CAPITULO 37

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Ambos chicos contenieron la respiración al ver al imponente animal, el cual descansaba plácidamente. Ninguno se atrevía a mover un músculo ni tan siquiera a decir algo, temían que aquella bestia despertara y les atacara. Lentamente la dorada mirada de Alana cambió, transformándose a un intenso color rojizo. La Narniana cerro los ojos intentando contener la energía que quería salir, se puso las manos en los oídos, intentando tapar las voces que la llamaban y la incitaban a que usase sus poderes. Peter se alarmó, haciendo que el animal se percatase del movimiento y despertase rugiendo. Ambos chicos alzaron sus cabezas y se pusieron rectos al ver al imponente animal. El Dragón rugió haciendo que el volcán temblara.

-Peter, escondete.- Ordeno Alana.
-No me voy a esconder.- Alego él.
-¡He dicho que te escondas!- Exclamo ella mostrando sus ojos rojos.

El Magnífico obedeció y se escondió, mientras observaba lo que sucedía entre la Elemental y el primer Guardián. Alana mantenía la mirada fija en el Dragón, mientras este comenzaba a acercarse. La Narniana soltó el mango de la espada y comenzó a acercarse al Dragón mientras Peter la miraba confundido, ya que estaba hiendo a la boca del lobo, literalmente. El Dragón se detuvo, haciendo que Alana sonriera con una expresión de victoria.

-No vengo a hacerte daño. Quiero saber porque te sustituyeron.- Dijo Alana levantando su mano derecha para tocarle.

El Dragón bajo la cabeza posando parte de su cuerpo en la palma de Alana, al sentir sus escamas, Alana sonrió y le miro.

-Es un placer conocerte, Elemental.- Hablo él Dragón con una potente voz.
-El placer es mio.- Rió Alana mirándole. -Peter, puedes salir.- Añadió ella dándose la vuelta.

El aludido salió de detrás de la roca y se acerco a ambos Guardianes.

-¿Quien es él?- Preguntó el Dragón.
-Él es Peter, hijo de Adán, rey de Narnia.- Respondió Alana mirando al Guardián.
-¿Uno de los que derrotaron a Jadis?- Pregunto el Guardián.
-Así es.- Respondió él mirándole.
-Es un placer conocerle, alteza.- Respondió el Dragón haciendo una reverencia.
-El placer es mío.- Alego Peter perplejo.
-¿Porque fuiste expulsado como Guardián?- Preguntó Alana mirándole.
-Fueron los Fuegos Faustos, ellos causaron problemas culpándonos, todos les creyeron, ya que nosotros eramos bestias. Aslan, nos desterró y aparecieron las Brujas. Por aquel entonces, yo estaba en el cascaron. Fueron ellas quienes me lo explicaron.- Explicó el Dragón con tristeza.
-Lo siento mucho. Pero prometo que aquello no quedara impune. Los Fuegos Faustos planean hacer daño, mucho daño. ¿Cuento con tu ayuda, para proteger a Narnia, a las Cuatro islas y al Fuego?- Alegó Alana mirándole fijamente.
-Podeis contar conmigo, Elemental. ¿Que hacéis aquí? Nadie, en su sano juicio, entraría al interior del volcán.- Alego el Dragón.
-Ella siempre con precaución.- Ironizó Peter.
-Necesito saber cual es el Legendario del Fuego, solo con los cuatro podré poner fin al reinado de caos de los Fuegos Faustos.- Explico Alana mirándole.
-Lo que planeas hacer es muy arriesgado, ninguna Elemental lo ha conseguido. El dominio de los cuatro, no solo supone de poder o fuerza, sino de inteligencia. Debe de haber una razón mayor para que quieras hacer eso.- Comentó el Dragón.
-Los Fuegos Faustos son los proveedores de magia, de la Magia negra, aquella que Jadis usa y necesita usar para hacer el hechizo de las Almas. Tiene la mitad de un ser que debió de ser uno. Necesita la otra mitad para poseer el poder de aquel poder que no puede ser controlado. El de Acheron.- Explicó Alana desviando su mirada al fondo de la gruta.
-Ven, acercate al estanque de lava.- Dijo el Dragón guiándola.

Alana obedeció y se puso delate del estanque, este comenzó a hervir y lentamente comenzó a surgir una nítida imagen de una espada. Al verla, la Narniana sonrió y miro al Dragón y a Peter.

-Ya le tenemos.- Alego ella con una sonrisa de victoria.
-Bien. Hay que ir al Santuario.- Alego Peter mientras los ojos de Alana se volvían rojos por completo.

La Narniana veía como en el exterior los Fuegos Faustos hacían ronda esperándoles, mientras otros hacían despertar al Dragón.

-Problemas.- Dijo ella volviendo a la normalidad.
-¿Que sucede?- Preguntó el Dragón justamente cuando el volcán temblaba.
-Tenemos que salir de aquí de inmediato.- Dijo Alana alarmada.
-Subieros.- Dijo el Dragón.

Alana y Peter se subieron, y este emprendió el vuelo. Mientras Alana usaba sus poderes para evitar la inminente erupción del volcán. El Dragón emprendió el vuelo mientras Alana se concentraba al máximo. Lentamente el volcán se calmo, mientras Alana comenzaba a sangrar de la nariz, cosa que no la impidió seguir.

La Narniana cerro los ojos e inspiró hondo, de sus manos salieron dos destellos rojos que rodearon al volcán, Peter parpadeo al ver como Alana conseguía controlar al volcán. Lentamente, Alana regreso a la normalidad, tan débil que apenas tenia fuerzas para mantenerse despierta.

-Lo has conseguido.- Dijo Peter asombrado.
-Supongo que sí.- Dijo Alana mientras sus ojos intentaban cerrarse.

No tardaron mucho en llegar al Santuario, donde Alisa corrió hacia su hermana abrazandola. El resto observaban con temor al Dragón.

-Es un Dragón.- Dijo Caspian asombrado.
-Él es el verdadero Guardián del Fuego.- Respondió Alana seriamente.
-¿Donde esta el Legendario?- Preguntó Isabella.
-Necesitó entrar a dentro.- Comentó Alana.

Alisa ayudó a su hermana a entrar mientras todos les seguían. Allí vieron a los tres Legendarios restantes. Alana la indicó a su hermana que se alejara. La Narniana se puso en el centro, rodeada por los Legendarios. A su lado derecho puso su espada, mientras con su Sai se hacia un corte en la mano.

-¡Invoco el poder de las cuatro!- Grito Alana mientras su sangre caía al suelo. Esta hizo un recorrido que se dirigió a cada Legendario y el Santuario se ilumino con cuatro colores. Naranja, por el fuego; azúl, por el agua; blanco, por el aire; y verde, por la tierra.
-¿Porque invocas el poder supremo?- Preguntó una voz distorsionada.
-Solicitó que los Guardianes del Fuego, los Fuegos Faustos, dejen de ser Guardianes por el bien de todos.- Respondió Alana mirando a la nada.
-¿Y a quien propones para sustituirles?- Preguntó la voz.
-A sus legítimos Guardianes. Los Dragones. Ellos no hicieron nada, no atacaron ni mataron, tampoco quisieron poder. En cambió, los Fuegos Faustos, han matado, traicionado, atacado a otras islas e incluso desean poder. Por no hablar de que consiguieron escapar, cosa que esta prohibida. Ellos no merecen ser Guardianes.- Alegó Alana seriamente.
-¿Y porque deberías de ser tu Guardiana de la Nación de Aslan? Has hecho cosas similares a ellos.- Alego la voz.
-Yo he renunciado a ser Guardiana, e incluso, si hace falta también renunciaría a ser Elemental. Lo único que quiero es que estas cuatro islas estén en paz.- Respondió Alana mientras un intenso dolor crecía dentro de ella.

Segundos después Alana comenzó a gritar de dolor. Aquel grito, provoco que todo temblara, Alisa intento ir hacia su hermana, pero el Dragón se interpuso, evitando que todos intentaran ir en su ayuda.

-Esta en transición. No podéis intervenir.- Explicó el Dragón.
-¡Esta sufriendo! ¡Hay que detenerlo!- Grito Alisa atemorizada.
-El hecho de renegar de ser una Elemental conlleva a este dolor. Pero pasara, el resto de Elementales también pasaron por ello.- Explicó el Dragón.
-¿Todas renegaron de su poder?- Preguntó Edmund mirándole.
-Así es. Ninguna podía soportar los dolores que le causaba el cambio de temperatura, o la muerte de una planta, en el caso de la Guardiana de la Tierra.- Explicó el Dragón. De repente una potente y cegadora luz hizo desaparecer a Alana, provocando que todos se alarmaran. De pronto el cielo se oscureció por completo y la potente luz iluminó todo.

𝐇𝐈𝐄𝐋𝐎 𝐘 𝐅𝐔𝐄𝐆𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora