Lexodia

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Sesmar despertó en una habitación hecha de oro y marfil vestido con ropas bellas y finas.

Había un muy fuerte olor a humo y se escuchaban gritos y chocar de metal a su alrededor.

—¡Sesmar! ¡Sesmar! ¡Levántate rápido! —Escuchó que decía una voz que le costaba reconocer.

—¿Estoy...? —Preguntó Sesmar algo atontado.

—¡Muerto si! ¡Ponte esta armadura y coge un arma! —Le ordenó la voz.

—¿Quién eres?

—¡Oh vamos Sesmar! ¡Tampoco ha pasado tanto tiempo desde que morí!

—¡Javier! ¡Eres tú!

—¡En persona! ¡Ahora coge una arma y sal! ¡Gil-Garald está intentando llegar al Fuego Eterno!

Rápidamente Sesmar se colocó la armadura que Javier le había dado y tomó un par de espadas æsir de muchas que había para escoger.

Al salir, Sesmar se quedó un momento intentando comprender lo que veía. Los edificios y paisajes de Darruzal eran de inconmesurable belleza y el pasaje entre el mundo terrenal y este estaba abierto. Todos los que habían perecido en la batalla de antes continuaban luchando en forma espiritual junto a los que murieron hace doce años, los dioses y otros héroes más.

Guna Dars estaba forcejeando con Kyulian y Shár estaba entre las fauces de Harme. Desde donde estaba, Sesmar no podía ver a ninguna otra deidad.

Una mantícora aterrizó frente a Sesmar, antes de que el pudiera reaccionar una flecha se clavó en su cabeza.

—No esperaba verte tan pronto Sesmar —Le comentó Galelor tras ponerse al lado de Sesmar —Aunque luego de la llegada de Alerión no me sorprende.

—¿Cómo estás? —Preguntó Sesmar —¿Cómo va la batalla?

—Las deidades de Darruzal mantienen a raya a Gil-Garald y a sus servidores. No creo que resistan por mucho tiempo más y estos monstruos menores no dejan de venir y venir.

—¿Y qué pasa si volvemos a morir?

—No lo sé, tal vez dejemos de existir simplemente o vayamos a otro lugar.

Sesmar asintió y se dirigió a seguir luchando.

Una cosa que Sesmar notó es que al ser un espíritu no se cansaba, a diferencia de los monstruos que ya estaban agotados.

—¡Sesmar qué te pasa! —Acusó la voz de Diego detrás de el.

—¿¡Moriste!? —Exclamó Sesmar.

—¡No! ¡Alerión nos trajo! ¡Le extraño que no nos veía por ningún lado! ¡De todos modos! ¿¡Por qué te suicidaste!?

—¡No fue un suicidio! ¡Le dí una última oportunidad a Gil-Garald de retirarse!

—¿¡Por qué hiciste eso!?

—Por qué yo se algo que el no. Me di cuenta que al preguntar por los que habíamos muerto recientemente que no estaba consciente de que al morir tenemos un lugar en Lexodia y cuando dijo que era una lástima que solo podía matarnos una vez confirmó mis sospechas.

—¿Y?

—¿¡Y!? ¡Qué volvernos a enfrentar no estaba en sus planes! ¡El pensaba que solo tenía que enfrentar a los dioses! ¡Tenemos la ventaja!

Guna Dars logró golpear a Kyulia, pero no pudo hacer más nada porque varios espectros y no muertos lo rodearon.

—¡No podemos luchar contra las deidades! —Se escuchó la voz de Anglicabix —¡Pero si podemos evitar que los monstruos inclinen la balanza a favor de Gil-Garald!

—¡A la carga! —Animó Agarer desde un punto que Sesmar no pudo reconocer.

Frédek estaba armado con un sable y estaba acompañado de Anglicabix. Sus hechizos evitaban que los seres hechos de oscuridad se aproximaran a ella.

Mierl pasó volando sobre ellos como si acabara de beber sangre élfica cargando a un hombre, el cual dejó caer sobre un grupo de trasgos bien armados. Sesmar se sorprendió al reconocer a Baldor, el cual se transformó en hombre lobo mientras caía.

Miriam y Valentina estaban luchando contra un cíclope y no parecía haber ningún resentimiento entre ellas.

Javier le hizo un corte en el vientre a una naga, la cual fue rematada por un espadazo de Daniel.

Y Sesmar pudo presenciar muchas escenas similares durante todo el tiempo que duró la cruenta batalla, también se encontró con Amel y un general enano cuyo no lograba recordar. Varios elfos estaban alegres de encontrarse a Elemor, pero a los únicos que reconoció fueron a Igliane y a otro que había solicitado unos barcos de Elfenheim para la batalla hace doce años, Sesmar sabía que le había mandado a construir una estatua pero en este preciso instante no recordaba su nombre.

Sesmar acababa de matar a un wyverno grande cuando un resplandor de luz lo cegó seguido de un gran estruendo. Cuando recuperó la visión tuvo que hacer un rápido movimiento para evitar ser aplastado por Shravúk. Luego de hacerlo pudo analizar lo que vió.

Gil-Garald se había estrellado contra el lugar donde se custodiaba la Llama Eterna y Mae, Guardián de la Luz era lo único que impedía que llegara a tomarla.

—¡APÁRTATE ALIMAÑA! —Ordenó Gil-Garald antes de golpear a Mae contra una pared —¡LA LLAMA ES MÍA!

Un látigo cogió a Gil-Garald desde las patas traseras.

—¡No Gil-Garald! ¡La Llama es mía por derecho! —Reclamó Shravúk jalando su látigo para apartar a Gil-Garald de la llama.

—¿¡ME TRAICIONAS!? ¿¡A MI, QUE TE DÍ TU LIBERTAD SHRAVÚK!?

—¡ASÍ ES EGOCÉNTRICO DRAGÓN! ¡TE USÉ EN MIS MAQUINACIONES Y CUMPLISTES TU PAPEL A LA PERFECCIÓN!

Shrávuk se lanzó a la llama y creció. Su figura negruzca se encendió en color rojo y todo su ser ardía de nueva vida.

—¡AL FIN! ¡DESPUÉS DE TANTOS MILENIOS ME HE REUNIDO CON EL TROZO DE MI ALMA QUE LOS DIOSES ME ARREBATARON PARA CONVERTIRSE EN DEIDADES!

Shravúk alzó su mano e incineró a Gil-Garald y en pocos segundos ya no quedaba absolutamente nada de el. Lo había asesinado para siempre.

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