XV

16.1K 743 157
                                    

Ambas seguíamos tumbadas en la cama. Yo había dejado de tiritar pero aún tenía algo de frío. Estaba escondida en su pecho y notaba el ritmo constante de su corazón y su respiración pausada.

-¿Necesitas algo más?-Me preguntó amablemente. Negué con la cabeza, ella había metido su mano cálida por dentro de mi camiseta y me acariciaba la espalda con suavidad.

-Estoy muy bien.-Susurré, sacando mi cabeza de su pecho y mirándola a los ojos. Me sonrió con una mueca torcida y suspiré un poco, realmente me hubiera gustado besarla.

-No te pongas así.-Murmuró tiernamente, acunando mi mejilla con la mano que no tenía ocupada.-No puede ser y lo sabes.

-Eres tan cínica, Natalia.-Le acusé, estábamos teniendo la misma conversación que hace unas horas, pero esta vez algo más relajadas.

-Y tú una descerebrada.-Me tocó la frente con su dedo índice.-La que me has liado por un beso de mierda.-Se rió.

-No es un beso de mierda si has montado todo el drama para no dármelo.-Me expliqué.-¿O acaso ese beso cambiaría algo en tu oficina?

Suspiró un par de veces y cerró los ojos, notaba su inquietud a kilómetros y fruncí el ceño. Cogí su cara y le obligué a que me mirara.

-Cuándo mi padre me contrató, yo no tenía muy asumido la importancia de tener un cargo como el mío. Las empleadas iban a por mí con la intención de tener sexo y yo, intentando descubrirme a mí misma y experimentar, aceptaba. Era muy manejable sentimentalmente y no me daba cuenta de que sólo me usaban para su propio interés y siempre acababan haciéndome daño.

Me explicaba la situación y yo comenzaba a entender la coraza tan dura que cargaba sobre su espalda, pero aún así había algo que no cuadraba.

-Discutía con mi familia todos los días, estudié lo que ellos quisieron, acepté trabajar en su empresa, pero sin embargo no me dejaban ni un sólo momento de libertad en toda mi vida.-Continuó.-Por eso no puedo estar contigo, Alba.

-Pero no puedes compararme con esas chicas, Natalia.-Le dije con ternura.-A mí me conociste por casualidad, no estoy interesada en sacarte el dinero.

-Lo sé, pero no puedo, entiéndeme por favor.

-No te entiendo porque hay algo que no me estás contando.-Deduje. Me miró a los ojos y dejó de abrazarme, tumbándose boca arriba en el colchón.

-Es complicado, sólo pido que aceptes mi decisión, suficiente hago ya con acercarme a ti lo más mínimo.

Crucé uno de mis brazos por su tronco y me abracé a ella despacio, sintiendo como respiraba entrecortadamente a causa de los nervios que consumían su cuerpo.

-No volveré a intentar besarte.-Susurré, acariciando su mejilla con las yemas de mis dedos.-Te lo prometo.

-Gracias.-Me miró intensamente y supe que le estaba haciendo un favor por algún motivo que desconocía. Aquella dama de hielo tenía muchos momentos de vulnerabilidad y quería creer que me mostraba algunos de ellos.

No me costaba nada cumplir con su petición, besarla había sido un impulso y no tenía sentimientos por ella ni nada parecido, así que me parecía adecuado ser simplemente una empleada más.

Pasamos la noche hablando, tanto fue que llegamos a ver el amanecer por la fina línea de luz que entraba por la ventana de la habitación. Decidimos dormir un rato para descansar.

Me ofrecí a marcharme a la habitación de invitados pero insistió en que no quería que yo saliera de la cama por si agarraba más frío y me abrazó durante toda la noche.

Cuando me desperté seguíamos en la misma posición. Tenía mi cabeza apoyada en su pecho y ella permanecía tranquila mientras su respiración era pesada. Soltaba pequeños quejidos entre sueños y me pareció lo más tierno del mundo.

Cerré los ojos mientras metía una de mis manos por debajo de su pijama, acariciando la piel de su tripa, intentando transmitirle la paz que sentía que le había faltado durante toda su vida.

Caí dormida de nuevo y cuando mi cuerpo descansó lo suficiente me desperté, esta vez sola entre las sábanas de aquel colchón.

Me desperecé y bajé las escaleras despacio mientras oía los ruidos de los platos y cubiertos tintinear entre sí. Además del agradable olor del café recién hecho.

Entré a la cocina y Joan estaba cocinando lo que parecían ser unos huevos revueltos. Iba a preguntar por la morena pero la vi entrar por la puerta que daba al patio y supuse que había estado fumando.

-¡Alba!-Exclamó el chico al verme, levantando la espátula en forma de saludo.

-Hey, ¿Qué hacéis?-Me interesé, acercándome a curiosear.

-Estaba intentando convencer a Natalia de tener un perro.-Informó, sonriendo levemente.

-No tenemos tiempo para cuidarlo.-Argumentó la chica, sentándose en la encimera de la cocina de un salto, tal como hizo el día que le cociné.

-¿Tú que opinas?-Joan se dirigió a mí. Me encogí de hombros, dándome por desentendida de la discusión.

-Si vais a tener una mascota, lo suyo sería cuidarlo como es debido.

-Yo lo haría.-Dijo convencido.

-Un perro no es lo mismo que un gato.-Saltó la morena.-Necesitas pasearlo y tiene muchas más necesidades, y no podemos organizarnos porque ambos tenemos el mismo horario.

Continuamos con aquella disputa pero la conclusión acabó siendo la más esperada, no habría perro. Natalia tenía muchos argumentos a su favor y el debate fue una victoria por goleada.

Estuvimos allí toda la mañana y me dejaron en mi casa después de comer. Dormí un poco y me pasé el resto de la tarde viendo películas y series hasta que me cansé lo suficiente cómo para irme a la cama.

Estuve dando demasiadas vueltas al tema de mi jefa, era una mujer muy extraña y sabía que me ocultaba algo. Una persona rebelde como ella no cedía y cambiaba tan radicalmente si no era por algún suceso que marcara su vida para siempre, y eso es lo que tenía pensado descubrir.

Si me creo una cuenta de Twitter, ¿Me seguiría alguien? ❤️

Aprender. | Albay.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora