El Funeral De Mierl

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Al terminar la batalla, la ciudad siguió ardiendo por dos días. Cuando el fuego finalmente se apagó, Elemor mandó a un elfo llamado Andreliu que contabilizara a los muertos.

Pasaron seis días a que Andreliu terminara su labor. En total, nueve de cada diez elfos murieron.

Por suerte, ni las estatuas, ni el cementerio fueron tocadas por las llamas, así que a Mierl se le pudo dar un entierro digno. Por pura casualidad, su tumba quedó a un lado de la de Baldor.

—¿Y ahora qué?—Preguntó Niriliane —Vencimos al Imperio y Bern es nuestra.

—Hemos de buscar a Sesmar y a los habitantes de esta ciudad —Respondió Igliane al oír el silencio de Elemor.

—¡No! —Negó Elemor incorporándose —¡Yo los buscaré y ustedes volverán a Galalid!

—Yo no sigo órdenes suyas majestad—Le recordó Igliane, desafiante.

—¿Realmente estás dispuesto a dar tu vida porque un hombre muerto salvó tu ciudad?

—Recordarás también que le has declarado la guerra al Imperio Varione. No puedes simplemente hacer que el ejército vuelva a Galalid cuando tenemos a Bern en nuestro poder.

—¿Y qué propones entonces Igliane?

—¿Está dispuesto a escucharme su majestad?

—Habla. Me desesperas.

—Dejaremos al ejército élfico aquí. Usted y yo iremos a buscar a el llamado Sesmar y mientras tanto enviaremos a la nave más veloz, que creo que es la Miátril a Elfenheim para solicitar refuerzos.

—De acuerdo.

Niriliane escuchó toda la discusión y le parecía que se habían olvidado completamente de ella.

En menos de tres horas, Igliane y Elemor partieron en un pequeño carro tirado por dos caballos. En el carro tenían comida y agua.

—¿Hacia donde vamos? —Preguntó Igliane.

—Si te fijas, algunos de los soldados no eran del Imperio Varione. Tenían el escudo de Hámzterdan —

—¿Qué esa ciudad no es aliada de Elysium y de Bern?

—O al menos antes lo era.

—Entonces...

—Nos vamos en la dirección contraria.

El bosque era profundo, con árboles muy pegados que hacían difícil el pasar con la carreta.

En cierto momento. La carreta golpeó una roca y escucharon un gemido.

—¿Escuchaste eso? —Preguntó Igliane.

Ambos se bajaron del carro y revisaron la carga.

—Hola— Saludó Niriliane cuando Elemor abrió la carreta.

—¡Niriliane! ¿¡Qué haces aquí!? —Exclamaron ambos a la vez.

—Estoy atascada aquí—Se quejó ella mientras tendía la mano izquierda—¿Me ayudan a salir?

—Bueno—Respondió Elemor mientras le jalaba el brazo.

—Gracias. Ahora. ¿Cuál es la relación entre tu y el tal Sesmar?

—Todos conocen la historia Niriliane —Respondió Igliane extrañado.

—Si lo sé, pero todos conocemos lo básico, no lo que pasó entre ellos para que doce años después uno vaya en auxilio del otro.

—¿Quieres saber la versión larga?

—Si.

—Te la contaré en el camino.

Elemor e Igliane se subieron a sus caballos, mientras que Niriliane se sentó en la carreta.

—No conozco la historia completa, porque no estuve allí desde el principio, por lo tanto solo te contaré el relato desde donde yo aparezco. Hace doce años recordarás la Guerra que hubo contra las otras razas en Isla Lukai.

—¡Si! Yo vigilaba los muelles. Claro que nada pasó en los muelles.

—Yo en ese momento era parte de una brigada. Luz de Plata o de Luna creo que se llamaba. En una batalla contra los humanos y enanos resulté gravemente herido y seguramente habría muerto de no haber sido por Anglicabix y...

—¿Quién es Anglicabix? En una escuela de un tal Ramen encontré varias armaduras y una tela blanca que le perteneció a esa mujer.

—Ah Anglicabix. Ella era una elfa que vivía en Elysium y era una maga blanca dedicada a la curación. Cuando perdí mi brazo tuve que quedarme en Galalid y no pude acompañarla a ella y a mis amigos a Yamaloto, donde murió. El lado bueno es que como no fui quedé como la máxima autoridad de Galalid y así fue como llegué a hacer Rey.

—¿Y después?—Preguntó Igliane, que también estaba muy interesado por lo ocurrido hace ya doce años.

—Con el tiempo, varios de mis amigos, llegaron a Galalid buscando apoyo para luchar contra Gil-Garald. Muy pocos quisimos ir, creo que tres mil nada más. Estabamos perdiendo, pero cuando pensabamos que moriríamos llegó Sesmar junto a Alerión y logramos matar al dragón.

—A sí que te salvó la vida... ¿Una vez? —Dudó Igliane.

—Además, combatí a su lado dos veces y fue fundamental para liberar a Galalid de Laurfelia. Mató a todos los espectros con ayuda de Alerión.

—Si le debes esto entonces—Comentó Niriliane.

—Se lo debo a el y a muchos más Niriliane.

Ya estaba oscureciendo. Así que pararon el carrito y sacaron dos carpas. Como castigo por venir de polizón, Niriliane durmió dentro del carro.

Al atardecer del día siguiente encontraron que el pasto estaba muy aplastado hacia una sola dirección. Obviamente la siguieron.

Pasados dos días llegaron a una estructura que no aparecía en ningún mapa. Era una empalizada muy grande y rústica.

—¡Un parso más y morrís!

—¿Quién ha dicho eso? —Preguntó Elemor deteniendo el carro.

—¡Estás en la ciurda' orrca de Máshandrûk! —Respondió un orco mientras apuntaba con un arco directo a la cabeza de Igliane —¡Irrse deben!

—Tranquilo. Estamos buscando a unos humanos —Explicó Niriliane.

—¡Se fuerron harcia el Erste hace carsi una sermana! ¡Irrse Ya!

Siguiendo las indicaciones del orco, el trío se dirigió hacia el Este.

En dos días llegaron a la llamada Nueva Bern.

—¿¡Pero qué es este cuchitri!? — Exclamó Igliane al ver la estructura.

Al ver la carreta se formó un alboroto en todo el pueblo. Todos querían saber quienes eran estos elfos que venían y que querían.

—¡SESMAR!—Gritó Elemor para llamar la atención del mismo, si es que estaba allí.

—¿Elemor? —Preguntó una voz a sus espaldas —¿Qué estás haciendo aquí?

—¡Oh Sesmar estás vivo!—Exclamó Elemor mientras le daba un abrazo a Sesmar.

—¿Cómo nos encontraste? ¿Qué fue de Bern? ¿Y no te topaste con el Imperio? Espera... ¿Y Mierl?

—Mierl murió... Hace una semana. Fue asesinado por el Imperio. Bern ardió. De nuevo.

—Lo siento tanto—Se lamentó Sesmar en un suspiro —Supongo que Frédek murió también.

—Si. Pero logramos repeler al Imperio. Tu y tu pueblo han de regresar a Bern lo más pronto posible.

—Estos últimos días no he sido un muy buen rey Elemor. Desearía dejarle este peso a alguién más.

—Por eso mismo es que tu eres el más indicado para llevarlo Sesmar. A propósito, ¿Dónde están Ramen, Alerión y compañía? No los veo.

—Están en un viaje para matar al alma de Gil-Garald y que no regrese nunca.

—Bueno. Posiblemente nos hagan falta dentro de muy poco.

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