—

—No tengo idea—

—Ah—Anaid se esperaba esa respuesta—Entonces hay que estar preparados para luchar de todos modos—

—Solo si nos atacan, para morir luchando nos hubiésemos quedado en Bern junto a Frédek—

—¿Crees que este con vida?—Dudó Anaid—

—¡Ay del Imperio si no!—Amenazó Sesmar mientras se oscurecía su semblante—

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