Cerré la puerta de mi casa y lloré sin motivo alguno. Aquel viernes era el típico día de mierda en el que sólo te apetece taparte con mil mantas y no salir jamás.
Acababa de llegar del trabajo y estaba muy cansada, así que decidí hacerme un Colacao e irme a la cama. Me sequé las lágrimas con rabia mientras me sorbía la nariz. Odiaba tanto sentirme así a veces.
Con el tiempo comprendí que aquello era humano y que todos tenemos días malos, pero yo era una sensible y me enfadaba no ser de piedra.
Me froté los ojos varias veces mientras bebía de mi taza y decidí apoyarme en la pequeña ventana de salón y sacar un cigarro, hacía semanas que lo había dejado.
Busqué por los cajones de mi casa y no encontré nada con lo que encenderlo, mi llanto aumentó incluso más.
Logré dar con mi teléfono, que estaba tirado en una esquina del sofá. Estaba hecha un desastre y, en un impulso, presioné el contacto de la morena. Un tono, nada. Dos tonos, nada. Tres tonos.
-¿Alba?-Tenía la voz dormida y aparté el móvil de la oreja para mirar la hora, las tres de la madrugada.
-Hola.-Contesté en un susurro ahogado, evitando que notara lo mal que me encontraba. Sonreí triste y noté mis mejillas húmedas.
-¿Qué te pasa?-Preguntó preocupada.-¿Estás llorando?
-No.-Mentí, sorbiendo mi nariz de nuevo.-Es que no tengo mechero.-Se quedó en silencio sin saber que contestar.-Me he acordado de ese de unicornios que tenías.
-¿Necesitas que vaya?-Se ofreció, solté un sollozo y reí.
-Porfi.
Colgó y me escondí en mis rodillas hasta que escuché la puerta sonar. Me froté la cara y me coloqué el pelo antes de levantarme. Abrí con desgana y me la encontré en pijama mirándome preocupada.
-¿Estás bien?-Buscaba algún tipo de daño en mi cara y yo me tiré a ella, apretándola entre mis brazos mientras me rompía.
-Gracias.-Murmuré en su cuello, sonriendo tristemente.
Me abrazó con fuerza y me arrastró dentro de mi casa, cerrando con su pie. Puso la palma de su mano en mi cara y me acarició la mejilla con calma, intentando borrar el rastro de mis lágrimas.
-¿Qué te pasa?-Me preguntó después de un rato. Se separó de mí y me agarró la barbilla, contemplándome.
-No lo sé.-Sonreí mientras sollozaba.-Me he puesto así de repente.
Me encogí de hombros y pude ver como se relajaba. Soltó una pequeña carcajada y me abrazó de nuevo.
La aparté y me fui al salón con ella detrás. Cogí el cigarro de nuevo y la miré, poniéndomelo entre los labios.
Se quedó parada en medio del salón y suspiró, buscando entre sus bolsillos el famoso mechero. Se acercó a mí y rodó la piedra hasta que salió la llama, quemando la punta del papel y el tabaco.
Di una larga calada y lo aparté de mi boca mientras soltaba el humo lentamente. Ella se apoyó en la pared mientras me observaba.
-Lo habías dejado.-Me recordó.
-Ya.-Di otra calada.-Todos nos engañamos alguna vez.
Frunció el ceño y se llevó la mano al septum de su nariz, rodándolo entre sus dedos.
-¿Por qué me has llamado?-Interrogó.
-Necesitaba fuego.-Dije sin importancia.
-¿Y me llamas a mí?-Levantó las cejas. Rodé los ojos.
-Bueno, eres de las pocas personas que conozco aquí.
-Claro.-Ironizó.-Alba...
-No te he llamado para que me des otra charla sobre lo jefa que eres.-Llenaba mis pulmones con humo mientras evitaba volver a llorar.
-Puedes pedirme ayuda cuando quieras.-Dijo tiernamente, metiendo las manos en los bolsillos de su abrigo.
-Bonito pijama.-Cambié de tema, mirando sus piernas cubiertas por un pantalón rosa con un estampado de nubes.
-La última moda.-Sonrió, contagiándome enseguida.
-Sigues estando guapa.-Terminé el cigarro y lo apagué con la cornisa de la ventana abierta.
-Gracias.-Fui a la cocina a tirarlo y, al girarme para volver con ella, me choqué con su cuerpo.
-Perdona.-Me disculpé, poniendo las manos en su pecho para evitar caerme.
-Eres un cliché.-Se burló de mi torpeza.
-Que graciosa.
Me senté en la encimera con las piernas cruzadas y me estabilicé con mis manos mientras ella se desplazaba a mi lado y se apoyaba en el mármol.
-¿Tienes muchos ataques?-Rompió el silencio después de un tiempo.
-Algunos.-Me encogí de hombros, jugando con mis uñas.
-¿Desde cuándo?
-¿Por qué haces tantas preguntas?-Bufé.
-Quiero conocerte.-Me soltó, mirándome fijamente.
-No mientas.-Le rogué. Se quedó en silencio y alargó su mano para colocar un mechón de pelo detrás de mi oreja.-Esta forma tuya de ligar...¿Te funciona?
-¿Cómo?-Me preguntó divertida.
-Sí, ósea.-Intenté explicarme.-Intentas imponer y luego te ablandas como un peluche. Sueltas esas frases tan coquetas y vuelves a empezar.
-¿Eso hago?-Se rió. Asentí.-Pues no sé si funciona.
-No lo creo.
-¿Te gusto?-Me soltó de repente. Me quedé bloqueada sin saber que contestar.-Ahí tienes la respuesta.
-Eres una gilipollas integral.-Me burlé de ella.
-Gracias.-Sonrió.
-Pero me pones mucho.-Admití por fin. Riendo como una loca al terminar la frase, sin creer lo que había dicho.
-Eso sí que no me lo esperaba.-Se unió a mí. Decidió moverse y me descruzó las piernas para colocarse entre ellas, mirándome fijamente.
-¿Qué haces?-Estaba muy confundida. Se quitó el abrigo y lo dejó a mi lado, apoyando sus manos en ambos muslos.
-A mí también me pones mucho.-Me confesó sonriendo, acercándose incluso más.
Me comencé a poner nerviosa y a boquear como un pez. No conseguía formar una frase correcta y ella se burló.
-Pero, dijiste.-Nos señalé.
-Lo sé.
-¿Por qué?-Tragué saliva mientras sentía sus caricias.
-No tengo ni idea.-Se lanzó contra mis labios.
¿Quién queréis que vaya a Eurovisión? Yo la Mari. ❤️
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