Los Barcos de Galalid

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Los muelles de Galalid no habían visto semejante agitación en sus dos mil años de historia; más de mil barcos de todos los tipos estaban presentes con el fin de partir a Viento Cortante y desembarcar en Gaia.

—¡Debemos salir para el atardecer! ¡Vamos!—Ordenó Elemor a toda voz—¡Sesmar nos necesita!

Elemor llevaba un traje blanco de finísima calidad y una corona sobre la cabeza. Su brazo metálico tenía muchas mejoras y era casi tan bueno como el original.

—¿Vas a llevar reservas de sangre Mierl?—Preguntó Elemor volteándose a su consejero.

—No—Negó este—A donde vamos no me va a escasear la sangre.

Mierl estaba ataviado con una armadura de sangre. Sólo los vampiros y elfos de sangre conocen como realizarla. Elemor le preguntó a Mierl muchas veces de donde sacaba la sangre que usaba, a lo cual este le respondía que los humanos de Yamaloto se las donaban gustosos. Elemor le pareció extraño y aunque nunca dudó de el, tuvo que hacer averiguaciones que lo llevaron a descubrir que su vampirezco amigo decía la verdad.

Las armaduras de sangre eran de un rojo profundo y la verdad es que más que una armadura era un traje. Las partes internas eran de un material negro que nadie quería saber que era y el traje en sí es increíblemente flexible y podía resistir el disparo de una ballesta.

—¿Cuántos barcos están preparados comodoro?—Preguntó Elemor impaciente.

—Casi toda nuestra flota está lista señor—Respondió el comodoro, Ylireandul, un elfo más viejo que Elemor.

—Cada segundo es valioso en este instante—Se quejó Elemor—Después de atracar en Gaia, debemos recorrer todo el camino a través de Elyosea, el Río del Sol, el Bosque de los Cien Robles y Hámzterdan para llegar a Bern

—¿Y por qué no simplemente atracamos directamente en el Río del Sol?—Inquirió Ylireandul.

—Puede ser.

Elemor luego fue a dar un discurso a sus elfos.

—¡Galalid!—Llamó Elemor—¡Lo que a continuación se va a realizar es por el bienestar de los llamados salvadores de Galalid e Isla Lukai! ¡El Imperio Varione quiere causar el mal a los habitantes de Bern y nosotros vamos a disuadirlos con nuestra prescencia! ¡No obstante no podemos atacar a ningún soldado del Imperio bajo ningún contexto, ya que causariamos un conflicto entre Elfenheim y el mismo! ¡Ojalá lleguemos a tiempo para salvar a nuestros amigos en su momento de necesidad!

Los elfos vitorearon a Elemor y partieron hacia Viento Cortante.

Los barcos de Galalid eran todos de madera blanca y velas plateadas, lo cual se veía maravilloso desde tierra. Se decía que al amanecer brillaban como estrellas en el horizonte.

En cierto momento, seis barcazas de color rojizo se unieron a las de Galalid.

—¡Son las barcazas de Miátril!—Avisó la vigía del buque insignia de Elemor, Marlt. La vigía se llamaba Niliame.

Un almirante pasó al Marlt y se presentó ante Elemor.

—Disculpe usted nuestra entrometida llegada, pero también queremos ayudar a Bern—Explicó el almirante, Igliane

—¿Qué ha hecho Bern por Miátril?—Preguntó Elemor con genuina curiosidad.

—Galelor era de Bern y el salvó a Miátril de los orcos hace ya mucho tiempo—Explicó Igliane.

—Seguidnos en entonces—Permitió Elemor—Pero recordad que no podemos matar a ningún soldado del Imperio a menos que ellos nos ataquen primero.

—Si majestad.

Las barcazas de Miátril se colocaron a un costado de la Marlt en formación triángular. Apróximadamente llegarían a Bern en una semana.

En todo el viaje no hubo ni un solo inconveniente, excepto que un elfo juraba haber visto un tentáculo gigante que se alejaba rápidamente hacia estribor.

Elemor hizo ciertos cálculos y llegó a la conclusión de que en total eran noventa y seis mil elfos los presentes. Eran más que suficientes para intimidar al Imperio Varione.

Pasados cuatro días llegaron a la desembocadura del Río del Sol, cuya amplitud, aunque considerable, no era suficiente para toda la flota, obligando a muchos a desembarcar en las costas de Viento Cortante y no donde se quería, retrasándolos a todos otro par de días.

A Elemor lo mataba el estrés. Ni el ni Mierl han recibido más cartas de Frédek o Sesmar desde hace un par de semanas, lo cual posiblemente era presagio de algo malo, aunque también significaba que simplemente no habían recibido más cartas.

—¿Por qué se llamará Viento Cortante?—Dudó Mierl al poner sus pies en la tierra.

—¿Tal vez no te has cortado aún con el viento?—Respondió Elemor con gracia.

—Simpático—Añadió Igliane—¿Habían estado aquí antes?

—Negativo—Informó el comodoro.

—Yo tampoco—Añadió Igliane.

—¡Niriliane!—Llamó el comodoro Ylireandul—¡Trae un mapa!

—¡Si señor!

Niriliane trajo un mapa de la Marlt y luego Elemor tras unos minutos de observación mandó a movilizar a sus tropas rumbo a Bern.

Los caminos hechos durante los últimos doce años ayudaron bastante a la gran velocidad de desplazamiento, lo cual hizo posible el llegar a Bern en tres días. Sin embargo, al llegar ahí se detuvieron horrorizados: Campamentos con los estandartes del Imperio estaban rodeando la muralla y colgados y empalados se encontraban los soldados de Bern. Coronando la barbarie estaba el cuerpo de Frédek colgado en la puerta junto a su cabeza.

—¿¡Pero qué es esto!?—Exclamó Elemor horrorizado.

—¿¡Cómo se han atrevido a mostrar a Frédek de esa forma!?—Continuó Mierl—¡El no merece eso!

Los soldados de el Imperio Varione junto al ejército de Hámzterdan se colocaron frente a ellos en posición defensiva.

—¡Rey Elemor!—Saludó Darius sin reverencia—¡No esperaba verlo aquí!

—¿¡Dónde está Sesmar!?—Exigió saber Elemor.

—Sesmar está profugo, de todos modos no se que querría un rey elfo de un criminal humano—Respondió Darius con muecas—

—El General Dalius no debería hablar de ese modo—Comentó Lokhran a Alotias en voz baja—Está provocando a los elfos y estamos en desventaja.

—¡De esto no saldrás impune!—Advirtió Elemor desenvainando su espada—¡Morirás hoy!

—¿¡Pero qué está haciendo!?—Exclamó Niriliane—

—Elemor acaba de destruir todas las relaciones diplomáticas entre el Imperio Varione y Elfenheim—Respondió Ylireandul—Y yo lo apoyo.

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