Lamentos

13 2 0
                                    

Pasados dos meses desde la firma de la paz con el Imperio Varione, Sesmar ya tenía en sus manos seis de las siete espadas, las cuales había obtenido en el más absoluto secreto bajo diferentes excusas. Esta noche estaba a las afueras de Bern para obtener la séptima.

—Fue difícil pero no complicada de obtener —Comentó Ludwig apareciendo de entre las sombras—Eso sonó como una contradicción ahora que lo pienso.

—¿Nadie te vió con la espada? —Cuestionó Sesmar.

—En Yamaloto saben que es mágica, sin embargo piensan que es una magia del tipo que no funciona para una batalla y la guardan tras una vidriera. La reemplaze por otra similar. De todos modos nadie iba a verla y supongo que no se van a dar cuenta de que falta. Mira que hasta polvo tiene —Explicó Ludwig entregándosela a Sesmar.

—Muy bien pero eso no fue lo que te pregunté —Recalcó Sesmar tomando la espada.

—Eres la primera persona con la que hablo desde que me bajé del barco. En el barco dije que era una reliquia familiar y no me hicieron preguntas.

—Excelente. ¿Te llevaste algo más de Yamaloto?

—Dos jarrones de plata, tres copas de oro y seis rubíes.

—Ludwig...

—¡Estaban olvidados junto a la espada! ¡Tenían tanto polvo que pensé que eran cosas de hierro y seis piedras!

Sesmar se tomó la espada y fue hacia su palacio, donde Yiovenni, Galaiz y Alerión se encontraban analizando las espadas.

—Aquí está la última —Dijo Sesmar enseñando la espada nada más entrar y colocándola sobre una mesa.

—¡Maravilloso! ¡Las propiedades de estas espadas son increíbles! ¡Hemos descubierto que no es necesario ser el elegido de la espada para poder utilizarla! —Comentó Yiovenni tomándo la espada de la mesa.

—¿No? —

—En realidad siempre se puede usar la magia de la espada, solo que si esta te elige podrás liberar su máximo potencial —Explicó Alerión.

—¿Y me pueden escoger varias espadas a la vez?

—Tal vez si, tal vez no, solo se que no hay registro de que eso haya sucedido antes —Terminó Galaiz.

—Bueno, que las espadas me escogan no es lo que nos interesa. Queremos abrir el pasaje a Darruzal.

Pasó un mes y varios refuerzos elfos llegaron del mar además de otros enanos desde tierra. Desde las zonas más alejadas de Monte Rojo se recibían informes de que múltiples monstruos y demonios menores habían sido reunidos y ninguna ciudad resistía su choque más de una semana. Solo era cuestión de tiempo que llegaran a Páramo Desolado y a la otra provincia enana.

En la frontera de Viento Cortante con el territorio enano se comenzó a construir una muralla. Esta muralla llamada La Última Esperanza estaba planeada para ser la muralla más grandiosa hecha jamás, con una altura de doscientos setenta metros y un grosor de veinte metros de pura piedra reforzada por las artes enanas y la magia elfa debía repeler a los monstruos todo lo posible e impedir su avance hasta que todos ellos muriesen. O viceversa.

—Si tan solo pudieramos abrir el pasaje tendríamos la victoria en nuestras manos... —Se quejó Marc.

—Pronto lo descubriremos. No desesperes. —Le garantizó Galaiz.

Tras una dura jornada de trabajo Diego se sentó bajo la sombra de un árbol. Anaid se sentó a su lado.

—Diego, se que estuviste ahí cuando Ramen murió. Quiero que me cuentes todo.

—Anaid... No quieres saberlo.

—No Diego, si quiero hacerlo, quiero saber como murió mi hermano.

—¿Estás completamente segura?

—Si. En detalle.

—Está bien. Ramen, Pixie y yo nos refugiamos en un templo y nos encontramos con unos adoradores de un dios oscuro. Al salir nos encontramos con Nicole y otros monjes, los cuales nos dijeron que si les ayudabamos a hacer un ritual para sellar al dios nos llevarían hasta Eiortil —Diego hizo una pausa y respiró lentamente —Aceptamos y la ayudamos. Al hacer el ritual Ramen absorbió un montón de magia oscura, como la vez que Gil-Garald lo poseyó. No le dimos importancia y seguimos. En cierto momento Ramen enloqueció y mató a todos los monjes a excepción de Nicole, que estaba conmigo. Tuvimos un feroz combate donde me cortó la oreja, pero al final se enterró su propia katana. Finalmente nos enteramos que el dios oscuro era Gil-Garald y que los monjes que Ramen mató fueron parte de un ritual que lo liberó. Todo fue parte de un plan del propio Gil-Garald.

—¿Entonces, Ramen causó todo esto? —Dudó Anaid mientras lagrimas se escurrían de sus ojos.

—No, Gil-Garald nos usó como peones para poder volver a la vida y si hay que señalar culpables el culpable soy yo. Fue mi idea ir a destruir el alma de Gil-Garald.

Anaid abrazó a Diego y lloraron en silencio. Gil-Garald les había quitado tanto ya.

LexodiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora