No tenía muy claro que coño le había pasado a Natalia aquella noche, no sólo fue el hecho de haber actuado de manera muy extraña, además, había dejado de hablarme sin una razón aparente.
Había pasado algo menos de una semana desde aquel día y Joan y yo ya habíamos quedado varias veces. Me visitaba en el trabajo o me esperaba a la salida de la discoteca para llevarme a casa.
Sin embargo, notaba al chico algo raro. Cuándo mencionaba a la morena me evadía o me cambiaba de tema rápidamente, así que supuse que no quería ni verme.
El viernes, a la hora del mediodía, decidí rebuscar en los cajones del mueble de mi casa hasta dar con la tarjeta de Joan, esperando encontrar la dirección de su empresa.
La excusa perfecta fue convencerme a mí misma de que lo hacía por dar una sorpresa a mi amigo, no por ver a la chica y saber cómo estaba.
Llegué a un edificio enorme en el centro de Madrid, parecía una empresa de alta gama y no me extrañó que se tratara de algo relacionado con Natalia.
Pasé por la puerta giratoria y me encontré con un vestíbulo muy tranquilo, una joven rubia y delgada tecleaba en su móvil desde la mesa que había al fondo, así que me acerqué.
-Hola.-Murmuré, viendo como la chica levantaba su vista del aparato y la clavaba en mí. Carraspeé mi garganta.-Estoy buscando a Joan Garrido.
La chica encendió un auricular que tenía en la oreja y giró su silla para hablar con alguien mientras me daba la espalda.
-¿Cómo dices que te llamas?-Me preguntó, haciéndome un repaso.
-Alba Reche.
Pronunció las mismas palabras por el pinganillo y habló un par de segundos más.
-Natalia Lacunza le está esperando en la última planta.
Fruncí el ceño, no quería hablar con ella, buscaba a Joan. Intenté explicárselo pero me insistía que era la única manera de llegar a él, que habían sido órdenes de su jefa.
Me aproximé al ascensor y pulsé el botón, esperando que me recogiera. El edificio constaba de once plantas, y cómo bien me habían indicado, me bajé en la última.
En éste lugar tan sólo había un par de trabajadores en sus oficinas. Intenté buscar a Joan pero no le encontré. Pregunté a un hombre sobre el paradero de la gran jefa y me señaló la puerta de madera que se encontraba al fondo.
Toqué un par de veces y oí cómo se levantaban y se acercaban a la entrada con tacones, supuse que se trataba de ella así que me sacudí un poco el jersey.
La puerta se abrió y me reveló a una morena muy seria, parecía que estaba muy enfadada y molesta. Volvió dentro sin decir nada y suspiré, entrando detrás.
-¿Se puede saber que coño haces aquí?-Preguntó, sentándose en su gran mesa, imponiendo bastante.
-He venido a ver a Joan.-Aclaré, mirándola a los ojos, no me iba a dejar intimidar por una chica cómo ella.
-Joan está trabajando, me gustaría que dejaras en paz a mis empleados cuándo cumplen sus horarios, suficiente os veis fuera.
Abrí la boca ante sus palabras, indignada por lo que acababa de soltar, levanté el dedo índice y la chica parecía burlarse de mi colapso.
-Mira,-Protesté.-Joan es mi amigo, y no tienes ningún derecho en hablarme así, no me conoces e intenté ser amable contigo porque pensaba que al fondo de esa fachada de niña malcriada tenías algo que valía la pena, pero me equivoqué.
La morena apretó la mandíbula y supe que le había dado dónde más le dolía. Bufó un par de veces y yo suspiré, dando golpecitos en el suelo con la punta de mi pie.
-Vete de mi oficina.-Me ordenó, con un tono de voz tranquilo.
-He venido a ver a Joan.-Me negué. Se levantó de su asiento y se dirigió a la puerta, abriéndola con fuerza.
-He dicho que te vayas, Alba.
Gruñí y me acerqué a ella, desafiándola con la mirada.
-No me da la gana, no entiendo que coño te he hecho yo para que me trates así.
-Voy a llamar a seguridad.
-A tu amigo no le hará mucha gracia que me hayas tratado de esta manera.
-No me amenaces.-Apretó los dientes.
-No es una amenaza, cariño.
Le lancé un beso al aire y salí de allí pisando fuerte. Me había molestado mucho su actitud, pero no iba a consentir de ninguna manera que se burlara de mí y me dejara en ridículo cuándo yo no había hecho absolutamente nada para enfadarla.
Bajé de nuevo al vestíbulo y me llevé la mano a la sien, intentando tranquilizarme. Escuché murmullos a mi alrededor y caminé despacio a la salida.
-¿Alba?-Me giré al oír la voz, Joan me había encontrado.
-Hola.-Saludé cansada.
-¿De dónde venías?-Me preguntó extrañado, mirando al ascensor.
-Tu querida jefa me ha, literalmente, echado de sus oficinas.-Expliqué irónicamente.
-¿Has venido a ver a Natalia?-Negué con la cabeza.
-A ti, quería ver si comíamos algo, pero no me ha dejado verte.
-Joder.-Suspiró.-Vale, dame unos minutos que suba y ahora mismo nos vamos.
Asentí y me quedé esperando sentada en un sillón hasta que bajó y salimos de allí.
Nos sentamos en un asiático que tenía buena pinta y pedimos algo de comer mientras charlábamos.
-No entiendo que le pasa en la cabeza a tu amiga.-Me quejé, llevándome una cucharada de arroz a la boca.
-Es una chica complicada, no te imaginas lo que me costó que se abriera a mí.
-Me lo imagino.
-El otro día me pareció muy extraña su actitud contigo, realmente es así como ella suele comportarse.-Dijo, refiriéndose a hace unos minutos.
-No la entiendo.
-No hace falta que la entiendas, si lo intentas no lo conseguirás nunca.
Soltó una risa y yo sonreí, intentando asimilar el porqué de su comportamiento tan extraño. Me llevé una mano a la barbilla y analicé los acontecimientos pasados hasta el día de hoy.
Estaba dispuesta a averiguar qué era lo que escondía.
