LIII

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Terminé mi plato lo antes posible y esperé Joan nerviosa. Mi pie temblaba con impaciencia debajo de la mesa y él levantó su mirada hacia mí con algo de miedo.

-¿Alba?-Me llamó.

-¿Qué?-Pregunté angustiada. Señaló mi mano y me la aparté del mantel al ver que casi me lo cargo al rasgarlo con mis uñas.

-¡Camarero!-Gritó, haciendo que me sobresaltara.-La cuenta, por favor.

El hombre asintió y se retiró en dirección a una puerta que llevaba a la caja, apareciendo segundos más tarde con una placa entre sus manos.

-Pago yo.-Dije, sacando mi cartera del bolso. Negó con la cabeza y, antes de que pudiera objetar nada, le tendió un billete de cincuenta euros al camarero.

-Te he invitado yo.-Alegó. Bufé molesta, odiaba que hicieran estas cosas por mí.

Me levanté y salí del restaurante con algo de prisa, sintiendo la presencia del chico detrás. Abrí la puerta y suspiré cuando el aire rozó mi cara y azotó mi pelo, sintiendo la brisa casi primaveral de aquella temporada del año.

Rebusqué entre mis bolsillos hasta dar con mi ahora tan usual paquete de cigarros y sacar uno de ellos. Quedaban apenas dos más y gruñí, tendría que comprar más.

Lo coloqué sobre mis labios con las manos temblorosas y me sorprendí al encontrar un mechero en aquel abrigo, pues llevaba mucho tiempo sin ponérmelo.

Me estremecí al rodar entre mis dedos aquel famoso objeto que había desatado todo. Los unicornios voladores ahora estaban algo descastados pero, sorprendentemente, le seguía quedando algo de gas después de todos estos años.

Tuve dificultades para rodar la piedra que me permitiría expulsar la llama pero finalmente lo hice, quemando la punta de mi cigarro y aspirando el humo con algo de alivio.

Joan no hablaba y esa era una de las muchas cualidades que tenía, callar cuando sabía que era necesario. Le miré con ternura y, en un intento desesperado por calmar mis nervios, me abracé contra su cuerpo, pasando mi brazo libre por su cintura.

Me acogió y frotó mi espalda en señal de apoyo. Sonreí levemente mientras me hundía en su pecho cuando escuché un carraspeo a mi espalda.

Dejé de respirar y me giré lentamente, observando después a una Natalia muy confusa. Agitó la cabeza en señal de incredulidad y se apoyó en la pared del edificio para imitar mi acción, fumando de aquella manera tan característica que tenía.

-¡Natalia!-Exclamó Joan, apretando mi hombro suavemente y soltándome. Me abracé a mi misma al sentir la ausencia y me aparté de la conversación mientras continuaba aspirando humo.

-Hola, Joan.-Saludó, uniéndose con él en un abrazo que me pareció algo frío.

-¿Cómo estás aquí?-Preguntó extrañado el chico.-Creía que vivías en Portugal.

Abrí los ojos sorprendida e intenté disimularlo pero me resultó imposible. Acababa de enterarme del paradero de la morena durante su ausencia y no supe interpretar muy bien la información que me vino después.

-Lo estaba, pero he vuelto hace unos días para arreglar unas cosas en la oficina.-Dijo, clavó su mirada en mí y me temblaron las piernas.

-¡Eso está bien!-Joan estaba muy animado y no era realmente consciente de la situación.-Alba es la nueva jefa desde esta mañana.

Me señaló e intentó que me uniera a la conversación al nombrarme pero yo me negaba a establecer algún tipo de contacto con aquella persona que me había hecho tanto daño.

-¿De verdad?-Cuestionó sorprendida. Miré para otro lado ignorándola y suspiró, comprendiendo mi indirecta.

-La verás por allí, supongo.

-Eso espero.-Confesó. Rodé los ojos enfadada y tiré mi colilla a la mitad, pisándola con la punta de mi pie y sin preocuparme de que acabara en la basura.

-Me voy, Joan.-Avisé, dejé un pequeño beso en su mejilla y, sin mirar a la chica, giré sobre mis tacones para comenzar a andar hacia mi coche.

Mi amigo me miró confundido pero no estaba para explicaciones en aquel momento, mucho menos si tenía el cabreo que tenía.

Saqué las llaves y entré en el vehículo con algo de prisa. Apoyé mi cabeza en el volante una vez dentro y suspiré, cerrando los ojos con fuerza.

Escuché la puerta de nuevo y me asusté. Me fijé en quien se trataba y bufé al ver a la morena sentarse a mi lado con pasividad.

-Sal de mi puto coche.-Hablé por fin. Soltó una pequeña carcajada que hizo que mi nivel de enfado aumentara considerablemente.

-Después de todos estos años no te has quedado muda.-Soltó. Abrí mi boca sorprendida ante la broma de tan mal gusto que había hecho y apreté tanto los dientes que sentí como rechinaban entre ellos.

-Vete de aquí ahora mismo.-Ordené. Negó con la cabeza e hice el amago de salir, pero alargó su brazo por delante de mí y bloqueó la puertas.-¿Qué haces?

-Escúchame.-Pidió, recolocándose de nuevo en su asiento.

-Que puta cara dura tienes.-Insulté, indignada por su actitud prepotente.-No me interesa, quiero irme a casa.

-Vale, conduce.-Dijo, poniéndose el cinturón de seguridad.

-No me hace ni puta gracia.-Corté.

-¿Me estoy riendo?-Preguntó retóricamente.-Tenemos que hablar.

-Claro, después de dos años te dignas a aparecer y ahora quieres que hablemos.-Me reí falsamente y asintió, mostrando debilidad por primera vez al bajar la mirada a su regazo.

-Sí.

-Es una pena, tú para mí ya no existes.-Pronuncié lentamente, intentando grabarlo en su memoria y en la mía.

-Alba, por favor.-Suplicó, rozó su mano con mi brazo y lo aparté asustada.

-¡No me toques!-Grité, respirando entrecortadamente.-Sal de aquí.

-Vamos a trabajar juntas.-Informó, abriendo la puerta por fin.-No vas a poder escapar de mí.

-Vete a la mierda.

La dejé parada en medio de la carretera y aceleré con todas mis fuerzas como único método de huída. Quería llegar a casa y hundirme entre las sábanas para evadirme de ella.

Nunca había conducido tan rápido como en aquella ocasión, pero necesitaba analizarlo todo y convencerme a mi misma de que Natalia había vuelto.

Holi. Quiero agradeceros todo de verdad de la buena. Sois lxs mejores. Por cierto, para lxs que vayáis a la firma de Nat mañana, he dejado una pista en Twitter para que me reconozcáis. ❤️✨

Podéis verlo aquí: @missbanana27

Aprender. | Albay.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora