El Valle de las Corrientes

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Los cuatro miembros de la guardia del viento rastreaban al soldado que huyó a través del Bosque Delimitante.

Frist encabezaba la avanzadilla seguido por Jeims, Darmen y Vajem.

Rastrear a alguien es más fácil de lo que parece, especialmente en un bosque. Solo hay que seguir lo que se vea fuera de lugar, hierba pisada, ramas rotas, pisadas con calzado y demás. Es aún más fácil cuando la persona que quieres rastrear está enfocada en correr y no presta atención en su entorno.

Frist había dado orden de hacer silencio absoluto mientras rastreaban, no fuera a ser que delataran su prescencia ante el soldado.

Kilia por su parte, estaba llegando a el fuerte de la Guardia del Viento. Ni siquiera se había percatado de que estaba sola. Nishel la estaba esperando afuera junto a Valentina.

—¿Qué sucedió? ¿Acaso el resto murió?—Preguntó Nishel.

—Yo... Este...—Kilia se vió sorprendida por encontrarse sin el resto, pero se recompuso rapidamente—Nos... Separamos porque... Caímos en una emboscada y... Vimos factible que yo advirtiera a la Guardia y ellos... Se encargaran de... El... Imperio Varione.

—¿Por qué haces tantas pausas?—Inquirió Valentina.

—Estoy cansada de cabalgar hasta aquí a toda velocidad.

—En ese caso, pasa a descansar un poco en el fuerte—Permitió Nishel.

—Hay algo sospechoso en su historia—Comentó Valentina uns vez Kilia entró—Como líder de la avanzadilla dudo que sea casualidad que ella haya venido hasta acá abandonando a sus subordinados solo para decirnos eso.

—¿Qué crees que nos esté ocultando?

—O es una cobarde, o es una espía del Imperio Varione y causó la muerte del resto.

—¿Qué medidas se tomaran?

—Si probamos lo segundo la pena es la muerte, pero si es lo primero solo sería encarcelada.

—Está bien.

Mientras tanto en el Bosque Delimitante, la avanzadilla había llegado a un punto muerto. El rastro terminaba abruptamente justo frente a ellos.

—¡No es posible!—Exclamó Frist.

—Seguramente alguien lo encontró y se lo llevó a caballo—Opinó Vajem.

—Habría evidencia de ello—Negó Jeims.

—A menos que fuera un jinete muy experimentado—Corrigió Darmen.

—Seguiría habiendo evidencia—Objetó Jeims—Menos, pero la habría.

—¿Y si fuera de una de esas... Cosas marciales?—Opinó Vajem.

—¿Cómo los Zaokin?—Aclaró Frist.

—Ellos serían capaces—Comentó Darmen subiendo los hombros.

—Bueno, voy a hacerles caso y sigamos por la dirección del rastro, hacia la izquierda—Culminó Jeims.

Los cuatro siguieron el rastro seiscientos metros hasta que empezaron a escuchar personas a lo lejos.

—Esperen aquí. Me adelantaré—Ordenó Darmen.

Darmen avanzó cincuenta metros. Los árboles se acabaron y pudo ver un campamento del Imperio Varione con aproximadamente setenta mil hombres. El campamento estaba situado en lo que se conoce como el Valle de las Corrientes por los fuertes vientos que posee, debido a eso, no habían casi banderas o estandartes del Imperio Varione colocados. Darmen intentó regresar silenciosamente al bosque para dar la noticia, pero fue avistado por un vigía.

—¡Un intruso en el bosque! ¡A el!—Gritó el vigía alertando a todo el campamento mientras cogía una ballesta.

Darmen volvió a donde estaban sus compañeros a toda velocidad para alertarlos del peligro.

—¡Me vieron! ¡Huyan!

Sin perder un segundo, los otros tres se montaron en sus caballos y se fueron camino a el fuerte.

—¿Qué tan grande es el campamento?—Preguntó Jeims sin voltearse.

—De al menos setenta mil hombres.

—¡Imposible!—Negó Frist—¿Cómo no nos dimos cuenta?

—Tal vez es nuevo—Opinó Vajem.

Se escucharon muchos caballos tras de sí. Los soldados que los seguían tenían una armadura pesada y difícilmente los podrían vencer en batalla. Lo peor es que tenían arcos y ballestas.

—¡Frist!—Llamó Vajem—¡Sepárate de nosotros! ¡Así no te perseguiran a tí y podrás dar la noticia!

—¡Entendido!

Frist dió un giro hacia la derecha y se fué por su camino. Los soldados imperiales estaban lo suficientemente lejos para no ver la maniobra.

—¡Bueno!—Dijo Jeims sonriendo—¡Parece que hasta aquí llegamos!

—¡Si nos esforzamos tal vez nosotros también escapemos!—Animó Darmen antes de acelerar su caballo.

Los soldados parecían seguirlos desde todas partes. Sabían que estaban detrás de ellos, pero podían escucharlos a sus lados también, aunque no sabían si eso solo era su mente jugando trucos por el pánico que tenían.

Un soldado a caballo salió de la nada a su izquierda, tomó a Jeims del hombro y lo tiró al suelo haciendo que cayera de cabeza.

Vajem y Darmen no tuvieron la oportunidad de ver que pasó con Jeims, pero lo más seguro era que los jinetes lo hubiesen pisoteado.

Una flecha se insertó en la espalda de Darmen y otra en su cuello. Darmen se cayó de su caballo, pero siguió arrastrándose en el suelo, rehusándose a morir. Lo último que vió fue la hoja de la espada de un jinete.

Vajem ya estaba claro de que de esta no salía vivo, pero si se detenía y aceptaba su muerte dejaría de luchar por su vida, lo cual era suicidio desde su punto de vista, así que el seguría huyendo hasta que la muerte lo alcanzara.

Una flecha hirió el costado del caballo, lo que hizo que bajara su velocidad. Un jinete lo alcanzó y se preparó para atacar, pero Vajem brincó de su caballo al de su enemigo para sorpresa de este y lo acuchilló. Su cuchillo apenas traspasó la armadura de su oponente aunque igual lo hizo caer de su caballo. Una flecha disparada por una ballesta le atravesó el cráneo.

Frist lloraba en silencio porque sabía que sus compañeros habían muerto. Era una soldado, pero seguía siendo humana y tenía sentimientos. De todos modos realmente creía en la causa de la Guardia del Viento y la defendería como pudiese aún si eso significara dar su vida y sabía que lo mismo creeían sus compañeros. No los decepcionaría. Mañana mismo pediría permiso para dirigir el ataque contra el campamento de el Imperio Varione, pero hoy tenía cuentas pendientes con Kilia, a la cual detestaba con todo su ser.

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