Una Muerte que Lamentar

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Mariel, Sesmar y Frédek estaban escondidos en una gruta submarina, el Leviatán golpeaba el lecho marino, intentando que la gruta colapsara y muriesen aplastados.

—¿¡Cuál es la idea!?—Preguntó Frédek muy aterrado.

—Iremos directo a la boca del Leviatán, y cuando crea que ya nos tiene, ascenderemos de inmediato—Dijo Mariel.

—Tenías razón...—Dijo Sesmar en un suspiro.

—¿En qué?—Preguntó Mariel.

—No me gusta la idea, pero no hay otra opción—Respondió Sesmar.

Frédek y Sesmar se agarran de Mariel y nadan como un torpedo directo a la boca del gigantesco leviatán.

El leviatán abre la boca lo más que puede y cuando Mariel y los demás suben engañando al leviatán, Mariel arroja su tridente, el cual se clava en la garganta del Leviatán.

Furioso, el leviatán se sacude de dolor y ruge tan fuerte, que las aguas de todos los mares retumban, poco después, el agua empieza a temblar otra vez y a lo lejos doce gigantescos tentáculos aparecen, seguidos de ochenta un poco más pequeños, luego, el cuerpo de aquélla monstruosidad aparece, es el poderoso y letal Kraken.

Mariel, Frédek y Sesmar se esconden entre unas rocas, estaban absortos en la legendaria batalla mortal que estaban por presenciar, los dos seres más poderosos del océano, batallando por la superioridad.

El Leviatán se lanza al cuerpo del Kraken y de un mordisco le arranca tres tentáculos, pero el Kraken lo rodea y lo abraza con todos sus tentáculos, los cuales están llenos de ventosas dentadas, el Leviatán aulla de dolor y se sacude, algunos tentáculos se sueltan, pero el sigue sujetado.

El Kraken muerde al Leviatán en el estómago y este lo golpea contra el lecho marino, fracturandolo.

En la superficie, los océanos de todo el mundo se sacuden, estremecidos por la batalla que está teniendo lugar, islas enteras quedan sumergidas, mientras que otras salen a la superficie, por la increíble batalla que está que está teniendo lugar, pero de la que nadie está consciente.

El Leviatán esta totalmente desenfrenado, la rabia y el dolor no lo deja pensar, pero intenta llevar al Kraken a lo más profundo del océano, donde el reinaba, para poder acabar con el Kraken.

Sin embargo el Kraken adivina las intenciones del Leviatán y lanza una nube toxica de tinta negra como el carbón más oscuro que se pueda imaginar que oscurece los alrededores.

—¡Que no os toque la tinta!—Advirtió Mariel.

—¿¡Por qué!?—Preguntó Frédek.

—¡Es tóxica!—Respondió Mariel.

Ellos se esconden en una pequeña cueva y cubren la entrada con rocas.

El agua empezó a moverse un poco en forma de remolino y casi instantáneamente las rocas también se desprenden y la fuerte corriente se lleva a nuestros héroes, está corriente era el Leviatán, que estaba intentando aspirar al Kraken, en cual clavo sus tentáculos más largos en la cara del Leviatán, pero los más pequeños son cercenados por los dientes del mismo cuando entran en su boca.

Con casi todos sus tentáculos completamente cortados, el Kraken no tenía oportunidad de vencer, pero este despega sus tentáculos y cuando lo hace se lleva las escamas de la cara del Leviatán.

El Kraken se lanza directo hacia su cuello y lo empieza a destrozar con todos sus dientes, el Leviatán lo golpea contra el suelo, pero ya no hay nada que hacer, la tinta ha entrado en gran cantidad en su torrente sanguíneo y en veneno esta haciendo efecto, su respiración se hace pesada y después simplemente deja de respirar y muere.

El herido Kraken ruge, como si se proclamara el rey del océano y se va por donde vino.

Un gran remolino aparece donde el Leviatán yace muerto y después el nivel del agua vuelve a ascender, pero esta vez no solo en donde ellos estaban, sino en todo el planeta, ahora los mares si que están agitados, en todo el mundo olas de ciento veinte metros hunden barcos, impactan contra las costas y barren ciudades costeras, islas enteras son destruidas, el mundo jamás será el mismo.

Galbam despierta en la playa, Anglicabix yace a su lado, inconsciente.

—¡Anglicabix! ¡Despierta! ¡Vamos!—Gritaba Galbam mientras sacudía a Anglicabix para que despertara.

—Aaa... Curalma...—Susurró Anglicabix tras despertar.

Unos anillos verdosos la rodearon, después se levantó con facilidad.

—¿Estás bien o quieres que te haga un hechizo también?—Preguntó Anglicabix.

—Estoy bien, pero me gustaría aprender a hacer magia—Comentó Galbam.

—Está bien, pero lo tendremos que dejar para otro momento, centremonos en buscar a los demás—Pidió Anglicabix.

—¡¡¡Si!!!—Gritó Galbam de alegría en sus pensamientos.

En pocos minutos encontraron a Diego y a Merkel, pero después no pudieron encontrar a Javier, el agua de la playa se oscurecio y volvió a empezar a bajar otra vez.

—¿Otro tsunami?—Dudó Merkel.

—¡Cúbranse!—Exclamó Merkel.

Todos corrieron hacia el centro del continente, ¿O era una isla? No estaban seguros de donde estaban;  cuando la ola arremetió destruyó todo lo que estaba a cien metros de la playa, cuando la gran ola pasó todo estaba desolado, pero entre tantos árboles caídos pudieron encontrar a Javier, que yacía sobre un tronco.

Además de ambos golpes de los tsunamis, al menos cinco ramas habían atravesado a Javier, unas rocas lo habían golpeado y las heridas causadas por Agarer se habían vuelto a abrir y sangraban sin pausa alguna.

—¿Có-cómo es-toy?—Preguntó Javier con extrema debilidad.

—¡Estarás bien amigo! ¿No Anglicabix?—Preguntó Diego preocupado.

Anglicabix hizo una serie de hechizos, pero no funcionaron, luego bajó la mirada.

—Las heridas son muy profundas... —Explicó Anglicabix—No hay nada que pueda hacer.

—Yo... Sabía que algún día me tendría... Que ir... Pero no esperaba que fuera tan pronto y de está manera...—Dijo Javier con más dificultad.

—¡Te pondrás bien! ¡Guarda fuerzas!—Recomendó Merkel con fingido optimismo.

—¿La Flor de Loto podría salvarlo, no?—Preguntó Galbam.

—La gasté salvandolo a el y a Diego en la batalla—Respondió Merkel.

—No te vayas... No... No todavía.... Aguanta...—Suplicó Diego con lágrimas en los ojos, Javier había sido un hermano para el.

—Mis antepasados... me llaman... por favor... maten al dragón... que destruyó nuestros hogares... es mi último deseo—Pidió Javier.

—Te lo prometo, serás recordado como el héroe que fuiste—Prometió Diego mientras una lágrima se deslizaba por sus ojos.

—Entonces... ya me puedo ir... En paz...—Dijo Javier mientras cerraba los ojos y se aligeraba su respiración.

Javier expira y con ese respiro se le escapa la vida y su alma abandona su cuerpo, ha muerto.

—Me aseguraré de cumplir mi promesa, cueste lo que cueste—Aseguró Diego apretando sus puños.

LexodiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora