CAPUTULO 46

292 20 0
                                    

Alana paso todo el día en completa soledad, callada y ausente, mientras sus pensamientos asimilaban, recordaban y martilleaban, constantemente su mente. Al llegar hasta un pequeño montículo, observando un pequeño pueblo, unos segundos después apareció un grupo de soldados que se dirigía hacia el pueblo. Cuando los caballeros llegaron, comenzaron a arrasar todo. Alana se transformó en leona y corrió hacia ellos, al llegar, empezó a atacarles, sabia que le superaban en número, pero por algo se empezaba.

-¡Ir y avisar a los elfos!- Grito ella atacándoles.

Los caballeros la superaban y se burlaban de ella, pero Alana acababa rápidamente con sus vidas, tanto por causa de los Sais como por arañazos o mordiscos de su apariencia animal. Al ver aquello, los Narnianos que allí vivían observaron como su princesa les protegía sin percatase de que podría perder la vida. Unos minutos después llegaron los elfos, los caballeros se fueron y todos celebraron la victoria, y la captura del líder de ellos. Pero aquella felicidad se vio interrumpido por un llanto, una pequeña fauna lloraba al ver la grave herida de una descendiente Telmarina.

-¿Que sucede, pequeña?- Preguntó Alana con una sonrisa.
-Mi hermana, esta herida. Es lo único que me queda, no puede morir.- Respondió ella llorando.
-La curaremos, tranquila.- Alego Alana adquiriendo su forma animal. -Subela sobre mi lomo, un elfo te acompañara al castillo.- Añadió Alana.
-Gracias.- Dijo la fauna colocando a su espalda a su hermana.
-Que alguno la acompañe al castillo, llevarle a ese también y encerrarle. Y el resto que cuiden al pueblo y sigan a los que han huido.- Ordenó Alana comenzando a caminar.

La Narniana avanzaba lentamente, debido a que no estaba acostumbrada a cargar con nadie sobre ella, tras un largo rato empezó a divisar el castillo. Desde el exterior Alisa vio a su hermana cargar con algo. Rápidamente hizo correr la voz de que preparasen la enfermería, ya que temían que algo malo la pasara. Al llegar todos observaron a la chica que llevaba a su espalda, varios elfos la llevaron a la enfermería.

-¿Que sucedió?- Preguntó Aslan.

Alana no respondió, todavía estaba asimilando lo que ella misma había hecho y visto, jamás había matado a nadie en su forma de león, jamas había sentido tan de cerca el poder de arrebatar una vida, ahora tenía miedo. Miedo de hacerlo y que la gustase, que quisiera matar con aquella forma, y que la humanidad que apenas tenia se consumara por completo. Unos minutos después llego la pequeña fauna, la cual corrió hacia Alana. Aslan comprendió que no era momento de hacer preguntas.

-Abuelo, ella sabrá mejor que yo lo que pasa.- Dijo Alana mirándole.

Aslan se dio la vuelta y miro a ambas, dándose cuenta de que ambas eran muy parecidas a pesar de llevarse varios años de diferencia.

-Los Caballeros Negros son seres que arrasan pueblos, matan y aniquilan, y luego desaparecen. Según dicen, les a contratado la reina de Narnia, la cual busca nuestro miedo. Pero todos sabemos que ella no es la reina, lo sois vos y vuestra hermana. Hemos luchado, pero apenas podemos permanecer con vida. Nos roban la comida y el dinero, queman nuestras casas y nos secuestran. Mi hermana evitaba que me llevaran. Se pondrá bien, ¿verdad? No la puedo perder a ella también.- Dijo la pequeña comenzando a llorar.
-Te prometo que esos Caballeros pagaran, y que tu hermana se salvara.- Dijo Alana seriamente.
-Ven, acompañame.- Pidió Aslan a la pequeña.

Alana se dirigió a las mazmorras donde Peter y Caspian interrogaban al hombre mientras Edmund les supervisaba. Los tres se quedaron perplejos al ver la sangre en la parte de atrás de la capa de Alana.

-Me encargo yo.- Respondió Alana cogiendo su Sai.

Peter y Caspian no respondieron y retrocedieron.

-Guarda eso antes de que te hagas algo.- Rió el hombre.
-Tienes la desgracia de haber hecho daño a los Narnianos, y que yo sea su Guardiana. Así que esto lo podemos hacer de dos formas. La primera por las buenas, pregunto y respondes; o por las malas, y te aseguro que sera peor para ti.- Amenazo Alana dando vueltas a su arma.
-Puede que hayas matado a los míos, pero cuando salga de aquí me encargare de que lo pagues. Eres una idiota al creer que esos monstruos pueden y deben de ser salvados.- Dijo él.
-Esos monstruos como tu les llamas han pervivido mucho mas que tu. Los tuyos llegasteis a Narnia por error, así que no me tientes a recrear tus peores miedos y a que pidas tu propia muerte, porque si he de hacerlo, lo haré.- Alego ella mientras sus ojos se volvían amarillos. -¿Quien os envía? ¿Y quien dice ser la Reina de Narnia?- Añadió ella, aunque sabía la respuesta.
-Somos conocidos como los puros. Caballeros con una descendencia pura hacia los Telmarinos, nuestra Reina es Jadis, aunque también la llaman Evangeline. Ahora decirme, ¿quien eres tu y ellos?- Alegó el hombre.
-Ellos son los antiguos reyes de Narnia. Dos de ellos hijos de Adán, los cuales derrotaron a tu reina, y el otro el rey Telmarino que ayudo a mi pueblo.- Respondió Alana cruzándose de brazos.
-Maldito bastardo. Debiste de morir en manos de Miraz.- Grito él mirando a Caspian.
-Miraz mato a mi padre, y a muchas familias. Jamas debimos de conquistarles, no podemos tener a Narnia porque no es nuestra, nunca lo fue y nunca lo sera.- Alegó Caspian enfadado.
-¿Creéis que podéis detenernos? ¡Somos invencibles! ¡Jamas seremos como esos monstruos!- Alego él.
-¿Crees que somos monstruos? Veras lo que es un monstruo. Todos los tuyos, Caballeros Puros, que hayan manchado sus manos con sangre Narniana o que lo hagan, se transformaran en su mayor miedo, y después se mataran entre ellos.- Maldijo Alana mientras una brisa se alzaba.
-¡Eres una Bruja!- Grito él asustado.
-No, no soy una Bruja, mi madre lo fue, y tu reina lo es. Pero yo soy descendiente de Acheron, y se que las maldiciones que ponga, solo pueden desaparecer si yo lo ordeno. Cosa que no sucederá. Ahora, sabrás lo que es perder a los tuyos, sufrirás su dolor.- Dijo ella marchándose.

Los tres reyes se quedaron perplejos al ver como Alana había actuado, jamas la habían visto tan serena a la hora de proteger a Narnia, tal vez se debiera al colgante que neutralizaba aquel lado malvado.

-¿Que es lo que sucedió?- Preguntó Edmund poniéndose al lado de la Narniana.
-Atacaron a un pueblo que se encuentra a unos metros de aquí. La mayoría huyeron, otros murieron.- Respondió Alana con un frío tono.

Al llegar arriba, Alisa abrazo a su hermana, ya que estaba asustada por lo que había oído.

-¡No!- Grito alguien.

Todos se dirigieron allí, y vieron a la fauna llorar sobre el cuerpo sin vida de su hermana. Al verlo Alana recordó su dolor al saber de la muerte de Evangeline, y que tenia una hermana que estaba lejos de ella. La Narniana entró y se acerco a la pequeña.

-No me dejes sola. Por favor.- Decía ella llorando.
-Hola.- Dijo Alana poniéndose a su altura.
-Se a ido...- Dijo ella abrazándola.
-Tranquila, tal vez podamos hacer algo.- Alego Alana con una sonrisa.

Alana se puso de rodillas frente al cuerpo, mientras varias miradas se fijaban en lo que hacia. La Narniana frotó sus manos y soplo en ellas. Colocó una en la frente, la cual representaba la mente, y la otra mano en el abdomen, que representaba el cuerpo. Alana cerro sus ojos y tomo una pequeña bocanada de aire que lentamente iba expulsando. Dentro de ella, Alana, sentía como algo fluía y recorría su cuerpo, desde sus pies hasta sus manos, transmitiendo esa energía al cuerpo. Lentamente el cuerpo empezó a adquirir un tono color carne, y segundos después la chica empezó a respirar y su corazón a palpitar. La morena separo sus manos y abrió sus ojos mirando a la pequeña.

-Ahora ya esta bien. Únicamente debe de descansar. Al igual que tu.- Alegó Alana.

Todos los presentes se quedaron estáticos y boquiabiertos al ver como había devuelto la vida a un cadáver, Aslan sonrió y asintió al ver, como su nieta regresaba a ser la que una vez fue. Alana, junto a la pequeña fauna se dirigieron a las habitaciones, donde Alana la indico que durmiera en su cama. La fauna se tumbo en la cama, y unos minutos después cayo en los brazos de morfeo. La Narniana sonrió y con su forma humana se tubo en el suelo quedándose también dormida, mientras su mente la felicitaba y recordaba todas las vidas que había salvado con aquella técnica. Puede que la dejase cansada, pero no había mayor recompensa que la felicidad de esa pequeña fauna al ver a su hermana, de nuevo, viva.

𝐇𝐈𝐄𝐋𝐎 𝐘 𝐅𝐔𝐄𝐆𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora