CAPITULO 64

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Los días se habían convertido en semanas, en ellas Alana se había dedicado exclusivamente a entrenar con sus poderes. Alisa, junto a los reyes de antaño habían regresado a Narnia, debido a que Alana se lo había pedido. La Narniana, antes de irse, le enseño a su hermana a usar sus Sais, sabia que allí, en Narnia, Alisa les usaría mucho mas que ella en la isla. Aquella mañana, la niebla había invadido todo a su paso, Alana suspiro con tristeza y salió fuera, esperando proseguir con su entrenamiento.

-Hola, Alana. Siento defraudarte. Hoy no hay entrenamiento.- Dijo Arturo mirándola.
-¿Porque?- Se limito a preguntar la Narniana.
-Vamos a ir a Narnia. Puedo percibir que no eres feliz aquí, y se que en Narnia podre enseñarte mucho mas que aquí. Por ello, abriremos un portal.- Explicó Arturo.

Al escuchar que regresaría a Narnia, Alana sonrió con felicidad.

-¿Cuando nos vamos?- Preguntó ella impaciente.
-Enseguida. Unas hadas han traído ropa para ti, y un minotauro una espada que es indestructible.- Explico Arturo.
-Dales las gracias. Cuando se vaya, Narnia estará encantada de recibirles.- Alego Alana regresando a la casa.

Allí, la Narniana se cambio se ropa y se puso la especie de armadura que la habían traído, tras estar lista cogió la espada y observo que en la empuñadura había una estrella y una luna, y en el filo, con letras elficas se podía leer, "Elegida de la Noche, protectora de los seres mágicos, guardiana de Narnia."

Tras estar lista, ambos abrieron el portal y no tardaron en llegar a Narnia. Allí, Alana escucho un cuerno, sin pensarlo dos veces y por instinto salió corriendo transformada en leona. Durante su entrenamiento, su piel había palidecido y su pelo se había vuelto más negro, era difícil reconocerla, pero Alana seguía siendo ella misma.

La Narniana no tardo mucho en llagar hasta un pequeño arroyo, allí vio a Susan y Peter luchar. Alana corrió, y rápidamente se abalanzo sobre un lobo. Los dos rodaron lanzándose mordiscos, pero al ser Alana mas grande, no tardo mucho en darle muerte. La Narniana se transformó en humana y con su espada fue atacando a los enemigos, pero el número aumentaba, y ellos solo eran tres.

Alana guardo su espada, cerro los ojos y después cerro con fuerza sus puños.

-Invocó a la oscuridad. Haz que mi enemigo no vea, no oiga ni huela. Que sea vulnerable a mi ataque.- Dijo Alana mientras su anillo se iluminaba.

Los esbirros de Jadis dejaron de luchar, mirando con temor a su alrededor, simplemente maldiciendo. La Narniana sonrió y comenzó a caminar hacia el castillo elfico, necesitaba hablar de inmediato con su hermana.

-Has mejorado bastante.- Alego Susan poniéndose a su lado.
-Práctica.- Alego Alana encogiéndose de hombros.

Era cierto que Alana ponía mucho empeño en la magia, pero también la meditación la había ayudado bastante, no solo con sus poderes, sino con su ira y sus miedos. Haciendo que por fin no tuviera pesadillas.

-El hechizo que has lanzado, ¿sera permanente?- Dijo Peter con curiosidad.
-No, el efecto se les pasara mañana al amanecer. Los hechizos invocados por la luna desaparecen al despuntar el sol, y los del sol cuando la oscuridad oculta su brillo.- Explicó Alana seriamente.

Ambos hermanos se miraron y observaron como Alana había cambiado, en su mirada habían visto aquel brillo de felicidad, ese que muchos afirmaban que ella perdió hacia años. Algo en la isla la había hecho cambiar. No tardaron mucho en llagar al castillo, una vez allí Alana se reunió en privado con su hermana. Alisa, estaba emocionada de ver de nuevo a su hermana, quería contarla muchas cosas.

-Tengo una noticia que darte.- Dijo Alisa preocupada.
-¿Que sucede?- Preguntó Alana con temor en su voz.
-Me voy a casar con el rey de Carlomen.- Dijo Alisa mirándola.
-¿Porque te vas a casar con él?- Preguntó Alana seriamente.
-Por la paz.- Respondió ella.
-Puedes ir cancelando el compromiso. No pienso permitir que te cases por deber, te casaras cuando te enamores. Además ellos están incumpliendo el tratado que firmaron junto a papá.- Alego Alana seriamente.
-¿Tratado? ¿A que te refieres?- Pregunto su hermana.
-Papá, firmó un tratado de paz, con una única condición ningún rey o príncipe debería de casarse por obligación, incluso es una ley impuesta por él. ¿A quien se le ha ocurrido semejante tontería?- Dijo su hermana con tranquilidad.
-El consejo que antes había. Al no estar tú, no quise hacer uno nuevo. Tanto tu como yo deberíamos de hacerle.- Explicó su hermana.
-Y le haremos. Pero primero hablare con ellos.- Alego Alana marchándose.

La Narniana se dirigió a la sala donde el consejo solía reunirse. Al entrar todos se inclinaron ante ella, pero en su mirada pudieron ver lo enfadada que ella estaba.

-Alteza.- Dijeron al unísono mientras se inclinaban.
-¿Porque queréis que mi hermana se case con el rey de Calormen?- Preguntó Alana con cara de pocos amigos.
-Para que haya paz. Su hermana, Evangeline se iba a casar.- Alego uno de los consejeros.
-Mi padre firmó un tratado diciendo que ningún monarca se casaría por interés. Además de que él puso una ley. Estáis incumpliendo las leyes.- Alego Alana seriamente.
-No, estamos haciendo lo correcto.- Alego uno de ellos.
-¿Lo correcto? ¿Lo correcto es mandar a una chica de dieciocho años al altar simplemente por temor a una guerra? Desde hace siglos, hemos estado en tensión con ese reino. Odian a la magia y a las Brujas. ¿Que pasara cuando sepan quien era mi madre o lo que somos ella o yo? He visto lo que les hacen a todos aquellos que hacen magia o que son Brujas, Brujas buenas. Estáis poniendo en peligro, no solo a Narnia, sino, a mi familia. Si a Alisa la llegara a pasar algo, todo vosotros seríais los responsables.- Alego Alana mientras sus ojos adquirían su color dorado.
-¿Nos esta amenazando?- Preguntó un consejero de procedencia Telmarina.
-No, claro que no. Solo os estoy advirtiendo. Hacer daño a Narnia o a mi familia, y tal vez piadosa no sea. Ese compromiso se va a suspender.- Dijo Alana mirándoles.
-No podemos. Nos declararían la guerra.- Alego un consejero.
-Tal vez, podríamos hacer que él rechazara el compromiso.- Alego Alisa entrando ese momento.
-No, Calormen siempre ha ansiado tener Narnia. Tal vez, podríamos hacer que en mitad de la boda apareciera ese documento. Él no podría denegar nada, y Aslan estaría presente. Verían su reacción.- Alego Alana con una mirada maliciosa.
-¿Que pretende hacer, alteza?- Preguntó uno de los consejeros.
-Mejor que nadie lo sepa.- Alego Alana.
-Tenemos que deciros, que este consejo queda disuelto. Os agradecemos vuestra ayuda, pero debéis de descansar, Narnia ya ha recaído sobre vuestros hombros durante mucho tiempo.- Explicó Alisa mirándoles.

Todos los consejeros se miraron y sonrieron con felicidad.

-Gracias por darnos ya la tranquilidad.- Rieron todos.
-Gracias por cuidar de Narnia y de nosotras.- Rió Alana con felicidad.

Ambas hermanas salieron fuera de la sala y pidieron que reunieran a los que habían sido elegidos. Mientras Alana se fue dispuesta a cambiarse de ropa, ya que sabia que no debía de estar con la armadura todo el rato. Ambas se dirigieron a la habitación de la menor, donde Alana sustituyo la armadura por un vestido de color azul cielo, se dejo el pelo suelto y se coló la corona, mientras en su cintura colocaba su espada y sus Sais.

-Me alegro que estés aquí. Todos te hemos echado de menos.- Rió su hermana.
-Yo echaba de menos a Narnia.- Rió Alana.
-Claro. Solo a Narnia.- Rió su hermana.
-No quiero saber ni porque dices eso. Pero vamos, no me gusta llegar tarde a los sitios.- Alego Alana comenzando a caminar.

Ambas hermanas salieron de la habitación, recorriendo los pasillos Narnianos. Al llegar a una ventana, Alana se detuvo y observo como la nieve se había detenido en los alrededores de lo que una vez fue el castillo de Jadis.

-El hielo se detuvo, no ha avanzado y Jadis no ha dado señales de vida. Tememos que este tramando algo.- Explico Alisa con temor.
-Después resolveremos eso. Ahora, es mejor hacer el nuevo consejo.- Alego Alana con tranquilidad.
-Vaya, nunca te había visto tan tranquila. Siempre eres muy impulsiva.- Alego Alisa extrañada.
-Soy impulsiva, pero se que ahora es mas importante el consejo que Jadis.- Alego Alana comenzando a caminar.

Alisa miro extrañada a su hermana, y comprendió que durante su entrenamiento algo había sucedido, algo la había hecho cambiar. Al entrar en la sala del consejo, los Reyes de Antaño, junto a Dominic, Shiary y Arturo miraron desconcertados a las dos hermanas, las cuales les divertía ver aquellas expresiones de curiosidad.

-Bien, ya que todos estáis aquí. Es momento de decirlo.- Empezó a decir Alisa mirando a su hermana.
-Los ocho sois los nuevos miembros del consejo de Narnia, claramente si queréis pertenecer a él.- Prosiguió Alana con serenidad.
-No os vamos a obligar. Pero al igual que nosotras, todos vosotros habéis luchado por Narnia o por vuestro pueblo. Por ello, creemos que sois los mas indicados.- Alego Alisa mientras escuchaban un rugido.

Alana se transformó en leona y salio corriendo tras ella, haciendo reír a todos. Las gemelas llegaron hasta la salida, pero al llegar no vieron a Aslan ni a nadie. Eso las atemorizó, hasta que de entre las sombras salió un león completamente blanco. Al verle, Alana retrocedió, la Narniana reconocía aquel pelaje blanco como la nieve.

-Hola, hermanas.- Dijo la leona, adquiriendo su forma humana.

𝐇𝐈𝐄𝐋𝐎 𝐘 𝐅𝐔𝐄𝐆𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora