Los días pasaron y mi relación con Joan se iba estrechando cada vez más, tanto que llegó a convertirse en un amigo imprescindible en mi vida.
Salía con él a todas partes, cenábamos, nos íbamos de fiesta junto con el resto de sus amigos. Era genial. Este nuevo trabajo tenía un horario menos estricto y podía permitirme el lujo de pasar más tiempo libre.
Llevaba sin ver a Natalia varios días, Joan me había informado de que se encontraba fuera del país por un asunto de empresa y que volvería en una semana.
Aquel sábado por la noche decidimos salir a una especie de antro en el centro de Madrid, cerca de dónde yo vivía. Nos lo pasamos bien y bebimos algo más de la cuenta, ya que acabamos andando a mi casa dando tumbos mientras me agarraba al brazo de Joan para poder caminar correctamente.
-Estoy fatal.-Se reía él.
-Necesito comerme un puto bollo y dormir.-Reconocí, quejándome del dolor de mis pies con aquellos tacones.
Quedaban dos o tres cuadras hasta mi calle y suspiré, me iba a acabar cayendo fuera como fuese. Cuando llegamos, vi a la morena apoyada en la pared gris que había junto a mi portal y fruncí el ceño.
Tenía los pies cruzados y una de sus manos en el bolsillo de su abrigo de piel. Fumaba un cigarro en silencio mientras miraba al frente con una expresión seria.
Me acerqué extrañada y Joan parecía no darse cuenta de su presencia, porque seguía gritando y tropezándose con la acera.
Natalia al oírle clavó su mirada en nosotros, rodando un poco los ojos al vernos en ese estado. Se incorporó de su sitio y dio una última calada a su cigarro mientras lo lanzaba con sus dedos.
-¡Jefa!-Exclamó Joan al verla, carcajeando mientras se soltaba de mi agarre.
-¿Qué haces aquí?-Le pregunté, sentándome en un bordillo y comenzando a quitarme los tacones.
-He venido a hablar contigo.-Me confesó.-Pero veo que estás ocupada.
Miró al chico, que estaba intentando mandar un mensaje desde su móvil mientras tarareaba una canción. Me reí un poco de su estado y me levanté de nuevo, esta vez con los dos zapatos colgando de mi mano.
-Venía a acompañarme.-Expliqué. Miré la hora, las seis de la mañana.-¿Cuánto tiempo llevas aquí?
-No lo sé.-Se encogió de hombros.
-¿Pero tú no estabas en otro país?-Pregunté extrañada, sacando las llaves de mi bolsillo. Frunció en ceño.
-Sí, bueno.-Se rascó la nuca.-He vuelto.
-Chicas, me piro a casa.-Murmuró Joan cansado.
-¿Cómo?-Interrogó la morena.
-He pedido un taxi.-Le enseñó la pantalla de su teléfono y cruzó la calle mientras bailaba. Me reí de nuevo y Natalia rodó los ojos.
-¿Quieres subir?-Ofrecí, hacía mucho frío y estaba tiritando un poco. Asintió y ambas entramos a mi rellano.
Subimos las escaleras despacio porque me tenía que agarrar a la barandilla un par de veces para no meterme la hostia del siglo. La chica no se veía muy contenta por mi estado y apretaba la mandíbula cada vez que me miraba.
Abrí la puerta de mi casa con algo de dificultad, indicándole que entrara y quitándome el abrigo para colgarlo en la percha que tenía al entrar.
-Bonita casa.-Me dijo, solté una risa irónica y me encogí de hombros.
-No sé si esto se puede denominar casa.-Señalé alrededor.
Me tiré en el sofá y gruñí un poco ante la pesadez de mis pies, sonriéndome completamente cansada. La morena suspiró un par de veces y se sentó en el hueco que había dejado con mis piernas.
-¿Podemos hablar?-Murmuró, frotando sus manos contra sus muslos una y otra vez.
-Claro, soy toda oídos.-Me incorporé, quedando frente a ella.
-Quería pedirte perdón por lo del otro día, me pareció muy injusto como te traté.
Me sorprendieron sus palabras, creía que ya habíamos olvidado este tema. Notaba un brillo en sus ojos que nunca había visto en ella, no tenía ni idea de dónde había estado, pero había vuelto más triste que de costumbre.
-No pasa nada.-Le tranquilicé, sonriendo levemente.-No me voy a morir por una cobra.
-¿De verdad querías besarme?-Interrogó, moviéndose incómodamente.
-Sí, bueno, fue un impulso.-Confesé.-No sé que me pasó.
-No te resististe a mi belleza.-Ironizó, haciéndome reír un poco.
-Exactamente.-Dije sarcásticamente.-De hecho te besé.-Puntualicé.-Nuestros labios se tocaron.
-No se puede considerar beso.-Estábamos de broma pero no sabía diferenciar hasta que punto lo decíamos de verdad.
-¿Y qué se considera beso, Lacunza?-Me mofé, apoyando mi espalda en el sofá.
-Pues...-Se quedó sin palabras.-Movimiento.
-¿Qué?-Solté una carcajada.-Hay muchas clases de beso.
-Ya, pero lo nuestro no fue.-Insistió, mirándome fijamente.
-Si así eres más feliz.
-Lo que te jode es que me quitara.-Se burló de mí.
-A todo el mundo le molesta el rechazo, pero estoy segura de que si me lanzara no te quitarías, pero como te prometí una cosa, no lo voy a hacer.
-¿Quieres volver a besarme?-Parecía sorprendida.
-Podríamos pasarlo bien.-Admití. Ella carcajeó.
-Igual soy muy torpe dando besos y te decepcionas.-Soltó, haciéndome sonreír.
-¿Eso es una invitación?
-Tengo hambre.-Se levantó del sofá mientras sonreía.-¿Tienes algo de comer?
-En el cajón de allí hay bollos.-Señalé un mueble y ella se acercó, sacando uno de ellos y leyendo la letra pequeña.
-Sin lactosa.-Se rió, sentándose junto a mí de nuevo y abriendo el plástico.
-Es lo que tiene.-Mordió un poco y masticó mientras me miraba.
-¿Quieres?-Me lo acercó a los labios y yo mordí, rozando su dedos. Suspiró un poco y dio otro bocado mientras cerraba los ojos.-Están buenos.
-Tú también.-Me reí, ella me miró sorprendida y me imitó.
-Dios, Alba.-Murmuró.-Qué malo.
-Encima que te digo algo bonito.-Me quejé. Cruzándome de brazos mientras ponía un puchero.-Y tienes chocolate en la boca.
Se relamió ante mi atenta mirada y dio un último bocado antes de hacer una bola al plástico.
Cogí su mano, atreviéndome a jugar con sus dedos. Me llevé uno de ellos a la boca porque estaba manchado de chocolate y chupé delicadamente, sintiendo cómo se estremecía.
HOLIIII. Me he hecho Twitter me llamo @missbanana027
OS AMO MUCHO ❤️❤️