CAPITULO 21

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Alana regreso al castillo de las Gárgolas, las cuales dormían, el silencio era sepulcral haciéndole incomodo e incluso aterrador.

La Narniana permaneció en el exterior, subida en uno de los arboles, mientras su mirada dorada se centraba en las constelaciones.

"El hecho de haber renegado de mis poderes de Bruja hace que tenga miedo, eso hace que sea menos poderosa, ¿no? Bueno, no debo pensar en ello, ahora mi objetivo es encontrar esos objetos, ponerles en un lugar seguro y después buscar a Arturo. Pero solamente quedan unos meses para mi cumpleaños. El número dieciocho..." Pensaba Alana mientras miraba a la bóveda celestial.

Alana estaba, de nuevo, absorta en sus pensamientos, como solía suceder antes de que todo ocurriera. Aunque tuviera los ojos abiertos y la mirada puesta en un punto fijo e inmóvil, la Narniana estaba metida en lo mas recóndito de su mente, mas allá de sus recuerdos, sus pensamientos o sus miedos, incluido su odio hacia Jadis y algunas Brujas.

-¿Hola?- Dijo Peter pasando su mano frente la mirada perdida de Alana.
-¿Eh? ¿Que pasa?- Preguntó Alana alejándose de sus pensamientos.
-Estabas embobada.- Rió él.
-Ya.... ¿Y?- Alego ella alzando las cejas en modo de indiferencia.
-Nada, solo que daba miedo. Por cierto, toma.- Comentó Peter entregándola su colgante.
-A... gracias.- Respondió Alana cogiéndolo sin importancia.

La Narniana se colgó el collar sobre el cuello, mientras sus ojos se centraban en las dos piedras que brillaban por la luz de la luna.

-¿Porque me le diste?- Preguntó Peter mirándola.
-No podía dejarlo en el Santuario, ya que podría ser encontrado, en cambio, teniéndole tú, estaría seguro. Supongo que sabrás los motivos, ya que tus hermanas os lo habrán contado.- Respondió Alana centrando su vista en una estrella.
-Sí, nos lo han dicho...- Respondió Peter nervioso.

El mayor de los Pevensie estaba en un dilema, ya que los sentimientos que tenía por Alana eran difusos, ya no sabia si se debía a una atracción o simplemente porque ambos habían sido elegidos por el mismo elemento, y eso hacia que el Magnífico estuviera pensativo, al igual que la Narniana, pero cada uno, pensando en temas tan diferentes como similares.

-Siento lo de haberte dormido. Era la única forma de librarme de ti.- Rió Alana.
-¿Gracias? Pero debías de haber confiado en nosotros, Aslan nos trajo para ayudarte y para no dejarnos solos...- Alego Peter recordando la muerte de sus padres.
-Y agradezco vuestra ayuda. Pero durante muchos años, se que a veces la ayuda es un estorbo. Y no quería tener problemas.- Alego Alana molesta.
-¿Crees que somos un estorbo?- Preguntó Peter fingiendo estar ofendido.
-Sí y no. A veces la ayuda se convierte en un estorbo. Incluso una ayuda mandada por mi abuelo.- Alego Alana bajando la mirada.

Peter no dijo nada y se encogió de hombros. Alana observo su colgante, mientras miraba la nítida imagen que había surgido de Aslan.

-Ten cuidado. Ahora, Jadis esta libre, y sabe lo poderosa que puedes llegar a ser, e incluso, lo que sucedería si mi padre regresase.- Alego Aslan mirándola.

Alana asintió bajando la mirada mientras sonreía. Aslan desapareció haciendo que Alana regresara, de nuevo, a la normalidad.

-Mañana, vamos a ver a las Hadas... ¿Como es aquello?- Alego Peter mirándola.
-Verde, alegre y peligroso. Las Hadas, son conocidas por ser manipuladoras e incluso, algunas son mentirosas y traidoras.- Respondió con algo de rencor Alana.
-¿Que sucedido para digas eso de ellas?- Preguntó Peter mirándola.
-Digamos que no nos llevamos bien, por motivos muy diversos.- Explicó Alana riéndose.
-Pobre el hada que causo tu odio.- Rió el Magnífico.
-No es odio lo que tengo hacia ellas, es tristeza. Me defraudaron.- Respondió Alana marchándose.

Peter se quedo pensativo mientras Alana se ocultaba entre las sombras. La Narniana llego al castillo, donde se dirigió a la sala donde ella y Isabella pasaban horas hablando, de temas de los que nadie debía de saber. Al llegar, vio a su amiga jugar con un pequeño torbellino de aire.

-Al fin llegas.- Alego Isabella con una sonrisa.
-Lo siento. No conseguía librarme de Peter.- Respondió Alana con pesadez.

Isabella puso una mirada picara mientras sonreía.

»¡No! Por Aslan, Isabella.- Alego Alana empujándola.
-Yo decía lo mismo, y mirame.- Alego la Gárgola.
-Desde la última vez, no tengo intención alguna de pensar en otros chicos. Bastante sera, que no le mate.- Rió la Narniana.
-Y ella siempre tan amable.- Alego Isabella con sarcasmo.
-Yo siempre, y por suerte que no conoció a mi padre. Era muy sobreprotector, mayor que Aslan.- Rió Alana con tristeza en su voz.
-Bueno, esperó que consigas dominar pronto tu elemento.- Alegó Isabella mirándola.
-¿Dominar? ¿Acaso necesitó de un entrenamiento?- Preguntó Alana desconcertada.
-Así es, por suerte, todos los Guardianes aprendemos a dominarles de la misma forma.- Respondió Isabella al ver la expresión de tristeza de su amiga.
-Genial.- Ironizó Alana. -Si ya era difícil el entrenamiento de Bruja, ahora sera peor el de Elemental.- Añadió ella con cara de pocos amigos.
-Tranquila, solo es coger practica. Estoy segura, que lo conseguirás.- Alegó la Guardiana del aire intentando animar a la Elemental.
-Claro.- Alego Alana con sarcasmo.
-Escuchame, yo misma te enseñare. No importa lo que piense mi madre.- Alego Isabella mirando a su amiga.
-¿A que te refieres?- Preguntó la Narniana desorientada.
-Quiere que ocupe su lugar, quiere coronarme reina.- Explicó la Gárgola con tristeza.
-Lo que hará que te obliguen a casarte con alguien que no quieres.... Lo siento. Si quieres hablo con tu madre para que lo entienda, o con Sam para que habrá los ojos.- Comentó Alana abrazándola.
-No, no lo hagas. Mi madre pensaría que soy egoísta, y se enfadaría por querer a un soldado.- Alego Isabella bajando la cabeza.
-Te ayudare en lo que necesites.- Alego Alana mirándola.
-Ahora necesitó dormir.- Rió Isabella marchándose.

Alana se quedo sola, regresando a sus pensamientos, mientras analizaba la situación de la Gárgola. Alana, sabia y conocía que el hecho de que Isabella estuviera así se debía a otra cosa, sabia que no solo ella misma no quería reinar, ya que Isabella y algunos Guardianes más, no les agradaba la idea, pero ninguno podía decir que no. Ya que no era su decisión, era un deber obligatorio, igual al que tenía ella con Narnia, no solo en protegerla o cuidarla, sino, también en guiarla. Por ello su abuelo había traído a los Reyes de Antaño, para ayudarla.

Alana salió de allí, y se dirigió a la habitación de Shiary, al llegar vio que la Elfa dormía plácidamente, pero de vez en cuando tenia temblores y decía palabras sueltas, lo que la indico a Alana que pronto estaría bien.

𝐇𝐈𝐄𝐋𝐎 𝐘 𝐅𝐔𝐄𝐆𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora