#CALLE
CUATRO HORAS DE SECUESTRO
La puerta se abrió y en un segundo entró una mujer morena, delgada y pelinegra, con el pelo recogido en una coleta alta, vestida con un jeans y una camisa negra, en su mano tenía una pasamontaña y no un arma, eso era bueno, no deseaba tener dos pistolas apuntándome. La mujer parecía inquebrantable, con una sonrisa de suficiencia plasmada en su rostro, hasta que se dio cuenta de lo que estaba a punto de pasar y su sonrisa se borró, dejando caer su pasamontaña.
—¿Qué demonio haces? —inquirió la mujer deteniéndose enfrente de ella. —¿La ibas a matar? Eso no fue el trato —añadió afligida quitándole el arma de la mano. Mi corazón latía en mis oído mientras miraba a la mujer que de alguna manera había impedido que me matara.
Guardo silencio asustada, miro a Katherine con miedo. Lucía fuera de si misma, estaba fuera de si misma. Nunca vi tanto odio en los ojos de alguien. Realmente estaba aterrorizada por lo que podía hacerme.
—Olivia esto no es asunto tuyo, no te metas —replicó Katherine con los dientes apretados.
—¡Por supuesto que lo es! La necesitamos con vida. Su familia no pagará por recibir su cadáver —mi cuerpo comenzó a sentir los efectos de estar paralizado una vez más al oír sus palabras.
—No. Tú la necesitas, yo no —murmuró Katherine con la voz frenéticamente ácida. Los ojos de la mujer cuyo nombre era Olivia se entrecerraron.
—¿Qué? —Olivia exigió, elevando su voz. Los ojos de Katherine estaban demasiado abiertos y lucía a un segundo de perder la cordura, ella estaba totalmente perdida. —No estás pensando con claridad, cariño. Necesitas recomponerte —murmuró en un tono mucho más dulce. Aquello me dejó desconcertada. —Ve a tomar un poco de aire —susurró acariciándole la mejilla.
No dijo nada, y simplemente abandonó la habitación dejándome sola con la mujer extraña. Y suspiré aliviada.
—Eso estuvo cerca, ¿cierto? —la morena sonrió con sutileza dejándome entrever cierta burla. —Escúchame con atención princesita, no la provoques. Si lo haces, no sé si estaré la próxima vez para impedirlo. —comenzó a acercarse hasta mi. —¿Lo entiendes? —me puso una de su mano sobre mi brazo como si tratara de calmarme y hacerme entrar en razón.
No dije nada por unos instante, solo la miré como un perro rabioso. Pero necesitaba obtener al menos alguna respuesta.
—¿Por qué? —pregunté con la voz ahogada. —¿Por qué la ayudas..? —ni siquiera me dejo terminar, dio un paso atrás y me miró impaciente antes de hablar.
—El amor y dinero te hace cometer estupideces —su ceño se frunció. —¿Qué? —cuestionó poniendo los ojos en blanco antes de mirarme desafiante.
—¿Son....? —no termine la oración pero la pregunta era clara.
Miré con cautela a la morena, sabía que debía tener cuidado con cada palabra que saliera de mi boca.
—Lo seremos pronto. —respondió adquiriendo una postura tensa.
De pronto aquello no parecía tan descabellado después de todo, recordé que hace un minuto lo había llamado cariño. Tragué saliva ante la realidad inquietante, ahora sabía con certeza que la muerte era una ruta segura.
—¿La ayudaras con su venganza...? —mis palabras no estaban cerca de ser desafiante. Aún no tenía la suficiente confianza para reunir ese tipo de tono. —¿Va a matarme ella o lo harás tu? —cuestiono en un áspero susurro con un nudo apretado en mi pecho dificultando mi respirar.
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La Guardaespaldas [EDITANDO]
RomansaDaniela tenía una vida normal como cualquier chica de su edad, hasta que los problemas comienza a llegar a su vida, cuando su padre recibe una amenaza de muerte y decide contratar a un guardaespaldas aunque su hija se niegue aceptar protección. Marí...