Capítulo XV

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Después de encerrarme busqué tranquilizarme, respiré hondo, me puse las zapatillas y salí del cuarto para ayudar.

Cuando salí de la casa no había notado que ya había oscurecido, tenía que revisar mi celular, no había sabido nada de las chicas en lo que restaba del día luego de que prácticamente las abandoné.

—¡Oh! Aysel estas aquí. —exclamó Donghae al notar que llegaba tras un gran esfuerzo debido a que todo estaba oscuro.

—Si, vine a ayudar. —respondí tomando algunas de las reposeras entre mis brazos.

—¿No será demasiado pesado para ti? —preguntó al verme hacer malabares para que no se cayeran.

—No te creas, es cuestión de equilibrio y de mañas. —hablé mientras terminaba de acomodarme para empezar a caminar.

Mientras volvía a la casa la luz era cada vez menos a pesar de que no estábamos tan lejos de ella. Traté de enfocarme en el camino, pero o miraba hacia adelante para no llevarme puesta un árbol o caminaba mirando el suelo para evitar tropezar y caerme, el caso fue que no funcionó ninguno de los dos. Por mirar el suelo me golpeé con la rama de un árbol en la cabeza y al levantar la vista mientras retrocedía pisé una piedra haciendo que perdiera el poco equilibrio que tenía dejándome en el suelo con las reposeras esparcidas y llena de dolor.

Evité gritar del dolor pero a cambio solté una letanía de maldiciones, palabras que decía normalmente cuando estaba sola o con las chicas en el trabajo, pero desde que los chicos llegaron me obligué a no decirlas por educación, no quedaría bien si me pasaba el día mal diciendo.

Trataba de ponerme de pie pero mi tobillo izquierdo se había torcido y dolía como los mil demonios. Nuevamente comenzaron a salir de mi boca groserías, en castellano claro estaba.

—¿Aysel? —La voz de Donghae se sentía cerca.

—Aquí estoy. —Agité mis manos para que me viera y me di una bofetada mental al darme cuenta de la oscuridad que nos rodeaba.

—No puedo verte. —Su voz sonaba más cerca aún—. Sigue hablando para que te encuentre. —Chico listo.

—¿Puedes escucharme? No debes estar muy lejos porque tu voz sonaba realmente cerca recién. —Comencé a hablar como me lo había pedido—. Pisa con cuidado no vayas a...—. Y un sonido en seco a mi lado hizo que dejara de hablar.

—¿Que ibas a decir? siento curiosidad. —Ahora sonaba realmente cerca, tanto que extendí un poco mis manos y toqué uno de sus muslos retirándola de inmediato.

—Que tuvieras cuidado de no caerte, pero se ve que fue demasiado tarde. —dije riendo al notar que se había caído.

—No hace falta luz para saber que te estas divirtiendo a costa mía. —Usó un tono fingido para hacerme creer que estaba molesto.

—¡Lo siento, lo siento! —Trataba de parar de reírme.

—El lado positivo es que ya te encontré, deja que te ayude. —Se puso de pie corroborando que no le doliera nada en su cuerpo.

—¡Auch! —Me quejé al tomar su mano y apoyar mi pie izquierdo.

—¿Qué te duele? —La preocupación en su voz era sincera.

—Me he torcido el tobillo izquierdo. No puedo caminar, duele mucho. —Lamentaba comportarme como una niña pequeña pero realmente me ponía sentimental cuando me lastimaba o me enfermaba.

—Sube a mi espalda, voy a llevarte hasta la casa. —Solo podía decir que sonó muy varonil haciendo que mi corazón se acelerara.

—Estoy muy pesada como para que me cargues, déjame apoyarme en ti y caminaré lento. —Traté de rechazarlo pero fue en vano.

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