El Destino de Frédek

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Frédek, junto a doscientos soldados debían de retrasar al ejército enemigo, para que Sesmar y los demás pudiesen huir sin ser detectados.

Desde el palacio, se podía ver como todos los soldados se reagrupaban en el campamento. También podía ver los cadáveres en el medio del campo, los cuales eran más de mil que estaban bañados en sangre y mutilados.

Los soldados del Imperio Varione se estaban acercando, cubiertos por grandes escudos en una formación que imposibilitaba el pase de las flechas; los que estaban en los bordes ponían sus escudos de forma normal, pero los que estaban en el centro los colocaban sobre sus cabezas. Era una estrategia salida de una mente genial.

—¡Señor Frédek!—Llamó uno de los soldados—¿Cómo procedemos?—

—Seguramente llevan algún tipo de ariete oculto, así que por ahora solo podemos frenarlos—Le contestó Frédek—Tirenles pociones y venenos—

Los arqueros que estaban en la muralla seguían disparando sus arcos intentando darle a algún punto débil en la formación, pero las flechas rebotaban en los escudos y en raros casos los perforaban. Otros soldados subían a la muralla cajas llenas de venenos y ácidos para ser lanzadas cuando se dieran las órdenes.

Otra oleada de hombres venía detrás de los que estaban cubiertos por los escudos, esta vez si venían en serio.

—¿¡Como va la evacuación!?—Cuestionó Frédek al soldado que tenía más cercano—

—¡Casi todos han cruzado las cloacas ya!—Respondió el soldado, de nombre Marcelo—

—Bien, eso es lo que queríamos—Frédek reflexionó momentáneamente—¡Ahora solo debemos mantenerlos aquí!—Frédek se volteó hacia todos los soldados—¡NO NOS DEJAREMOS MATAR TAN FÁCIL! ¡QUE EL IMPERIO VARIONE JAMÁS OLVIDE ESTE DÍA!—

—¡¡¡YIIIAAAARGGHH!!!—Exclamaron los soldados alzando sus armas—

Los enemigos cubiertos por escudos estaban en las puertas de la ciudad, la cual tenía el rastrillo bajado. Frédek adivinó y si cargaban consigo un ariete.

—¡Ahora!—

Desde la cima de la ciudad se lanzaron botellas de diversos venenos y ácidos que impactaron sobre los escudos, derritiendo el acero sobre los enemigos.

Los soldados que se les había derretido el acero encima, o que directamente les cayó acido, se tiraron al suelo incapacitados por el dolor.

Los arqueros aprovecharon la brecha de los escudos para atacar.

—¡Miren se están retirando!—Gritó un arquero emocionado—

—¡No se están retirando!—Negó Frédek—¡Están rodeando la ciudad para atacar por detrás!—

—¡Van a encontrar a los civiles que huyen!—Exclamó Marcelo preocupado—¡Hay que mantenerlos aquí!—

—¡Abran las puertas de Bern!—Ordenó Frédek—¡Matemos a la mayor cantidad de ratas que podamos!—

Las puertas se abrieron para el desconcierto del Imperio Varione y todos los soldados que no fueran arqueros salieron, incluido Frédek.

Eran ciento ochenta contra cuatro mil, ni siquiera en la batalla contra Gil-Garald Frédek se había visto en tanta desventaja.

Todos los hombres de Frédek cargaron contra los desprevenidos soldados del ariete, los cuales cayeron en pocos segundos.

Los soldados que venían atrás del ariete sacaron sus arcos y dispararon contra Frédek y demás; los arqueros de Bern dispararon a su vez sobre los del Imperio Varione, terminando Frédek y sus hombres entre dos lluvias de flechas.

El soldado al lado de Frédek cayó al suelo, una flecha cayó justo en la rendija de su yelmo, atravesando su ojo izquierdo.

De los ciento ochenta que salieron de Bern, al llegar a los enemigos solo quedaban sesenta.

Frédek alzó su espada y la dejó caer sobre el primer enemigo que vió, picándolo por la mitad, dejando ver como su cerebro y otros órganos caían sobre el suelo llenos de sangre.

Marcelo atravesó a uno con su espada y luego dió un giro y mató a otro, luego, una flecha se clavó en su hombro izquierdo, otra en su rodilla derecha y Marcelo cayó al suelo.

Amel mató a un guardia decapitándolo y luego remató a Marcelo, enterrando su espada en su pecho.

Frédek atacó a Amel por la espalda y lo atravesó, pero no pudo sacar su espada, porque la hoz del soldado de la armadura negra le cortó ambas manos.

—Tu aún no mueres—Le dijo el soldado a Frédek dandole una patada—

Amel estaba en el suelo junto a Frédek, aún con vida pero muy herido.

—Parece... Que has... Perdido...—Susurró Amel—

—Siempre se puede luchar otro día—Corrigió Frédek cerrando los ojos—Al final el bien triunfará sobre el mal—

El soldado negro cogió a Frédek del cuello y lo obligó a ver el desenlace de la batalla, la cual era obvia. Todos esos hombres que morían habían sido amigos de Frédek estos últimos años, incluso había comido en casa de algunos de ellos. El Imperio era malvado.

Luego de que todos murieran, Frédek fue decapitado por la hoja encadenada y su alma ascendió a Darruzal. Al fin podría estar junto a Anglicabix.

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