CAPITULO 62

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A la mañana siguiente retomaron la marcha. El pequeño osezno iba explicando a las hermanas lo que había estado sucediendo en la isla. Pero se podía apreciar la tensión que había entre las dos, Alisa seguía enfadada y Alana escuchaba al pequeño animal con atención. Lentamente Alisa comenzó a sujetarse el brazo donde tenía su marca, y segundos después a quejarse del dolor. Alana se puso al lado de ella intentando saber que la sucedía. Pero el orgullo de la mayor era abismal como para dirigirle la palabra. Alisa cayó al suelo, con una terrible temblorera. Alana se arrodillo y la miro.

-Hay que llevarla de inmediato hasta donde esta Arturo.- Alego el osezno mientras todos llegaban.
-Subirla sobre mi.- Dijo Alana transformándose en leona.

Dominic y Peter cogieron a Alisa y la pusieron sobre Alana.

-¿Sabes como llegar?- Preguntó Susan mirándola.
-Creo que sí.- Respondió Alana con confianza.

Segundos después comenzó a correr. Tenia que llegar lo antes posible a la casa de Arturo, por el bien de su hermana. Alana corrió, esquivo y bordeó arboles hasta llegar a una acogedora casa. Al verla sintió aquella sensación, se acerco y con la pata arañó la puerta. Un hombre de mediana edad, melena rizada y de un tono miel oscuro y unos ojos azules, la abrió la puerta.

-¿Quien eres?- Preguntó él mirando a la Narniana.
-Mi nombre es Alana. El de ella es Alisa.- Dijo la Narniana.
-Ya se quien eres. ¿Que ha pasado?- Alego él cogiendo a Alisa.
-No lo se. Pero debe de hacer algo, por favor.- Pidió Alana mirándole.
-Haré lo que pueda. Necesitó estar solo. Por favor ve atrás. Allí podrás hacer lo que desees.- Indicó él.
-Gracias.- Sonrió Alana.

La Narniana salió al patio exterior y allí comenzó a dar vueltas mientras jugaba con su Sai, conforme avanzaba se transformaba en leona y luego adquiría su verdadera forma, así todo el rato. Arturo observo el extrañó comportamiento de la joven, y se dio cuenta de que tenia remordimientos hacia algo que había hecho. Rato después alguien llamo a su puerta. Arturo abrió y vio a varios chicos y a un osezno.

-¿Llagaron?- Preguntó el animal.
-Sí, Alisa llego a tiempo, unos minutos más y hubiera muerto. Alguien ha intentando, a través de un hechizo matarla.- Explicó Arturo.
-¿Que clase de hechizo?- Preguntó Edmund mirándole.
-Uno que solo la muerte es capaz de hacer.- Aclaró él.
-¿Donde esta Alana?- Preguntó Dominic.
-Atras. Lleva, desde que la trajo, atrás. Y todo el rato transformándose y destransformándose.- Alego el hechicero.

El osezno salió y miro a la Narniana. Esta estaba dando vueltas al Sai mientras miraba al suelo.

-Arturo ha dicho que ha sido un hechizo que solo la muerte puede hacer.- Dijo Lucy mirándola.
-Maldito bastardo.- Dijo Alana enfadada.

La Narniana alzo la cabeza, cogió su Sai y se hizo un corte, las sangre cayó sobre la nieve y Alana comenzó a murmurar unas palabras. Segundos después muerte apareció.

-¿Porque me invocas?- Preguntó.
-¡¿Porque intentas matar a mi hermana?!- Grito ella enfurecida.
-No te importa.- Respondió él.
-Me importa mucho mas de lo que crees. No puedes influir en la muerte de inocentes.- Rió Alana con maldad. -¡Deshaz ese hechizo!- Ordeno ella enfadada.
-No quiero.- Rió él.

Alana alzo la cabeza, se quito los Sais y se quito el collar que tenia alrededor del cuello, tiro todo sobre la nieve y lentamente aquella áurea de maldad la invadió.

-¡Vas ha hacerlo!- Alego ella usando su magia.

Muerte comienzo a gritar de dolor mientras se arrodillaba a causa del dolor.

-¡Para!- Pidió la muerte.
-¿Harás lo que te pido?- Preguntó Alana disminuyendo el dolor.
-No.- Rió él atacándola.

En vez de usar la magia, uso contra ella el miedo. Haciendo que solo ella viera al fantasma de aquel al que ella mato.

-¡Detente!- Alego Arturo.
-¿Porque debería de parar?- Preguntó la muerte.
-Por eso.- Dijo Arturo señalando a Alana.

La Narniana había caído en trance, provocando que su luz de estrella saliera por si sola.

-Si una de las dos muere. El equilibrio desaparecerá. Y el río se desbordara.- Alego el osezno.
-Es imposible.- Alegó Muerte.
-No, no lo es. Acheron era poderoso, yo, como su pupilo, sé que el río fluye a través de su poder. Si ellas mueren por causas sobrenaturales, el río se desbordara, y el mundo de los muertos destruirá al de los vivos. Puede que ansies su muerte, pero tu no puedes quitársela. Ni a ellas ni a nadie. Hiciste un juramento.- Alego Arturo cogiendo el collar de Alana.
-¿Crees poder detenerme? Mi madre ansía su muerte, y yo la daré lo que desea.- Alegó él.
-Tu madre..., tu madre es Jadis.- Alego Alana liberándose de su hechizó.
-A si es.- Rió él.

Alana volvió sus ojos amarillos, agachó su cabeza y suspiro, la luna brillo al igual que las estrellas.

-Por el poder de la noche y del día. Del sol y la luna. De la luz y de la oscuridad. Te maldigo con olvidar tu pasado. Todos aquellos que te sucedan jamás recordareis como llegasteis ahí, como moristeis y quienes erais. Jamas podrás salir del inframundo, tu gobernaras ese lugar. Y las Parcas harán tu trabajo. Ningún ser de la ultratumba podrá influir en la muerte. Solo hasta que la luna se precipite y el sol desaparezca, esta maldición perdurará.- Dijo Alana con la mirada fija.

Muerte, Arturo y todos observaron perplejos lo que Alana acababa de hacer. Nadie antes lo había conseguido, lo que significa que algo sucedería.

Mientras Jadis sentía como algo desaparecía, se sentía débil, impotente. Y eso significaba una cosa, el poder que una vez había sido dividido se había fusionado de nuevo en uno. Algo había sucedido, algo que la traería consecuencias muy graves. Pero no solo a ella, sino al ser que había conseguido invocar aquel poder que ella tanto ansía poder.

De repente se dio cuenta de que le habían descubierto, ya no le sentían, ya nada le unía a él, lo que significaba que su espía había sido encontrado y que en aquellos momentos corría una terrible suerte.

𝐇𝐈𝐄𝐋𝐎 𝐘 𝐅𝐔𝐄𝐆𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora