Desde aquel día nuestra "relación" se estrechó mucho más. Tanto que prácticamente pasábamos todo el día pegadas como siamesas.
En un principio me dio algo de miedo la situación, ya que podríamos llegar a cansarnos la una de la otra y un poco de espacio entre nosotras siempre venía bien.
Pero poco a poco me fui acostumbrando y me llegó a parecer algo adorable la manera en la que nos buscábamos constantemente.
-Bebé.-Me llamó Natalia desde la cocina. Había decidido encargarse de la colada y la plancha mientras yo ordenaba y limpiaba la casa, formando un buen equipo.
-Dime, Nat.-Contesté desde la habitación, asomando la cabeza por el marco de la puerta.
Escuché sus pasos perezosos debido a sus zapatillas de andar por casa y apareció por el pasillo mientras doblaba una camiseta.
-Hay que comprar comida.-Avisó, sonriéndome levemente.
-Mierda.-Murmuré.-No me acordaba, vamos ahora si quieres.
-Vale, termino esto y me visto.
Me guiñó un ojo mientras se daba la vuelta, dejándome una vista provocativa de sus piernas con aquella camiseta larga. Pareció notar mi vista en la parte trasera de su cuerpo y se levantó la tela para ofrecerme la panorámica de su culo cubierto con un tanga negro.
-¡Oye!-Me quejé.
-¡No mires tanto y limpia!-Gritó entre carcajadas, una vez hubo desaparecido de mi campo de visión.
Suspiré cansada y seguí con mi tarea hasta que me indicó que había terminado. Comencé a vestirme y opté por un top negro y unos pantalones vaqueros de pitillo, a juego con mis botas militares.
Natalia estaba guapísima como siempre. Se había puesto un pantalón negro de chándal y un sudadera rosa claro que le quedaba algo grande junto con sus zapatillas deportivas, también negras.
-Estas súper bollera.-Me reí, extrañada de no verla enfundada en su usual traje de oficina.
-Tira, anda.-Dijo, dando un pequeño azote en mi culo mientras se colocaba su abrigo y me tendía el mío.
Salimos de casa y, al notar el contraste de temperatura entre el portal y la calle, me froté las manos para calentarlas.
La morena observó mi gesto con atención y se atrevió entrelazar sus dedos con los míos, haciendo que la mirara extrañada.
-¿Te molesta?-Me preguntó preocupada. Negué con una sonrisa y comenzamos a caminar.
Hablábamos de cualquier tontería durante el trayecto al supermercado más cercano hasta que llegamos a nuestro destino.
-¿Tienes un euro?-Pedí, buscando entre los bolsillos de mi abrigo para encontrar una moneda que meter al carrito.
-Sí, espera.
Cuando conseguimos aquel cacharro de metal, nos adentramos en el mundo de los gastos descontrolados por parte de Natalia.
-No puedes comprar todo.-Me quejé, cuando vi que cogía otra bolsa de patatas del estante, anteriormente había echado seis más.
-Que estas están muy ricas.-Alegó, poniendo un puchero en sus labios.
-Cariño, deja alguna, no nos caben en casa.-Acaricié su mejilla y le obligué a tomar la dura decisión de deshacerse de una de las bolsas.
-¡Mira!-Exclamó emocionada.-¡Ositos de peluche gigantes!
Salió corriendo hacia el estante y rodé los ojos con una sonrisa ante lo adorable que era, empujando del carrito para seguirla.
Cuando llegué estaba abrazada a uno de los peluches, restregando su cara contra él. Solté una carcajada y me apoyé en la estantería de juguetes, consiguiendo que se cayesen unos cuantos.
-¡Ala!-Murmuré, agachándome para colocarlos en su sitio. Cuando me giré Natalia me miraba con una ceja levantada, mofándose de mí.
-Quiero uno de estos.-Afirmó, sin soltarse del oso.
-¿No te quieres abrazar a mí por las noches?-Me hice la enfadada, cruzándome de brazos.
-Claro que sí, pero éste podría ser nuestro hijo.
Me reí ante su comentario y, tras un par de súplicas más, consiguió convencerme para que lo compráramos.
Al pagar en caja me dio la sensación de que no podría traer más veces a Natalia a comprar, era como una niña adorable y caprichosa.
-¿Ahora cómo llevamos todo esto?-Pregunté, rascándome la cabeza ante la gran cantidad de carga que teníamos que llevar de vuelta a casa.
-No sé...¿Cabify?
Asentí en un suspiro y tardó dos minutos en llamarle, abrazándose a mí hasta que finalmente llegó. Metimos la compra en el maletero, a excepción del enorme peluche, que difícilmente cabía entre los brazos de la morena.
-Hubiera preferido que me consiguieras esto en la feria.-Bromeé, acariciando la cabeza del oso.
-Eres muy cliché, Alba Reche.-Se burló, soltando una pequeña risita.
Al entrar por la puerta de casa tuvimos que hacer varios viajes hasta que acabamos por subir toda la mercancía.
-Yo estás tres bolsas y tú aquellas.-Indiqué, ordenando que colocara la compra en sus lugares correspondientes. Asintió sin rechistar y se puso a su tarea, preguntándome un par de veces dónde se situaban las cosas.
-Esto me sirve para ejercitar el músculo.-Tonteó, levantando una botella de leche sin lactosa a modo de pesa.
-Te voy a dar yo a ti ejercicio.-Le seguí el juego. Levantó una ceja mientras sonreía.
-¿Ah, sí?-Asentí con la cabeza.-¿Y cómo, exactamente?
-Adivina adivinanza.-Me reí, tocando su nariz con la punta de mi dedo índice. Sacudió la cabeza ante el contacto y me abrazó, rodeándome con sus brazos sobre la cintura.
-Qué bien hueles siempre.-Protestó, metiéndose en mi pelo.-Ojalá oler así.
-Tienes razón, tú hueles a perro mojado.-Dije irónicamente, rodando los ojos.
-Que sexy.-Bromeó, acariciando mi espalda mientras se escondía en el hueco de mi cuello.
Apreté nuestro abrazo por unos minutos mientras emitía sonidos adorables y aplastaba sus mofletes contra los míos.
-Eres muy chiquitita.-Susurré, jugando con su pelo entre mis dedos.
-Mido veinte centímetros más que tú.-Se quejó.
-Pero tienes dos añitos, Nat.
Leo vuestras sugerencias y me han ayudado un montón. Si queréis decirme cualquier cosa, ya sabéis. Comenten acá o por Twitter. ❤️✨
@missbanana027
