Cuándo entramos en la casa serían alrededor de las dos de la madrugada. Sentí el calor al cruzar el umbral de la puerta y suspiré, frotando un poco mis mejillas. Natalia entró detrás y cerró con llave.
Nos quitamos las capas de abrigo que cubrían nuestros cuerpos y volvimos al salón, a estas alturas ya me había olvidado de Joan. El pobre se había quedado dormido en el sofá, las tres copas estaban vacías así que supuse que se las había bebido él.
-Mira que suerte tienes.-Me susurró la morena con una sonrisa.-Vas a dormir aquí esta noche.
-¿Por qué?-Pregunté sin entender.
-No hay buses que lleguen hasta dónde estamos y este hombre no puede llevarte en coche ni de coña.
-Pero yo mañana tengo que trabajar.
-Y nosotros, no te preocupes.-Me tranquilizó.
Acepté quedarme allí, tampoco tendría mucho más remedio. Natalia despertó al chico y juntas le subimos por las escaleras hasta llegar a un pasillo blanco.
-Su habitación está allí.-Me dijo la chica, señalando una de las puertas.
Entramos y dejamos a Joan en la cama, se había dormido enseguida. Natalia le tapó y le revolvió el pelo mientras me ordenaba que saliéramos de aquellas cuatro paredes.
-Bueno, yo duermo allí.-Señaló el fondo del pasillo.-Y ésta es la habitación de invitados.
Abrí mucho los ojos al verla, era mucho más grande que todo mi apartamento completo. Tenía una cama con la colcha azul, justo en el centro. Unos cuántos muebles y hasta un escritorio de oficina, supuse que se quedaban a dormir allí empresarios.
Le agradecí todo y cerró la puerta para dejarme privacidad, pero le pedí algo de pijama para no dormir con la misma ropa. Me dejó uno de cuerpo completo con forma de osito que a mí me pareció adorable y me imaginaba a ella con eso puesto.
Me lo puse con cuidado y entré al baño a asearme un poco, realmente aquello parecía un hotel. Natalia me explicó que uno de los cepillos blancos que había en un bote junto al fregadero servían para que los invitados se lavaran, así que usé aquello.
Abrí las colchas y me metí dentro de ellas, suspirando al ver lo cómoda que era aquella cama. Me acomodé y apagué la luz, poniendo la alarma en mi móvil para no faltar al trabajo.
Miré el techo por unos cuántos minutos, el insomnio era algo normal en mí, lo había tenido desde que era pequeña y pocas veces conseguía dormirme a la primera, necesitaba algo más de una hora.
Escuché unos pasos en el pasillo y me tensé, no sabía muy bien quién era pero, por el estado de Joan, supuse que sería la morena.
Escuché un golpe algo fuerte y me sobresalté, saliendo de la habitación con prisa por ver que narices había pasado.
Natalia estaba temblando en medio del pasillo, el suelo estaba todo lleno de cristales y agua, se le había caído un vaso al volver.
-¿Estás bien?-Pregunté, preocupada. La chica no reaccionaba, miraba un punto muerto y tenía los ojos llorosos, sin moverse absolutamente nada.
Me acerqué despacio a ella y tuve cuidado de no pisar ninguno de los tantos cristales que había en el suelo, tocando su brazo con suavidad al estar a su lado.
-Natalia...-Susurré, cogiendo su mano y apartándola de allí, para evitar el riesgo de que se cortara.
Pareció reaccionar y pestañeó un par de veces antes de mirar a todas partes, incluida a mí.
-Lo siento.-Murmuró, bajando las escaleras corriendo. Subió segundos después con una escoba y una fregona y simplemente limpió todo aquel desastre.
Actuaba con una normalidad que a mí personalmente me asustaba, acababa de salir de un trance y pienso que ni ella misma se había dado cuenta.
-Ya está.-Dijo seca, apartando los utensilios de limpieza.-Ya puedes volver a dormir.
-Pero,-Estaba muy confundida.-¿Estás bien?
-Sí, ¿Por qué?
Fruncí el ceño y sacudí la cabeza, levantando las dos manos en señal de rendición. Me metí de nuevo en mi habitación, totalmente confusa por lo que acababa de pasar.
La escuché volver a la suya y gruñí un poco, sintiendo el calor de las sábanas de nuevo.
-Que cojones...-Susurré, pensando en todo lo que había pasado.
Tardé muchísimo más en dormirme aquella vez, creo que llegaron a ser dos o tres horas hasta que el sueño me venció.
Me desperté a día siguiente con un dolor de cabeza terrible por el despertador. Me incorporé y me froté un poco los ojos antes de abrirlos, sintiendo la luz colarse entre los huecos de la persiana.
Me vestí y me aseé para salir. Estaba todo en silencio y a mí me dio algo de miedo, así que me aproximé a la que supuestamente era la habitación de Joan, no podía llegar tarde al trabajo.
Abrí la puerta blanca y el chico seguía tirado en la cama, en la misma posición en la que le dejamos anoche. Sonreí divertida y toqué varias veces tu hombro, esperando que se despertara.
Gruñó y entreabrió los ojos para mirarme, frunciendo el ceño al verme todavía allí. Se frotó la cara un par de veces y suspiró.
-Hola,-Me dijo.-¿Qué pasa?
-Tengo que irme a trabajar.-Expliqué.-Pero no sé cómo llegar hasta Malasaña desde aquí.
-Yo te llevo.-Me susurró, levantándose de la cama.
-¿Seguro?-Él asintió.
Despertó a Natalia y los tres nos vestimos y bajamos a desayunar. La morena había recuperado su porte serio, tal y como me advirtió Joan anoche. Me hablaba con monosílabos y sólo a las preguntas que yo le hacía, sonando excesivamente borde.
Bufé unas cuántas veces, no entendía su bipolaridad. La noche anterior incluso me abrazó y aquella mañana se había levantado con la intención de desprestigiarme totalmente.
Nos metimos en el coche, yo en el asiento de atrás y Natalia de copiloto. Mantenían una conversación sobre sus temas del trabajo y yo no me enteraba de absolutamente nada, así que me metí en mi mundo y pensé.
Llegamos y me dejaron en la puerta de la tienda, Natalia ni se despidió de mí. Bajé del coche y pegué un portazo algo fuerte, me había cabreado.
Entré y Julia me saludó amablemente, me esperaba una mañana tranquila en aquella tienda.
Hagan sus apuestas, quiero conocerlas.

