CAPÍTULO 33

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Y de nuevo la noche cayo. Todo era rodeado por las sombras, por la penumbra, y por un manto celestial diferente a todos los anteriores. La luna menguante mostraba un brillo inusual, un brillo tan fuerte y blanco, que parecía ser puro, como si aquella pureza que se buscaba estuviera envuelta en la luna, mientras las estrellas brillaban con intensidad, su brillo era tal, que parecía que estaban en llamas.

Alana miraba el cielo embelesada, jamás recordaba haber visto una noche idéntica, bueno, en realidad sí, fue por un segundo, en un recuerdo o tal vez en una visión; lo que importaba es que fue cuando vio su nacimiento, a su hermana. Aquella noche era idéntica a aquella, pero a diferencia de ella es que en esta el silencio reinaba y en la otra, el silencio había sido interrumpido por el llanto de dos niñas.

Al recordar aquella noche, en la que su aniversario seria en unos días, una lágrima de melancolía recorrió el rostro de Alana, aquello ya no era el hecho de saber de su hermana, sino, de que a ella le privaran de estar con su familia, y su familia de estar con ella. La vida era injusta, y eso Alana lo sabia, su vida había sido injusta, ¿porque sus padres murieron y los de otros no? Se preguntaba ella de niña, cuando pasaba las noches despierta, vagando por el castillo, los bosques o incluso entrenado con cualquier arma. Pero ahora parecía cobrar sentido, puede que sus padres y hermana murieran, pero la habían hecho otro regalo, uno que jamas podría olvidar, reencontrase con su hermana pérdida. Pero la pérdida de sus padres no fue en vano, aquello la ayudo a hacerse fuerte, indestructible y de hielo, algo que nadie había conseguido ablandar y que Alana intentaba destruir pero que no podía ni ella.

Alana cogió su espada, y se cambio el comisión blanco por ropa un poco mas acta para entrenar, cogió su espada y salió al exterior haciendo el menor ruido posible. Tras salir al exterior del castillo, la Narniana se dirigió, directamente, al bosque, buscando un claro que pudiera ayudarla a entrenar.

Al encontrarle, Alana se sentó en el suelo y empezó a meditar, canalizando su energía, de la misma forma que su madre y su antiguo profesor la enseñó. La Narniana relajo sus músculos y dejo en blanco su mente, pero sin alejarse del mundo que la rodeaba. Tras acabar aquello, Alana abrió los ojos y suspiró, miro su espada y la cogió sacándola de su funda. El filo brillo con el reflejo de la luna, haciendo que ella se viera en el brillante filo.

"¿En que me he convertido? ¿Era esto, realmente, lo que mis padres quisieran que fuera?" Pensó Alana poniéndose de pies.

La Narniana se sacudió la cabeza, intentando, alejar de esa forma aquellos pensamientos y concentrándose en su próximo ejercicio, que era la espada.

-¿Que haces sola en el bosque?- Preguntó Peter a su espada.

"Enserio este chico siempre esta donde yo este. Ni que me fueran a atacar, creo que piensa que no me se cuidar sola. Si supieran todos ellos la de sucesos, luchas y casi bordes de la muerte, que he estado, callarían de inmediato." Pensó Alana mirando su espada.

-Entrenar.- Se limito a responder.
-¿Eso no requiere de dos?- Preguntó él con curiosidad.
-Depende del ejercicio.- Respondió ella dando vueltas a su espada.

Peter asintió lentamente observando los movimientos de la Narniana.

-¿Lucharías contra mi?- Preguntó él alzando una ceja.
-Vaya, ¿crees que podrás contra mi?- Alegó ella con orgullo.
-¿Creerlo? No, lo afirmo. Se que soy mejor que tú.- Alego él retándola.
-Demuestralo.- Alego ella dándose la vuelta.
-¿Segura?- Preguntó él con tono de asustado mientras se reía.
-¿Crees que te tengo miedo? He luchado contra seres peores que un hijo de Adán.- Alegó ella rondando sus ojos.
-Seguro que sí...- Alegó él cogiendo su espada.

Los dos se pusieron enfrente y esperaron a que uno de los dos diera el primer paso. Alana miraba a Peter, mientras observaba los posibles puntos débiles que podría tener. Al rato Peter se abalanzo sobre ella, pero Alana fue mas rápida y se hizo a un lado, haciendo que Peter se cayera y ella se riera.

-¿Seguro que eras el mejor en la Época dorada?- Preguntó ella riéndose.
-Digamos que nadie luchaba enserio contra mi.- Alego él.
-Comprendo.- Asintió ella lanzándole un contraataqué.

Peter le esquivó y evito que la espada tocara su hombro, pero le fue casi imposible, debido a que ella era muy rápida.

-¿Como es que te mueves tan rápido?- Preguntó él desconcertado.
-Practica. Pero no deberías de dejar al descubierto puntos débiles, tus enemigos intentarán atacarte por ahí. Los movimientos que hagas les debes de pensar, adelantarte a tu oponente, para que así, tengas la victoria asegurada.- Explicó Alana derribando al rubio.

Peter la fulminó con la mirada, molesto por haber perdido.

-Quiero la revancha.- Alegó él poniéndose de pies.
-Ahora no. Además, esta comenzando a formarse la niebla.- Alegó Alana guardando su espada.
-Vale, pues mañana.- Dicto Peter.
-¿Mañana? Tenia pensado retomar, de nuevo, unas armas.- Explico ella comenzó a caminar.
-¿Retomar unas armas?- Preguntó él poniéndose a su lado.
-Así es. Antes era la arma que constantemente usaba, rápida, peligrosa y letal.- Explicó ella recordando sus viejos Sais.
-¿Rápida? Solo conozco los arcos, como rápidos y letales un cuchillo, si tienes buena puntería.- Alegó él pensativo.
-Mañana les veras.- Respondió ella observando como el cielo era invadido por las nubes.
-Shiary nos a contado que tenias pensado nombrar a nuevos consejeros...- Empezó a decir Peter mirándola.
-Y así quiero que sea. Ellos fueron nombrados tras la muerte de mis padres, y creo que ha llegado el momento de que se tomen un descanso. Además, no me gusta que solo, el consejo, este integrado por hombres.- Alego ella con la mirada puesta en la empuñadura de su espada.
-¿Y quien crees son actos para ese puesto?- Preguntó el Magnífico con curiosidad.
-Bueno, ahora es diferente. No solo yo voy a ser coronada, también Alisa, así que lo mas lógico es que ambas les eligiéramos.- Dijo Alana llegando hasta el castillo.

Antes de que Peter pudiera decir algo mas, la Narniana desapareció entre las sombras, camuflándose y dirigiéndose a su habitación, la cual estaba en la otra parte del castillo, pero todavía no tenia sueño y quería caminar por allí observando los lugares, y todo aquello.

Tras caminar por un largo rato, Alana llego a su habitación, donde entró y se tumbo en la cama, observando la niebla y las, casi imperceptibles, estrellas. La luna había desapareció por completo, pero su reflejo de pureza iluminaba la niebla, dándola un aspecto lúgubre y fantasmagórica.

𝐇𝐈𝐄𝐋𝐎 𝐘 𝐅𝐔𝐄𝐆𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora