CAPITULO 48

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Alana despertó a su abuelo y a su hermana, al igual que a Shiary y a todos los reyes. Todos miraban medio adormilados a la Narniana, la cual estaba mas nerviosa de lo que podría estar de por si.

-¿Que es lo que sucede?- Pregunto Alisa adormilada.
-La luna es azul, lo que supone que es poderosa para todos los seres que practican magia, a excepción de los de la magia negra. Entonces, tal vez podamos encontrar, mediante el brillo de la luna, a Arturo, incluso poder debilitar a Jadis. La luna azul es de las mas poderosas para las Grandes Brujas Blancas, nosotras descendemos de una.- Explicó Alana mirando a Alisa.
-¿Crees que con el hechizo adecuado, y en el momento adecuado, osea, ahora, podremos ganar ventaja frente a Jadis?- Preguntó su hermana.
-Sí.- Respondió Alana mirándole.
-¿Estas segura de lo que dices?- Pregunto Caspian mirándola.
-No, pero por algo se empieza.- Respondió ella.
-Hagamoslo.- Respondió Alisa seriamente.

Alana asintió y ambas salieron al exterior supervisadas por todos. Las dos hermanas se pusieron en frente de la otra y se dieron la mano.

-Tener cuidado.- Pidió Aslan.
-¿Desde cuando somos unas irresponsables?- Preguntó bromeando Alisa.

Alana sonrió, y suspiro.

-¿Lista?- Preguntó con miedo.
-Lo estoy si lo estas.- Respondió ella.

Alana bajo la cabeza y Alisa la imitó.

-¡Esta noche unimos nuestras almas, nuestro poder y nuestras mentes. Los dos seres que debieron ser uno. Invocamos el poder mas poderoso, el del Sol y la Luna!- Dijeron al unisono, mientras levantaban lentamente sus cabezas, y de ellas surgía dos brillos diferentes, en el lado de Alisa dorado, y en el de Alana plateado.

Todos observaban con curiosidad y temor lo que hacían, ya que ninguno de ellos sabia como podría terminar aquello. Ambas se agarraron con fuerza y esperaron a que el hechizo saliera como querían. El viento se alzo, el brillo de la luna creció y el cielo se nublo, ambas se agarraron con fuerza, mientras un leve dolor comenzaba a surgir en el pecho de ambas.

-No puedo.- Susurro Alisa.
-Podemos conseguirlo. No podemos rendirnos.- Pidió Alana.

Alisa sonrió y ambas apretaron con fuerza la mano de la otra. Aslan observaba con atención a sus nietas, sabia que podían lograrlo, pero también, que aquello las haría sufrir.

-¡Veo algo!- Grito emocionada Alisa.

Ambas se concentraron y vieron una isla, sus bosques y sus habitantes. Mirándola con otra perspectiva, ambas vieron la forma de ella. Unos segundos después ambas fueron lanzadas por los aires. Alisa cayo sobre unos arbustos, y Alisa choco contra un árbol, dándose en la espalda. Ambas se quejaron de dolor, pero sonrieron y se pusieron de pies.

-¿Estas bien?- Preguntó Alana acercándose a su hermana.
-Sí, ¿lo viste también?- Alego Alisa algo asustada.
-Sí, pero sera mejor no decir de ello nada. No hasta saber lo que es.- Comento la morena.
-¿Que habéis visto?- Preguntó Aslan.
-La isla.- Respondió Alisa.
-Se encuentra mas allá de las Islas Solitarias, hacia el noroeste.- Añadió Alana con seguridad.
-Bien, ahora ir a descansar.- Ordeno su abuelo.

Alana camino junto a su hermana, mientras observaban como las finas lineas comenzaban a expandirse. Las dos Narnianas sabían lo que habían visto, y temían que aquello fuera tan real como lo que las rodeaba. Alana entró en su habitación y miro a la pequeña fauna, la cual estaba sentada en suelo, observando la luna.

-Deberías de estar dormida.- Rió Alana.
-No podía. Temía que algo malo la pasara a mi hermana, pero luego recordé que no se donde esta la enfermería. Al no veros, supuse que había salido a ver la luna.- Comentó la pequeña.
-No me hables con tanta cortesía. No me gustan los formalismos. Y sí, salí a ver esa hermosa e imponente luna. Su brillo azul, hace que la noche se vuelva mas misteriosa de lo que puede ser.- Comentó Alana con una sonrisa.
-Es cierto. Mi mamá me contaba historias sobre la luna, las cuales se inventaba, siempre me ayudaban a dormir cuando era mas pequeña.- Rió ella con melancolía.
-La mía me cantaba. A diferencia de muchos, siempre he tenido pesadillas, y oír cantar a mi madre, me ayudaba a no tenerlas.- Aclaró Alana.
-¿Ahora sigues teniéndolas?- Preguntó la fauna.
-Desde la muerte de mis padres, todas las noches las tengo. No ha habido un momento donde no han estado, pero te acostumbras, se convierten en parte de ti. Ahora, ve y duerme.- Dijo Alana.

La fauna asintió y ambas se tumbaron en la cama mirando al techo. No tardando la pequeña Narniana se quedo dormida, mientras Alana recordaba cuando su madre se pasaba muchas noches despierta únicamente para cantarla. La Narniana se levantó y se marchó de nuevo, esta vez hacia el lugar donde perdió a sus padres. Allí se transformo en un león y se tumbo en el suelo mientras sus lágrimas resbalaban por sus mejillas.

-Vaya, ¿pero que hace aquí la princesa?- Dijo Jadis riéndose.

Alana se transformó y la miró fijamente.

-¿Que quieres?- Preguntó ella furiosa.
-Advertirte. Intenta detenerme, y lo pagaras. Pero no tú o Narnia, sino, todos aquellos a quiénes tu quieres. Se que eres lista, y que te mantendrás al margen.- Dijo Jadis.
-¿Crees poder amenazarme? Te recuerdo, que si destruyo Narnia y muero, Allende regresara. Sabés que soy capaz, y sabes que lo haré. No le temo a él y menos a ti, así que espero que seas lista y te vayas.- Dijo con un tono de burla y de seriedad Alana.
-Ingenua. ¿Crees que me iré? ¿Que puedes echarme? ¡Soy la reina de Narnia!- Grito ella.
-No eres reina y no eres nadie. Solamente una Bruja que cree poder enfrentar al poder de Acheron y de Aslan, del cuál, a su vez viene de Allende, así que en teoría tu poder, proviene de mi familia. Ya que surgió de los Fuegos Faustos, que lastima que ya no estén.- Alegó la Narniana con algo de maldad.
-¿Como que ya no están?- Preguntó Jadis confusa.
-¿No lo sabes? Ya no son Guardianes, las Elementales renunciamos a todo poder relacionado con los elementos y pedimos que los Fuegos Faustos se fueran, ya no son Guardianes ni podrán regresar, al igual que tu.- Alego Alana marchándose.
-Disfruta de tus amigos, en algún momento se irán.- Amenazo Jadis.

Alana ignoró sus palabras y continuó su paseo por Narnia, esta vez, en completa soledad, como a ella la gustaba.

𝐇𝐈𝐄𝐋𝐎 𝐘 𝐅𝐔𝐄𝐆𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora