El aire se hacia mas denso, se dificultaba respirar, la falta de oxígeno se estaba haciendo notar y Windeol no tenía piedad alguna, hasta parecía disfrutar con el acto.
Anglicabix movió los brazos mientras decía unas palabras muy rápidamente, su cuerpo empezó a brillar y sus ojos se tornaron blanco.
—¡Anglicabix! ¿Qué estás haciendo?—Preguntó Frédek preocupado.
—Uno tiene que sacrificarse por el resto...—Comentó Anglicabix con voz de ultratumba.
El aire se hacia más denso
—¡NO!—Gritó Frédek desesperandose y saltando hacia Anglicabix—¡Detente!
—¿¡Qué estás diciendo!?—Preguntó Merkel inquieto.
—Siempre los recordaré... Este es el adiós...—Siguió diciendo Anglicabix con voz de ultratumba.
—No...—Susurró Ramen mientras se asfixiaba.
Anglicabix se convierte en una ola de luz y energía que fortalece y teletransporta al que toca a una ubicación aleatoria.
—Enemigo dividido... Enemigo derrotado—Finalizó Windeol al ver lo sucedido.
Ramen cayó con fuerza sobre la nieve; el frío le helaba los huesos y le impedía moverse, la nieve caía en gran cantidad, tanto así que en pocos segundos se había formado una capa en su espalda.
A su lado se alzaba una gigantesca torre, se veía abandonada y muy antigua. La punta de la torre no era visible por la cantidad de nieve que caía, pero se alcanzaba a visualizar un destello celeste entre las nubes grises.
Pero en su interior, Ramen sentía calor, como si alguien lo estuviese abrazando, pero no había nadie.
—La fuerza vital de Anglicabix...—Se dijo Ramen a sí mismo.
Con el peso de la nieve encima, el frío helandole el alma y los pies hundiéndose en la nieve; Ramen caminó hasta la Torre Azul, aunque el no sabía que se llamaba así.
Entró y todo estaba hundido en la oscuridad, la entrada estaba por ser cubierta por la nieve, pero no le preocupó en lo absoluto, el había visto un resplandor en la punta, y si había luz, había alguien más aquí.
Con un simple hechizo para el que no se necesita ser mago, generó una luz purpúrea que le permitió ver a su alrededor; en las paredes habían dibujos, imágenes y palabras en un idioma que jamás había visto, parecían relatar batallas, historias, héroes y travesías, tragedias y cataclismos, sin embargo Ramen no entendía nada.
Subió una interminable escalera en espiral hasta llegar a la cima de la torre, el tiempo se le hacía eterno, no conseguía recordar cuando fue que comenzó a subir, parecía que habían pasado milenios, pero al mismo tiempo parecía que solo unos segundos atrás empezó a subir.
—¡Ramen! —Llamó una voz femenina atrás de el, pero al voltearse no vió a nadie y siguió subiendo.
Llegó a la cima y vio un maravilloso aparato, era un gran grupo de esferas y cristales que se podían girar para alinearlas a un rayo lumínico celeste que emanaba de un cristal en el suelo. Todo parecía controlarse desde unos mecanismos en una tarima.
Un anciano estaba ahí, su cabello era blanco como la sal, parecía que tenía cientos de años de edad y era muy delgado.
—¡Hola Ramen, te estaba esperando!—Saludó el anciano.
—¿Cómo es que sabe mi nombre?—Preguntó Ramen intrigado.
—¡Esta maravilla mecánica es el Observatorio de los Maü! ¡Desde aquí puedes verlo y oírlo todo! ¡Llevo mil quinientos años aquí y todavía no he podido descifrar como funciona!—Explicó el anciano señalando el mecanismo.
—¡¿Mil quinientos años?!—Exclamó Ramen muy sorprendido.
—Mi nombre ya lo he olvidado hace mucho, pero los que vienen aquí suelen llamarme como... ¡¡¡EL OJO!!!—Se presentó el anciano. Al decir "el ojo" movió las manos y sacudió los dedos.
—¿Eres omnisciente?—Dudó Ramen por el nombre.
—No—Negó el Ojo.
—¿Eres inmortal?
—Cuando subías las escaleras ¿Cuánto sentiste que paso—Preguntó el Ojo.
—Miles de Millones de años, aunque también sentí que no paso ni un minuto—Respondió Ramen recordando su confusión.
—Aquí, el Tiempo se distorsiona, de mil y una formas diferentes, en realidad puedes estar viéndolo todo, pero no habrá pasado ni un segundo, en ocasiones pueden pasar miles de años, pero tu cuerpo jamás notara la diferencia. Yo soy Eterno al estar aquí—Explicó el Ojo.
—Pero aún no has contestado mi pregunta, ¿Cómo sabe mi nombre?—Le recordó Ramen.
—Hace mil años, presencié la caída de Gil-Garald, ahora que ha vuelto del Reino de los Muertos, he estado observando—Siguió explicando el Ojo.
—¿Por qué no nos has ayudado?
—Mi Bendición es también mi Maldición; he pasado tanto tiempo aquí que si salgo moriré al instante, me volveré polvo y me desvaneceré en el aire.
—¿Tuviste algo que ver en que yo llegara aquí?—Preguntó Ramen.
—En otras circunstancias habría dicho que fue mera casualidad, pero después de tanto observar, diría que el Destino, o algo como eso te hizo venir aquí—Contestó el Ojo.
—¿Dónde estoy?—Preguntó Ramen.
—En la Torre Azul, una antigua edificación de la desaparecida civilización Maü—Respondió el Ojo.
—¿Puedo observar?—Preguntó Ramen señalando el mecanismo.
—Claro, ¿Que quieres buscar?—Preguntó el Ojo.
—A mis amigos y a Gil-Garald—Respondió Ramen.
El Ojo hizo un gran número de alineamientos y el rayo celeste empezó a formar imágenes que revelaban muchas cosas.
Galelor perdido en un frondoso bosque; Sesmar y Alerión en un santuario; Agarer en unas ruinas llenas de Draugr; Frédek en el mercado de una desconocida ciudad; Diego en las ruinas de lo que parecía ser una pirámide; Merkel en una playa; Galbam en una Biblioteca; Duran en un pantano; Beol en un desierto; Baldor en un acantilado; Miriam y Valentina reuniendo tropas; Elemor en Yamaloto ayudando a Mierl y Gil-Garald en una cueva muy negra haciendo una especie de magia olvidada para crear a sus Elfos Corrompidos.
—Gracias... ¿Hay forma de ver esto en un mapa?—Preguntó Ramen.
—Si—Afirmó el Ojo.
Un mapa de Isla Lukai y Viento Cortante se formó con diversos puntos sobre el, el más grande era ellos, en Viento Cortante y el resto eran sus amigos, había uno de color negro, ese era Gil-Garald. El más cercano estaba a kilómetros y kilómetros en la falda de la montaña.
—Gracias, me tengo que ir, mis amigos podrían morir sin mi ayuda—Se despidió Ramen.
—Gracias por escucharme, te estaré observando—Se despidió el Ojo.
Ramen bajó las escaleras con mucha más facilidad con la que había subido, ahora parecían unas escaleras normales y no le costo sino diez minutos, después salió y el frío volvió a helarle los huesos, pero mientras más bajaba más disminuía el frío y la nieve, y dentro de tres horas ya había terminado la tormenta, facilitando el descenso.
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Lexodia
Fantasy¿Qué pasa cuando el destino del mundo descansa sobre los hombros de un grupo de amigos? ¿Qué sucede cuando un dragón oscuro vuelve a la vida? ¿Qué se puede hacer para hacerle frente? Lexodia es una novela en la que un grupo de amigos se embarca en...