VIII

15.7K 725 318
                                    

La dueña de la discoteca en la que yo trabajaba se llamaba Rebeca, era una tía pelirroja y muy alta que traía a todo el mundo de cabeza, a todos menos a mí.

Tuve la suerte de que me contratara, pero no me pagaba lo suficiente si lo comparábamos con las horas que yo trabajaba, aún así necesitaba el dinero.

Dos días después del incidente en la oficina, trabajaba como una noche cualquiera cuándo la cosa se torció por completo.

Natalia entró al establecimiento mientras miraba alrededor, buscando a alguien. Llevaba un vestido de lentejuelas y a mí me extrañó no verla con su típico traje formal.

Me miró con expresión seria, pero al parecer no era a mí a quién buscaba. Levantó las cejas y sonrió cuando clavó su mirada en alguna parte, seguí su recorrido y visualicé a un chico chico joven que tomaba una copa apoyado en la barra.

Se acercó y le ofreció dos besos, charlando con él muy cerca de su oído. Me llamaron la atención varios de los clientes y tuve que evitar distraerme con la situación.

-Ponme un Acuarius, por favor.-Levanté la cabeza, Natalia, la reina de hielo, apretaba su mandíbula mientras ponía su puño en la barra, justo enfrente de mí.

-¿Ahora vas a fingir que no me conoces?-Pregunté irónicamente.

-Sírveme y cállate.-Echó un vistazo a su compañero y yo levanté una ceja.

-Ya entiendo.-Expresé, abriendo la nevera y sacando su bebida.-Eres demasiado estirada para hablar con alguien cómo yo.

Quité la chapa de la botella con un abridor y, al agacharme a por un vaso, ya había regresado a su sitio.

Obvié el hecho de que no me había pagado, tendría que invitarla. Seguí con mi trabajo hasta que un chico muy borracho comenzó a intentar ligar conmigo.

-Oye, rubia, te doy cinco euros si me haces una mamada.-Puse una mueca de asco pero me callé, no quería ningún problema.

Pero el gilipollas insistió y llegó un punto en el que comenzó a cabrearse ante mi indiferencia. Saltó la barra y se me calló un vaso al suelo.

Estaba muy asustada, se acercó a mí y me agarró de la cintura, apretando su asquerosa erección contra mi pelvis. Todo el mundo nos estaba mirando y yo cerré los ojos con fuerza, intentando apartarlo.

Alguien nos empujó y chocamos contra la madera de la barra, grité de dolor al sentir cómo el clavo que sujetaba los abrelatas se me clavaba en la mano, la cual había puesto para estabilizarme.

El chico acabó en el suelo y vi a Natalia parada a mi lado, con la cara llena de rabia y el pelo despeinado. Me miré la mano y la vi, literalmente, atravesada por el metal, se había arrancado de la madera del impacto y al menos no quedaría allí atrapada.

Hiperventilé y la morena me miró preocupada, bajando a mi mano directamente y abriendo los ojos al ver aquello.

-¡Llama a una ambulancia!-Le gritó a su amigo, el cuál corrió fuera del local.

Comencé a llorar y en ese momento apareció Rebeca por la puerta del almacén, me miró asustada y yo supe que algo iría mal.

-¿Qué coño ha pasado?-Se acercó amenazante. La morena se colocó delante de mí en una posición protectora.

-Ha sido un accidente.-Le intentó explicar.

-¡Alba!-Exclamó, yo sólo sollozaba mientras miraba mi mano ensangrentada.

-Vamos.-Me ordenó la morena, agarrándome de la cintura y orientándome hasta la calle.

Una vez allí, la escuché suspirar un par de veces mientras maldecía en voz baja. Me estaba mareando y me apoyé en la pared.

La ambulancia llegó pocos minutos después. Los técnicos se bajaron y miraron mi mano algo horrorizados, subiéndome al vehículo de inmediato.

Natalia tenía intenciones de subir, pero los enfermeros del interior le pararon para preguntarle quién era y que relación de parentesco tenía conmigo.

-Soy su novia.-Dijo, y acto seguido subió.

Se sentó a mi lado y puso su mano en mi pierna en un intento fallido de calmarme. Los señores intentaron parar la hemorragia antes de llegar al hospital, pero con un clavo atravesando mi mano poco podrían hacer.

Las sirenas me aturdían y yo comencé a cerrar los ojos, apoyándome en el hombro de la morena, que me decía cosas que no entendía.

-Alba, no te duermas, oye.-Pude distinguir, me daba golpes en la cara pero todo estaba borroso y confuso.

Lo próximo que recuerdo fue despertarme en una habitación blanca. Miré alrededor y pude reconocer una camilla de hospital. Tenía una vía conectada a la muñeca y la otra mano completamente vendada.

Puse una mueca de dolor y me incorporé un poco, vi a la morena dormida a mi lado en un sillón y fruncí el ceño.

-Natalia.-La llamé, sintiendo mi voz algo quebrada.

Sólo bastaron un par de veces más y la chica abrió los ojos, mirándome con una sonrisa. Se levantó de su sitio y se acercó a mí, cogiendo mi mano buena con delicadeza.

-Hey.-Susurró.-¿Cómo estás?

-¿Qué?-Murmuré, frunciendo el ceño. Su sonrisa desapareció y su cara se tornó preocupada.

-Alba, ¿Estás bien?

-Sí.-Titubeé.-¿Qué le han hecho a mi mano?

La intenté levantar pero me dolía demasiado, así que simplemente la dejé apoyada en el colchón.

-Te han sacado el tornillo y te han operado para coserte y eso.

Asentí, suspirando un par de veces. Miré nuestras manos unidas y pareció darse cuenta, retirando la suya de inmediato y carraspeando su garganta.

-No he avisado a nadie porque no sabía dónde estaba tu familia.

-Yo no tengo familia.-Escupí bruscamente, dejándola paralizada.

-Bueno, pensé...

-¿Ha llamado Rebeca?-Pregunté preocupada.

-¿Quién es esa?

-La pelirroja de la discoteca.

-Ah,-Se puso seria y me preocupé.-sí, me ha dicho que te pases por la discoteca.

-¿Para?-Quería asegurarse.

-Para arreglar los papeles, te ha despedido.

Suspiré, lo sabía, nunca le había gustado y estaba esperando el momento exacto para joderme la vida.

-De puta madre.

-Pero, tienes otro trabajo, ¿no?-Me intentó tranquilizar. Solté una risa irónica.

-Otro trabajo dice, con el sueldo de la tienda no me da ni para pagar la luz.

Natalia me miró con lástima, haciéndome rodar los ojos, supongo que estaba jodida para llegar a fin de mes.

Qué bonitos sois de verdad. 😍❤️

Aprender. | Albay.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora