XI

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Acepté, no me quedó más remedio que hacerlo. A las cuatro de la tarde estaba plantada en la acera, justo delante de las oficinas de los Lacunza.

Natalia me esperaba con las manos cruzadas apoyadas en la mesa. Estaba seria y por su cara, pude deducir que algo nerviosa por mi veredicto.

-¿Y bien?-Me preguntó, dando golpecitos en el suelo con su pie. La venganza me iba a saber muy bien.

Caminé sumamente despacio por su despacho, llegando hasta el sillón correspondiente y sentándome en el lentamente. Me crucé de piernas ante su mirada y me coloqué un poco el pelo mientras su impaciencia crecía.

-Tengo un problema.-Dije, intentando esconder mi sonrisa burlona.-Los horarios chocan con mi trabajo en la tienda.

-Bueno, cobrando lo que vas a cobrar, no creo que necesites dos trabajos.-Me soltó obvia.

-Le debo mucho a esa familia, si acepto esto quiero estar segura de que no será una pérdida de tiempo.

-¿Crees que te despediría?-Pareció ofendida.

-¿Puedo ser sincera contigo?-Asintió con la cabeza.-Tus cambios se humor tan constantes me dejan un poco descolocada. No sé si un día vas a venir a mi mesa y me vas a dejar en la puta calle.

-No me enfades y no lo descubrirás.-Se apoyó en el respaldo de su silla, levantando la comisura de sus labios. Solté una risa irónica.

-No me intimidas,-Le señalé con el dedo índice.-tu rollito jefa cabrona no va conmigo.

-Cuida tu lenguaje,-Me advirtió.-no tolero que me hablen así de ninguna manera.

-Qué pena.-Me encogí de hombros.-Quizá la que se tiene que pensar si contratarme eres tú.

Apretó la mandíbula y gruñó un poco, levantándose de su sitio y acercándose a mí. Se apoyó en la mesa y se cruzó de brazos.

-¿Sí?-Por ese tono supe que iba a hacerme daño.-¿Y dónde vas a vivir? ¿Debajo de un puente?

Abrí la boca y me levanté indignada. Se me aguaron los ojos y comencé a temblar como una estúpida.

-Mira, tú no sabes lo que he pasado yo para llegar a poder pagarme un puto estudio. Aprende a valorar el dinero como lo que es y deja de sentirte superior conmigo.

Me acerqué a la puerta pisando fuerte, con intención de salir de allí. Me sequé una lágrima y sentí una mano agarrarme del antebrazo con delicadeza.

-Lo siento.-Murmuró, mirando al suelo.-Soy gilipollas, perdón.

La contemplé y la vi totalmente avergonzada de sus palabras. Suspiré un par de veces y deshice mi agarre, haciendo que su brazo cayera de nuevo.

-No te entiendo, Natalia.-Confesé.-Si no quieres que trabaje aquí porqué coño me lo ofreciste.

-Sí quiero que trabajes, pero me pones de los nervios.-Me miró a los ojos y suspiró, regresando a su mesa.

Saqué el contrato de mi bolso y me acerqué a ella, tendiéndoselos delante de su cara. Ella me miró con dudas y yo los agité para que los cogiera.

Los ojeó y levantó su mirada de nuevo, estaban firmados.

-¿Y tienes que hacerme de rabiar cuándo sabías a lo que venías?

Me encogí de hombros y sonreí, intentando quitarle algo de hierro al asunto. Intentó ocultar su frustración pero el brillo de sus ojos no mentía. Me iba a tener dando guerra todo el tiempo que ella quisiera.

-¿Cuándo empiezo?-Pregunté después de un rato. Carraspeando mi garganta.

-Cuando quieras, ven, te enseñaré todo.

Salió de allí y la seguí. Me mostró mi mesa y me explicó cuáles serían mis tareas, organizar y ordenar sus acciones, básicamente. Los trabajadores curioseaban sobre quien era yo y a mí me hizo sonreír.

-Vale.-Acepté, de acuerdo con todo lo que me había dicho.

-Los primeros días estaré dándote mucho la plasta para ver si vas bien, pero luego ya te dejaré espacio, no te preocupes.

-No pasa nada, me estoy empezando a acostumbrar a ti.

Ella me miró y soltó una risa tímida, contagiándome de inmediato. Los demás empleados nos miraban confusos y me acordé de lo que me dijo Julia el día anterior en la tienda.

-¿Mañana empezamos?-Me ofreció, yo asentí, aún tenía que solucionar unas cuántas cosas, entre ellas mi despido en el otro trabajo.-Te acompaño a la puerta.

-Vaya manera de echarme.-Ironicé, ella se rió de nuevo y a mí me pareció muy extraño verla tan feliz.

Cumplió sus palabras y bajó conmigo al vestíbulo. Saludó a la recepcionista, la cual me enteré que se llamaba María.

-Bueno, hasta mañana.-Se despidió, quedando parada a mi lado. Me acerqué despacio y le di un pequeño abrazo. Al principio dudó pero acabó correspondiéndome.

-Gracias por esto, no sabes lo mucho que significa para mí.-Susurré en su oído.

Me separé y nos quedamos mirando, pero me aparté y dejé algo de espacio entre nosotras, al fin y al cabo era mi nueva jefa a partir de ahora.

Me despedí con la mano y me dirigí a mi casa, tenía que echarme de un trabajo, algo que nunca había imaginado hacer.

Llamé por teléfono a la madre de Julia y le expliqué las circunstancias, me entendió perfectamente y se alegró mucho por mí. Aquellas personas se habían convertido prácticamente en mi familia desde que llegué a Madrid y les debía una vida y media.

Me tumbé en mi cama y suspiré, pensé en todas y cada una de las cosas que me esperaban a partir de ahora y lo mucho que habían cambiado en unos días. Era una absurda locura como Natalia y Joan habían puesto mi mundo patas arriba y me habían dado la oportunidad de tener un lugar en el mundo.

Algunxs estáis haciendo vuestras quinielas para saber lo que pasará y me hacen muchísima gracia. Os amo. ❤️

Aprender. | Albay.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora