IX

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Me dieron de alta esa misma tarde. Natalia me acompañó durante todo el trámite y yo no podía estar más agradecida con ella.

Salimos del hospital y yo gruñí, me habían puesto una banda que me sujetaba el brazo y era lo más incómodo del mundo.

-¿Te duele?-Me preguntó la morena, viendo cómo me retorcía al intentar recolocarla.

-Un poco.-Me encogí de hombros, restándole importancia.-Tengo que ir a la discoteca ahora.

-¿Quieres que te acompañe?-Se ofreció, la analicé con la mirada.

-No te preocupes, ya has hecho suficiente, de verdad.

-No, insisto, no me fío un pelo de esa chica.-Me confesó.

-No me va a pasar nada.-Le tranquilicé.

-Por favor.

Me puso un puchero adorable y yo no hice más que rodar mis ojos y chistar mi lengua, caminando hasta la parada del autobús.

-¿Dónde vas?-Me preguntó, acelerando su paso hasta alcanzarme.

-Pues a la parada.-La señalé con la mano buena.

-¿Qué? He pedido un taxi.

La miré y busqué la broma por alguna parte, pero levanté las cejas al no encontrar ninguna señal de vacile.

Suspiré y la seguí hasta un pequeño banco que había al frente del aparcamiento, sentándome con ella. Estaba algo pensativa, contemplaba el suelo mientras se acariciaba sus propias manos y movía su pie con nerviosismo.

Apoyé mi mano en su rodilla desnuda en un intento de que parara. Seguía llevando la misma ropa que la noche anterior, al igual que yo, pero ella debía de estar muy incómoda con ese vestido. Observó mi movimiento y elevó su mirada a mis ojos, intentando decirme algo que no supe entender.

Paró de templar con su pierna y noté su piel de gallina en mi palma, acaricié su muslo en busca de darle calor y pensé en abrazarme a ella, como hizo aquella vez.

El pitido de un taxi nos interrumpió y se levantó de inmediato, tendiéndome la mano para ayudarme a mí. Nos montamos en el vehículo y le di la dirección del local al conductor, que inició su ruta de inmediato.

Natalia se distraía con absolutamente cualquier cosa. Miraba por la ventana en silencio mientras buscaba entretenimiento en las diferentes escenas de la calle.

Cuándo llegamos a nuestro destino abrí el bolsillo de mi abrigo en busca de dinero, pero cuándo me quise dar cuenta ella ya había pagado.

Me bajé algo molesta y gruñí un poco. Paré delante y admito que en ese momento tenía el corazón a mil, no quería volver allí, pero no me quedaba más remedio.

Sentí su mano en mi espalda, intentando animarme. Me regaló una sonrisa cálida y me ayudó a abrir la puerta. El local estaba vacío, quedaban un par de horas para que abrieran y sólo se escuchaba el eco de las botellas tintinear en el almacén.

Agarré la mano de Natalia y ella entrelazó nuestros dedos en señal de apoyo. Tiré de ella hasta la oficina de mi anterior jefa, suspirando antes de entrar con la morena a mis espaldas.

La pelirroja estaba limándose las uñas sentada en su cutre escritorio. Cuándo nos escuchó levantó la mirada, poniendo una mueca de asco al saber de quién se trataba.

Qué mujer más desagradable.

-Siéntate.-Me ordenó, señalando el sillón enfrente de ella con su lima.

Acaté sus órdenes y Natalia se quedó detrás de mí, dándome algo de seguridad. Rebeca alternaba su mirada entre la morena y yo, mirándonos con desagrado.

-Vengo a por los papeles.-Aclaré.

-Ya lo sé, se lo dije a tu novia por teléfono.-Tensé la mandíbula y noté la mano de Natalia en mi hombro, indicando que me calmara.

-¿Y bien?-Me estaba comenzando a impacientar.

-¡Ah, sí!-Abrió uno de los cajones de su escritorio y sacó unos cuántos papeles, volviendo a su posición inicial.-Éste es el contrato que firmaste, cómo bien pone tenemos que pagarte por el despido, así que te daremos el finiquito cuándo firmes esto.-Me señaló otro folio.

-¿Qué es esto?-Dije, comenzando a leer.

-Sólo es un papelito para indicar que ya lo has recibido y que estás despedida.-Tenía una sonrisa irritante en la cara y yo intentaba controlar mis ganas de saltar por encima de la mesa y darle un puñetazo.

-¿Puedo?-Me preguntó la morena, refiriéndose al contrato.

-Claro.-Acepté, dándoselo.

-¿Qué es, tu abogada?-Se burló Rebeca, soltando una sonrisa irónica.

-No soy su abogada, señorita, y probablemente tenga mucha más idea de llevar una empresa que usted.-Soltó Natalia, terminando de leer el papel.

-Claro, guapa.-Se rió.-¿Firmas?

Miré a la morena en busca de confirmación y asintió. Confiaba en su criterio de profesional así que cogí el bolígrafo de la mesa y firmé, dejándolo de nuevo.

Rebeca sacó un cheque de su bolso y me lo entregó. No era mucho, pero podría pagar las facturas y vivir de ello hasta que consiguiera un nuevo trabajo, esperaba que pronto.

Salimos de allí lo más rápido que pudimos, contrayéndome al sentir el frío de la calle. Me sentía tan liberada por no tener que pisar ese asqueroso antro nunca más.

Miré el cheque y suspiré, girándome hacia Natalia, que me observaba con una sonrisa tranquilizante. Levanté la comisura de mis labios y le agradecí con la mirada.

-Nunca había tenido tantos ceros en el banco.-Bromeé, agitando el papel en el aire.

-¿Vas a buscar otro trabajo?-Me preguntó, metiendo sus manos en los bolsillos del abrigo.

-Supongo,-Me encogí de hombros.-y poco podré hacer en un largo período.

Moví mi mano mala y la morena me miró con lástima de nuevo, no me gustaba esa mirada, no la soportaba. Sacó una tarjeta de su bolsillo y me la entregó.

-Pásame tu currículum a este correo.-Explicó, señalándolo.-Igual te puedo conseguir algo mejor que esto.

-No necesito que me enchufes.-Aclaré, entrecerrando los ojos.

-No digas tonterías,-Gruñó.-es lo mínimo que puedo hacer.

-¿Por qué?-Se encogió de hombros.

-No soy tan mala persona como crees, Alba.

Suspiré y asentí, metiendo el papel en mi bolsillo. Nos quedamos mirando por un largo rato, ninguna de las dos sabíamos que hacer.

-Me tengo que ir a casa.-Murmuré, rompiendo el silencio.

-Claro,-Pestañeó un par de veces.-en la tarjeta también tienes mi número, llámame si necesitas algo.

Aprender. | Albay.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora