CAPÍTULO 67

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Caída ya la noche, Alana salió de su habitación. Camino por el oscuro y silencioso pasillo, hasta llegar a unas escaleras. Con sigilo comenzó a ascender por ellas, el silencio era únicamente interrumpido por su respiración, la cual era relajada. Alana llegó hasta la siguiente planta, allí se adentro en el pasillo y se dirigió a la puerta del fondo. La Narniana se puso frente a ella y con un suspiro de relajación poso su mano sobre la manecilla, dispuesta a abrir la puerta. Alana entro en ella, al verla sintió un escalofrío. Miro a su alrededor y sonrió con tristeza. El despacho de su padre, seguía exactamente igual a la última vez. Miro los cuadros y las estanterías con libros, después se acerco a su mesa y se sentó en la silla, allí comenzó a examinar los cajones, hasta que una carta llamo su atención. Al ver la letra supo quien la había escrito.

"Cada día que pasa me culpo mas de lo que Sigrid y yo hemos hecho. Vemos crecer a nuestras hijas, pero no están todas juntas.

Se que Alana la ve, ve a Alisa, y se que en algún momento la recordara. Nacieron juntas y siempre estarán juntas. Se que ella, la traerá de vuelta. Al verlas, tras nacer, supe que Alisa se iba a convertir en una buena líder, al igual que Evangeline, pero Alana..., en su mirada esta la mirada de un animal, la de un guerrero. Pero aunque ellas tengan esa mirada, eso no va a influir, puedo observar que Alana es terca, como yo cuando era joven, pero temo que eso la pueda afectar." Leyó Alana mientras escuchaba un ruido.

La Narniana miro hacia la puerta, y haciendo el menor ruido posible se levanto. Cogió un abre cartas y se acerco a la puerta, se puso detrás de ella y espero a que entrara el causante de aquel ruido. La puerta se abrió dejando ver una sombra. Por la altura y la anchura de los hombros, Alana deducio que era un hombre.

-¿Quien eres?- Preguntó Alana poniendo el arma en el cuello del desconocido.
-Soy Peter.- Dijo el rubio.
-Haz menos ruido la próxima vez.- Alego Alana soltándole y regresando a la silla.
-¿Que haces aquí?- Preguntó Peter con curiosidad.
-Mi padre tenia la rara manía de guardar las leyes y tratados en su despacho.- Alego Alana con ironía.
-¿Este era su despacho?- Preguntó Peter mirándole con detenimiento.
-Sí.- Respondió Alana guardando la carta.

La Narniana comenzó a mirar a su alrededor, pensando en donde podría estar el documento. Su padre le gustaba tenerles a la vista pero oculto de todo aquél que quisiera robarle. La Narniana se quedo mirando el cuadro en el que estaban sus padres, Evangeline y ella de bebe, algo en él era diferente. La Narniana se acerco a él y le miro detenidamente.

-Se que guardas muchos recuerdos, pero no es momento de observar las obras de arte.- Alego Peter.
-Alisa desapareció a los tres años. Se supone que en este cuadro ella debería de aparecer...- Comentó Alana tocándole.

La Narniana cerro los ojos y suspiro, segundos después la verdadera imagen apareció. En ella salía ella y su hermana, junto a sus padres y hermana. Alana sonrió con una victoria, y con ayuda de la magia descolgó el cuadro, mostrando un pasillo.

-Tu padre si que sabia guardar las cosas.- Alego Peter asombrado.
-Nunca nada es lo que parece. Él siempre lo decía.- Rió Alana entrando en el pasillo.

La Narniana entro en el pasillo, conforme avanzaba este se iluminaba. El pasillo era estrechó y la paredes eran de piedra, esta de un color anaranjado o marrón claro.

-Vaya, es increíble.- Dijo Peter tras ella.
-¿Porque estará aquí? Mi padre no era tan misterioso.- Alego Alana pensativa.
-Todos intentamos que nuestros secretos no salgan a la luz. Tal vez tu padre planeaba ocultar aquello que era importante para él.- Alego Peter seriamente.

Alana se mantuvo cayada, segundos después llegaron a una sala, en ella había mas libros, una mesa con una silla y baúles. La Narniana se acerco a uno y le abrió. Dentro observo dibujos hechos por alguien bastante habilidoso para el arte.

-Pensé que se perdieron...- Comentó Alana cogiendo el dibujo de un sol y una luna.
-¿A que te refieres?- Preguntó Peter poniéndose a su lado.
-Hubo un incendio en mi habitación cuando era pequeña, pensaba que se quemaron.- Explicó Alana mirándoles.
-Espera, ¿son tuyos?- Dijo Peter mirando mas dibujos.
-Sí, mi madre me decía que de esa forma podría tranquilizarme cuando tenia pesadillas. Después dibujaba dormida, y luego vino el incendió. Mis padres me pidieron que dejara de dibujar. Y desde entonces nunca he vuelto a dibujar.- Explico Alana guardando los dibujos.
-Tal vez seria un buen momento de retomarlo.- Alego Peter mirándola.
-Hay veces que si no cuidas tus habilidades estas desaparecen.- Alego Alana cerrando el baúl.
-Seguro que es eso, o tal vez miedo. Miedo a no saber dibujar.- Rió Peter intentando hacer que volviera a dibujar.
-Por mucho que intentes retarme no voy a volver a dibujar. La noche del incendio dibuje un bosque en llamas, segundos después todo estaba en llamas. Mis poderes surgieron a raíz de mis dibujos. Fue ahí cuando mis padres se dieron cuenta. Y lo mismo puede suceder ahora. Puede que dibuje algo, algo malo y que viva. Eso seria peligroso, pues solo cuando hacemos lo que nos gusta mostramos quienes somos en realidad.- Explicó Alana revisando la mesa.

Peter se mantuvo en silencio mientras meditaba lo que ella le había dicho. El mayor de los Pevensie sabia que aquel temor se debía a la oscuridad que el collar que ella llevaba evitara que saliera, pero ¿y esa profecía? Y si era ella la que traicionaría, ¿porque podría enfadarse? Parecía ser de hielo, incluso con él.

𝐇𝐈𝐄𝐋𝐎 𝐘 𝐅𝐔𝐄𝐆𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora